Eva contra Eva

Ana Belén intenta imponer su experiencia sobre las tablas para sacar adelante una función timorata en el Teatro Reina Victoria

Eva contra Eva - Foto de Javier Naval
Foto de Javier Naval

Si este montaje llevara otro nombre (para no dar pistas) y en ningún lugar figurara que está inspirada en la celebérrima cinta de Mankiewicz (director y guionista, nada menos) todavía podría mirarse con otros ojos. Pero aquí las comparaciones son tan odiosas que uno ya no se siente decepcionado, ni defraudado; sino, nuevamente engañado por las artes publicitarias. Pau Miró es el máximo responsable de esta desatinada adaptación (o quiera que deba llamarse) y eso que él ha estado detrás de proyectos donde ha demostrado su valía como escritor y dramaturgista. No hay más que recordar Pedro Páramo o Tierra baja. ¿Qué ha pretendido mostrar? Sigue leyendo

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Antonio y Cleopatra

Ana Belén y Lluis Homar despliegan encanto y humor para abrir la temporada en el Teatro de la Comedia

Antonio y Cleopatra - Foto de Sergio ParraQue conozcamos de sobra el desenlace, no quita para que la batalla dialéctica nos dé un impresionante morbo. El resto de personajes pueden quedar en la sombra y en silencio. Los avatares bélicos propician el movimiento de las piezas en la partida erótica, y el erotismo es una máscara aviesa por sujetar un poder muy quebradizo. ¿Quién hace más teatro? ¿Cleopatra o Marco Antonio? Nuestra mirada romántica nos hace crédulos ante tales arrumacos en los primeros instantes; pero ahí se dirime mucho más. En concreto, la supervivencia política. La reina de Egipto había hecho lo propio con Julio César y ahora no tendría inconveniente en volver a «venderse» a otro romano. Sigue leyendo

Medea

Ana Belén encarna a la mítica maga en una versión que pretende ser excesivamente fiel al relato conocido

Medea - FotoDebemos reconocer que llevar a las tablas el mito de Medea posee una serie de complejidades que requieren determinadas decisiones en sus versionadores y en aquellos que se atreven a dirigir a personajes tan cargados de apasionamiento. Antes del verano Andrés Lima optó por la desnudez, el salvajismo y hasta la performance. Después, en Mérida, se presentó la Medea de Vicente Molina Foix que ahora podemos contemplar en el Español. El novelista ha combinado los textos de Eurípides y de Séneca, ha decidido qué muertes deben acontecer y qué grado de crueldad se le usurpa al espectador y, también, ha tomado la decisión de incluir un largo cuento revelado a los hijos de Medea por esta misma y por la nodriza; un relato extensísimo en el que sin excesiva dramatización se van desgranando los avatares de Jasón y los argonautas en busca del Vellocino de oro, que Apolonio de Rodas compuso en el canto tercero de Las Argonáuticas, cuando los marineros llegan a la Cólquide y la maga queda prendada del héroe. La propensión de datos y recovecos mitológicos rompe cualquier ritmo teatral y, aun así, José Carlos Plaza lo dirige como puede, para luego intentar que la obra remonte gracias a la interpretación de Ana Belén, con una actuación que mide con diferentes grados la desesperación y, de una forma soberbia, por la nodriza a la que da vida Consuelo Trujillo, en un papel repleto de gestos, astucia y fragilidad impetuosa. Desgraciadamente no ocurre lo mismo con el resto de personajes, ni el Jasón de Adolfo Fernández parece poseer la fuerza que debiera, es como un héroe cansado de sus líos domésticos, sin ambición; ni, tampoco, el Creonte de Poika Matute se confía al tono dramático, se muestra demasiado caricaturesco. Y al resto les falta la grandiosidad que debe imperar en la tragedia a la que se ven abocados y no parecen acompasarse con la solemnidad de la hechicera. Sigue leyendo

Kathie y el hipopótamo

Magüi Mira dirige a Ana Belén en una obra de Mario Vargas Llosa, donde despliega todos sus recursos interpretativos

KathieDos mundos antagónicos se enfrentan en escena: la burguesía limeña encarnada en Kathie y la decadencia marxista que sostiene el profesor universitario Santiago Zavala. Ambos se han encontrado en una buhardilla parisina en su madurez, pero los dos han realizado un viaje vital que reverbera entre un pasado lleno de sueños y ambiciones, y un presente cínico, ficticio y disuasorio. Ese vaivén de tiempos (la juventud de Kathie, sus pretendientes, su matrimonio tempranamente fallido o la decepción que sintió Santiago por su mujer o sus proyectos inconclusos) y de espacios (Egipto, Lima, París) provocan una coreografía tremebunda de conversaciones cruzadas donde las inquisiciones de uno son las revelaciones sorpresivas de un enamorado veinte años antes, por ejemplo. En definitiva, una característica faulkneriana de la escritura de Vargas Llosa. Sigue leyendo