Oliver Twist

Juan Luis Iborra se pone al frente de esta adaptación para el Teatro de Latina sobre la novela de Charles Dickens

Crear un musical sobre la célebre novela de Dickens no solo es harto complicado, porque ha de hallarse la esencia y delimitar una trama muy bien definida, donde inevitablemente desaparecerán varios personajes secundarios (la obra es muy extensa); sino que la sombra del clásico montaje de Lionel Bart, que tanto éxito ha tenido en el Reino Unido, planeará para los más acérrimos. Afirmemos que el espectáculo que se representa en La Latina posee una estética atractiva, no obstante, algunos elementos no terminan de encajar del todo. Sin embargo, la dirección de Juan Luis Iborra es precisa y ajustada.

Para ello es fundamental fijarse en las decisiones dramáticas que ha tomado Pedro Víllora y que tanto influyen en la posterior dramaturgia. Por un lado, me parece muy acertado romper con la linealidad y destinarnos directamente al Londres de 1830 en el que transcurre la peripecia. Esto implica, por un lado, situarnos in medias res, con parte del camino ya trazado, con un protagonista que pospone el relato de sus orígenes. Ganamos en dinamismo. Por otra parte, se potencia la participación de Pablo Grife, que hace de Hurón, ese adolescente tan avispado que trabaja para el maléfico Fagin. Es de los papeles más atractivos y solventes, de los más redondos y controvertidos, de los que remarcan ese determinismo social que tanto interesaba a Dickens. El actor se desplaza con gran agilidad y comunica con enjundia. También hay que reconocer que el libreto, tan ajustado a poco más de dos horas (sin descanso), hemos de suponer que ha requerido de una serie de recortes evidentes. Mucho nos perdemos de la novela ─así ocurre con los musicales─ y aquí se dan algunos momentos que requerirían más tiempo y más complejidad. Por ejemplo, esto lo detectamos en el correcalles ─que debería ser más trepidante─ cuando ejecutan el robo al señor Sr. Barrow ─interpretado con gran solvencia por Manu Rodríguez─; pero, sobre todo, cuando se resuelve en un pispás el luctuoso momento previo al desenlace (comprensible, si se piensa en los asistentes más pequeños).

En otro orden, se encuentra cierta desigualdad en los talentos artísticos que se han de demostrar sobre el escenario. Pues no parece que se alcance un gran virtuosismo en las coreografías del elenco infantil. Incluso parecen apelotonados en algunas ocasiones. Sí que se halla más desenvoltura en actrices como Noelia Marló, quien baila con gran disposición y elegancia, cuando hace de Bet, ese rol secundario entre tantos malhechores. O, por su parte, Tomy Álvarez que, al encarnarse en juez, interpreta una original canción repleta de latinajos tan habituales en el derecho. Después, como Dr. Grimm, ofrecerá su entrega actoral con gran pujanza. Consideremos que uno de los puntos fuertes de esta propuesta es la música de nueva creación. Por lo tanto, no es una traslación del susodicho de Bart. Gerardo Gardelín, quien cuenta con una larga trayectoria, compone y dirige en directo las distintas partituras. Una mezcla enormemente conjuntada de tonos melancólicos con ritmos repletos de vigorosidad. Por supuesto, se contribuye a la narratividad, tanto en las letras como en las notas que imprimen sus músicos. En este sentido, toda la primera parte, cuando se presenta la banda de Fagin ─acogido con un vigor superior al acostumbrado para este personaje por Rubén Yuste─ la coralidad funciona mejor. Luego, nuestro Oliver, encarnado por Daniel Escrig, tendrá sus diferentes momentos en solitario para relatar su aciaga y azarosa biografía. El jovencísimo intérprete cumplirá vocalmente y brindará una interpretación cercana y humilde.

Creo que otro de los elementos potentes es la factura general, la ambientación, la escenografía y la iluminación que corren a cargo de David Pizarro y Juanjo Llorens. Ambos logran marcar los colores de aquella época, toda esa mugre de los bajos fondos con la tenebrosidad de una urbe levente iluminada. Además, las dos alturas y los distintos recovecos que se crean en la movilización de las puertas permiten diseñar un espacio atractivo para un teatro con una embocadura no demasiado amplia. A todo ello coadyuba apreciablemente el vestuario de Macarena Casís, quien señala con acierto los signos de cada carácter como, por ejemplo, el traje burdeos de Nancy, que aquí elude con sutilidad su condición de prostituta. Ella sostiene su bondad tras la máscara y Lourdes Zamalloa lo expresa gestualmente fenomenal.

El argumento, como sabemos, se mueve entre el bizantinismo de la consabida anagnórisis sobre el origen de nuestro héroe y un maniqueísmo que favorece la comprensión en el público más joven («¿A ti la historia de te gustó, no, U?» «Sí, y los trucos de magia de Fagin»). Por lo tanto, tenemos un espectáculo más que aceptable.

Oliver Twist

Autor: Charles Dickens

Versión y adaptación: Pedro Víllora

Dirección de escena: Juan Luis Iborra

Reparto: Daniel Escrig/ Eneko Haren, Pablo Grife, Rubén Yuste, Manu Rodríguez, Lourdes Zamalloa, Natán Segado, Marta Malone, Tomy Álvarez, Noelia Marló, Andrés Navarro, Laura González, Nacho Casares, Agustina Berenguer y Fran del Pino

Elenco infantil: Gabriel Flores, Nayden Rodríguez, Gonzalo Pinillos, Jeriel Figueroa, Gael Martín, Álvaro de Paz, Sergio Aguado y Alberto Zorrilla

Música y dirección musical: Gerardo Gardelín

Diseño de iluminación: Juanjo Lloréns

Diseño de escenografía: David Pizarro

Diseño de vestuario: Macarena Casís

Diseño de coreografía: Luis Santamaría

Diseño de sonido: Javier Isequilla

Diseño cartel y foto: Javier Naval

Diseño de caracterización: Laura del Muro

Productor ejecutivo: Rafa Coto

Dirección de casting y producción: Beatriz Giraldo

Creatividad: Anouk Orozco

Audiovisual: Andrés Finat

Construcción escenografía: Mambo Decorados

Una producción de AMR PRODUCE CORPORATE.

Teatro de La Latina (Madrid)

Hasta el 31 de enero de 2026

Calificación: ⭐⭐⭐

Calificación U: ⭐⭐⭐⭐

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