Imanol Arias y María Barranco protagonizan esta comedia burguesa sobre la libertad de expresión escrita por la francesa Salomé Lelouch

El moralismo burgués de los franceses viene de lejos. Por lo menos, desde la Ilustración, cuando sus philosophes pretendieron desde la exquisitez de sus salones aleccionarnos sobre el bien y el mal. Desde aquellas, ese género teatral de corte neoclásico nos ha pretendido educar sobre esto y aquello sin enfangarse en absoluto. Me viene a la cabeza alguna de estas bagatelas procedentes del país vecino como Serlo o no, de Jean-Claude Grumberg que nos trajo el afrancesado Flotats. Es el marchamo de aquella cultura, con su humor infantil y con la manera tan higiénica de ponerse estupendo. Sigue leyendo




Tomemos como una ironía del destino que justo falleciera Athol Fugard hace un mes. Su obra, Camino a La Meca, que tuvo su propia versión cinematográfica en 1991, con Kathy Bates como protagonista, fue estrenada en Londres en 1985. Ahora llega al Teatro Bellas Artes para que Lola Herrera se encarne en la escultora sudafricana Helen Martins, una de esas «locas» del trash art, quien vivía en New Bethesda, en el desierto de Karoo, muy cerca de donde el propio dramaturgo había comprado una casa. Sin embargo, a pesar de observarla con frecuencia, nunca se conocieron personalmente.
Durante mucho tiempo la Historia del zoo ha sido una de las obras más representadas de Edward Albee, un autor que volvió a los escenarios gracias a la versión de
El dramaturgo Juan Carlos Rubio se ha buscado la vida para darle un marchamo cinematográfico a cada frase de este texto. Todo pensamiento, toda mirada, toda incursión por los pasillos y estancias del piso poseen su correlato, su glosa, fílmica. Estaremos de acuerdo que ahí está la ingeniosidad del montaje; pero que no deja de ser una carcasa para un argumento insignificante y endeble. Algo muy de andar por casa, que no incide en el drama de una madre sometida por el síndrome del nido vacío. No hay más que observar el espectáculo protagonizado el año pasado por Aitana Sánchez Gijón, de título
Resulta cuando menos llamativo cómo se le han dedicado en los últimos años varias obras teatrales a la figura de María Estuardo y, por consiguiente, a Isabel I. Mantenemos en la retina el fulgor lumínico de aquel de espectáculo de Robert Wilson,