Vania

Regresa el clásico de Chéjov levemente renovado en una función que se ubica en África

VANIA MOMA TEATRE (7)Carles Alfaro vuelve con El tío Vania, como ya hizo en el 2008, aunque esta vez en una versión mucho más esencial escenográficamente, pero de igual forma espléndida. El gusto con el que trabaja el director valenciano está de sobra probado y su predilección por Chéjov, también. Hace un par de años nos maravilló con Éramos tres hermanas y la temporada anterior nos descubrió piezas del ruso no tan conocidas en Atchúusss!!!. Vania te da la oportunidad de adentrarte en un microcosmos de relaciones infaustas, donde la decepción por las vidas que no han sido y la melancolía por un futuro abúlico y destinado a la repetición se presentan entreveradas. Encontramos varios protagonistas, el tío se puede llevar gran parte de nuestra atención, pero el doctor Astrov puede que sea más atractivo dramáticamente hablando; posee cierto carisma, una sutil elegancia en las formas y la romántica mirada del idealista perdedor que tanto fascina a Sonia (la sobrina de Vania) y que cautivan exitosamente a Elena, la segunda mujer del profesor Serebriakov. Este mismo profesor, aunque no posea escenas relevantes, también abre una especie de hilo conductor con el exterior de aquella África a la que nos ha trasladado en esta ocasión Carles Alfaro. ¿Y los temas? Ciertamente inagotables. El primero de ellos, la taciturnidad de esas gentes que se han encontrado en aquella hacienda para revelarse, en su pesadumbre animosa, que no han llegado a nada. Pero también está el amor imposible de las tres mujeres y del propio Vania que entre su incapacidad para el flirteo conveniente y la avidez del doctor, ha vuelto a sufrir en sus carnes el desengaño. Y no podemos olvidarnos del cuestionamiento existencial que tanto circunda en sus conversaciones. Da la impresión de que la historia les ha llevado hasta el final y que lo observan con verdadera insignificancia. Tanto para esto. Y, encima, con el humor amargo que se destila al tercer o cuarto trago. Sigue leyendo

El pabellón número 6

Adaptación de la novela corta de Chéjov, donde se cuestionan trágicamente los objetivos de los manicomios rusos

Gromov_AndreiAl principio, el doctor Andrei Efimich Ranguin se lamenta, mientras ingiere un poco de vodka, por su situación en aquella ciudad de provincias a la que ha sido destinado. Apenas puede conversar con nadie que aprecie el mundo del conocimiento humanístico. Un día encuentra en el pabellón nº 6, uno de esos espacios inhóspitos dentro de esas instituciones hospitalarias ya de por sí cochambrosas de finales del XIX en la Rusia imperial, a un enfermo recluido ahí por padecer de manía persecutoria. Es Ivan Dimitrich Gromov, un joven treintañero que en otro tiempo había desempeñado los trabajos de maestro y secretario provincial, alguien con suficientes lecturas en su haber como para mantener una conversación persuasiva con el doctor. Moseika, otro interno, el único que tiene permiso para corretear por donde quiera y salir fuera, también nos acompañará, mientras debemos imaginarnos la presencia beoda de Nikita, un guardián insolente. Sigue leyendo

La gaviota

Los lituanos del Teatro Municipal de Vilna presentan una versión de Chéjov trastocada por unos inesperados fallos técnicos

foto gaviotaCuando uno acude a ver una obra de Chéjov ya sabe a lo que se expone. Las sorpresas y los giros dramáticos permanecen ausentes, atisbándose de vez en cuando en leves gestos o en discusiones que apenas duran unos minutos. Pero, en esta ocasión, un hecho inédito en el Teatro Valle-Inclán logró llenar de inquietud al respetable. Un pitido constante y molesto apareció al comienzo de la obra y, ante la imposibilidad de anularlo, se decidió parar la obra durante unos minutos. Hasta ese momento parece que la compañía —prácticamente en escena durante toda la función— se resiste a comenzar, aunque sabemos que lo han hecho porque lo poco que dicen aparece traducido en los sobretítulos. El protagonista, Treplev, un joven aspirante a dramaturgo, se dispone a presentar a su familia su última obra, un texto lleno de lirismo interpretado por su amada Nina. Todo resulta un desastre, se llena de humo, no se comprende nada, a la vez, continuamos perplejos con el pitidito. Se mezcla la realidad con la ficción de la ficción, un Chéjov metateatral imprevisto. Ya alguien desde el público había gritado (las luces de la platea seguían hasta entonces encendidas): «¿Es esto la función?». Martynas Nedzinskas, que se mantiene meditabundo, ya sea por debut frente a sus allegados, ya sea por la impotencia de no saber qué hacer en tal situación, hace un gesto mirando al público de más o menos. También durante esos instantes previos a su obra antes de la «obra», habían intercalado explicaciones en inglés sobre la situación, pero ellos iban tirando con su Gaviota, una especie de vanguardismo. Nadie pudo asegurar, hasta que los propios técnicos los confirmaron, que todo aquello fuera premeditado. Sigue leyendo

El duelo

Un relato corto de Anton Chéjov, llevado al teatro por Yakovlev de mano del Teatro de Arte de Moscú y representado por unos actores de grandísima categoría

CDN-El-duelo_Anton-ChejovLo de Chéjov es una pasión inútil. Uno busca y rebusca. Intenta descubrir las claves alegóricas entre las escenas anodinas, atrapar algún instante de verdad subterránea, pero se llega a la conclusión de que casi no hay nada. Tres horas con descanso en un escenario repleto de cabos colgando en una bahía en el Cáucaso donde se suceden lentamente cada uno de los actos. Allí se encuentra primeramente Laevski entre vino y más vino con su amigo Samoylenko para relatarle desesperadamente que ya no quiere a su amante. Por otro lado, conocemos a Von Koren, un naturalista defensor de la eugenesia. Ese es el duelo: las costumbres disolutas de Laevski al que no le importa mostrar a su amante contra la visión depuradora de alguien que quiere mejorar la especie acabando con estos vividores que ya no respetan ni el cinismo en la sociedad. Unas pizcas de humor negro. Algún personaje deslavazado en forma de sobrevenido amante o de señora con modales especialmente conservadores. También algo de diálogos que no llevan a ningún sitio.  Sigue leyendo