Kill me

Marina Otero construye una performance con los habituales elementos del teatro posdramático para redundar en el tema de la salud mental

Kill me - Foto de Pablo Lorente
Fotografía de Pablo Lorente

En los entresijos del arte contemporáneo, las obras cargadas con una compleja conceptualización elaborada con formas que desbordan los marcos referenciales se entremezclan con otras (la inmensa mayoría) que únicamente son copias de procesos, plagios de emulsiones y repeticiones de técnicas dramatúrgicas en ese cajón de-sastre que es el teatro postdramático. Para mí, una de las claves es filosófica. Si la propuesta carece de ideas, el cliché se impone. Esto es lo que ocurre aquí. Vayamos directamente al final. ¿De verdad Marina Otero ha cerrado su performance haciendo una recreación del «Wrecking Ball», de Miley Cyrus? Igual desnudez y delgadez. Sigue leyendo

Cometa soy yo

Una nueva entrega navideña del espectáculo comandado por la extraterrestre más castiza del universo, donde se conjuga la música, el circo, el teatro y el baile

Cometa soy yo - FotoDesde hace ya unos años, las Navidades nos traen un espectáculo que mezcla teatro, circo y danza para toda la familia, y que tiene como protagonista a Cometa, una extraterrestre que ya la temporada anterior decidió empadronarse en Madrid. Carla Pulpón es el gran atractivo de este montaje; una actriz que se ha hecho célebre gracias al personaje de Mapi, la protagonista del programa de TVE.

La intérprete posee un desparpajo inconmensurable. Su dominio escénico es sobresaliente, no hay más que ver cómo se maneja con el público, con ese tono chulesco y macarra que tanto divierte al personal y, sobre todo, cuando tiene que sacar a un espectador para que contribuya con su «buen hacer» a la propuesta. Sigue leyendo

El alivio o la crueldad de los muertos

Rubén Ochandiano crea unos personajes inermes para criticar la superficialidad de nuestro mundo actual

El alivio - FotoRidiculizar a gente ridícula puede convertir tu obra en ridículo y a tu planteamiento en altamente insignificante. Si degradas tanto el objeto a criticar —para posicionarte moralmente por encima, hemos de suponer—; entonces has diseñado un rival o un enemigo con el que batirte que, en su rebote polémico, te deja a ti como creador subido a un minúsculo peldaño. En resumidas cuentas, la estructura fundamental que debemos tener en cuenta para asimilar y comprender esta función es la que, en su momento, dispuso Hegel con aquello de la dialéctica del amo y del esclavo. A saber, los dueños de la casa donde nos encontramos —Rafa Lladó, responsable de la escenografía, redunda con ese espacio de aire dieciochesco, repleto de espejos y terciopelos rojos, en el romanticismo y en el decadentismo que transmite la obra— han decidido dar una fiesta de cumpleaños y, a la vez, despedir a su sirvienta (por razones difusas). Según la tesis hegeliana, el efecto de superioridad de los señores frente a su criada se ha perdido con el tiempo. Además, se han despojado de sus habilidades y se han convertido en unos inútiles. Sigue leyendo

Escena – Fin de temporada 2020-21

Resumen con lo más destacado del panorama teatral en estos tiempos repletos de dificultades debido a la pandemia

Atraco paliza y muerte en Agbanaspach - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

Como ocurre cada fin de temporada teatral, llega el momento de repasar lo acontecido y hacer sobresalir aquello que más me ha maravillado. Pero antes es necesario reflexionar brevemente sobre cómo ciertas líneas de pensamiento y ciertos modos de expresión van contaminando la escena y las butacas. No es ya que la autoficción nos tenga atufados desde hace tiempo, sino que viene cargada con una moralina autopurificadora de pecadores sufrientes, que uno se percibe como espectador sometido moralmente. Demasiados creadores teatrales han tomado las tablas como púlpito y han cancelado el diálogo con el respetable. Este hecho se podría contrarrestar filosófica y estéticamente si la oferta de ideas (e ideologías) fuera tan variada como antagónica —como sucede, por ejemplo, en la «caja tonta»—. Sigue leyendo

Querido capricho

Tomás Pozzi despliega todas sus capacidades artísticas para meterse en la piel de Amanda, una mujer rota de amor

Foto de Luz Soria

La palabra ‘capricho’, ya desde su etimología italiana, está relacionada con el ‘escalofrío’, con la ‘idea nueva y extraña’ y el ‘antojo’; pero también con la obra de arte que rompe las reglas. Posee, por tanto, esta propuesta que nos enseña Tomás Cabané, un hálito de libérrimo juego que entronca con esa función primordial de la fantasía y de la imaginación, que es permitirnos escapar de la zozobra existencial. Y, además, como un pastelito, bien envuelto con esas capas metateatrales que no pueden faltar; porque parecen de obligado cumplimiento en las dramaturgias contemporáneas. Aunque, ante todo, cuesta mucho pensar en otro intérprete que no sea Tomás Pozzi haciendo este papel. Es fácil descubrir sus exageraciones ―es argentino, ¡qué esperábamos!―, esa comicidad que arrastra en su propia expresión genuina; pero logra un punto de complejidad emotiva, de candor visual, de expresividad corporal con sus movimientos eléctricos y «escalofriantes» de amante sufriente que uno queda fascinado por tamaña actuación. Es una bestia escénica, y eso es innegable ―ya lo afirmé cuando lo vi por primera vez en Cuestión de altura―. La función va de fuera adentro, del Tomás, a lo mejor, él mismo o, un tipo similar que se encierra en su casa y que fabula, en su soledad con la historia de una mujer madura abandonada por un hombre más joven. Sigue leyendo

El mago

Juan Mayorga firma y dirige esta obra sin fundamento ni enjundia sobre una mujer hipnotizada

Foto de marcosGpunto

Cuesta creer que un autor como Juan Mayorga considere que su nuevo texto está listo para subir a las tablas. Si no fuera porque es un dramaturgo experimentado y exitoso, diríamos que El mago está firmado por un bisoño. ¿Qué se ha pretendido plasmar en esta comedia? En principio, nada trascendente y tampoco nada entretenido. Contamos con Nadia, una mujer que acaba de llegar a casa y, por lo visto, ha sido hipnotizada en un espectáculo de magia. A partir de ahí, al espectador se le envuelve con toda una serie de explicaciones de cada situación que va ocurriendo. Por ejemplo, dar por hecho ―y convertirlo en un hilo narrativo del que tirar―, que ella (una doble, se supone) permanece aún en aquella función, subida a un estrado, junto a otras dos chicas; mientras ejecuta todas las instrucciones del hipnotista y que la susodicha materializa disciplinadamente y por duplicado. La coyuntura se alarga con diversas cuestiones paradójicas y fantasiosas, evidentemente, que se encauzan por los derroteros de un absurdo suave y que debería provocar la carcajada. No es así, puesto que cada paso está flanqueado por diálogos que pretenden justificar lo que vemos ―por increíble que sea―, en lugar de permitir su vuelo y su agilidad. Sigue leyendo

Los hilos de Vulcano

Una comedia de enredo basada en una narración de La Odisea sobre las infidelidades de Venus

Foto de Jero Morales
Foto de Jero Morales

El término «clásico», en el embrollo posmoderno, da para contravenirlo, considerarlo asunto pesado y aburrido, de gentes con mucho miramiento, como marca de calidad o, en el caso que nos compete, para envolverlo de una fachada que justifique la inserción de una anécdota entre las ruinas del Teatro Romano de Mérida. La anécdota viene cantada en la rapsodia VIII de La Odisea y Marta Torres la ha transformado en una comedia de bajo vuelo. Es decir, no es una obra clásica, ni sobre los clásicos, sino un texto que tiene por personajes a dioses romanos y otros individuos de acompañamiento. Mucho me parece abrir el marco conceptual.

Lo que se nos quiere contar es la infidelidad de Venus con Marte, puesto que ella no aguanta la falta de atención y de cariño de su marido Vulcano; enterado este de los escarceos de su mujer, gracias a los chivatazos del Dios Sol, se empeña en crear unos hilos invisibles que los atrapen en plena faena. La cuestión daría juego si no hubiera un empeño tan esforzado desde el inicio por anular la vida y manifestación de los personajes en su transcurso. La idea del entretenimiento naif se impone desde que Carmen París aparece a ponernos en situación y a biografiarnos a los protagonistas. Aceptemos que el tono de las canciones ofrece cierta hondura, empasta adecuadamente el aire jotero con los efluvios mediterráneos (no así cuando se pone chirigotero); otro cariz poseen las letras, que inevitablemente caen en lo funcional y en esa comicidad esperable para el espectáculo destinado al regocijo estival. Sigue leyendo

Cuestión de altura

Tomás Pozzi y Martiño Rivas se dejan la piel en Cuestión de altura en el Teatro Español (Madrid)

cuestionaltura_escena_957-1024x683La sala pequeña del Teatro Español refleja al propio público deformado por unos espejos que adelantan la metamorfosis a la que se va a ver sometido el doctor Cebrián. Un piso digno de un adinerado y triunfador psicólogo que apenas ronda los veintitantos años recibe la llegada de su dueño tras una noche de gloria y éxtasis discotequero. Es él, Martiño Rivas, que con su planta, con su chulería y con su insolencia juvenil, quien se mete en las carnes de un psicólogo que ya lo ha conseguido prácticamente todo en la vida. Ahíto de esplendor, después de una súbita transformación mágica —como en varias ocasiones hemos contemplado en el cine—, donde había un bello espécimen, ahora tenemos a un tipejo de metro y medio, medio calvo y no medio argentino, sino completamente argentino. El paradigma de psicoanalista freudiano y verborreico, antítesis del estilizado españolito aupado por decenas de másteres, por sus capacidades atléticas y fundamentalmente por una belleza que avanza el principio de su valor como doctor. Sigue leyendo