Pablo Fidalgo, en la propuesta que nos descubre en el Teatro de La Abadía, no profundiza suficiente acerca de los malos tratos acontecidos en un colegio marista de Vigo
Tiene Pablo Fidalgo una forma de entender el teatro que resulta de un compromiso ético (véase Habrás de ir a la guerra que empieza hoy). Es cierto que indaga sobre su propia biografía y que nos la va entregando con métodos propios de la autoficción, del teatro documental y, sobre todo, a partir de un teatro escueto, mínimo, esencialista que, como ha ocurrido en esta ocasión, ha terminado por caer en la simpleza. Uno puede comprender que no se quiera abrir en canal de manera impúdica sobre sus experiencias traumáticas; pero cuesta pensar que se pueda emprender una «enciclopedia del dolor» desde unos planteamientos tan timoratos y prudentes. Huir así de lo escabroso, del morbo, nos obliga a rellenar el trasfondo con todo lo que nos han aportado otras obras artísticas y, también, el periodismo. Fue precisamente un artículo de El País del 31 de mayo de 2021, el que devolvió a nuestro dramaturgo a su pesar e, incluso, a la hospitalización cuando estaba inmerso en la preparación de El libro de Sicilia, que presentó en octubre en el Teatro María Guerrero. Sigue leyendo