Sueña despierto

José Luis Iborra dirige esta nueva entrega del espectáculo navideño en el Circo Price con un argumento poco elaborado

Pasan las ediciones, una tras otra, en estas fechas tan señaladas, y las comparaciones se hacen inevitables. A veces ha ganado lo circense (La casa del árbol), otras, el cuentecillo con su ambientación (Los mundos del Price o El regreso de los cinco amigos) e, incluso, cuando nos visitaba Cometa, se aunaba todo con brío. En esta ocasión, los números de los artistas del equilibrio y otras variedades no alcanzan en conjunto el esplendor; aunque resultan atrayentes y vistosos. Sin embargo, la trama, el envoltorio, la danza y la música dejan mucho que desear. Voy a pensar que Juan Luis Iborra ha estado muy atareado con Oliver Twist, y que no ha podido dedicar el tiempo suficiente a este proyecto navideño. Porque, como afirmaba, el argumento es de una endeblez pasmosa. No es, desde luego, que se espere demasiado para un evento infantil; pero sí que haya algún personaje, algún hilo conductor más elaborado. Aquí, sencillamente, una pandilla de niños y de niñas se han perdido en el bosque y unos animales les ayudan a encontrar un refugio, que resulta ser un circo abandonado. No creo que se pueda entender mucho más. Esos chavales van funcionando en grupo, con un reparto bastante equitativo en sus participaciones; excepto el jovencísimo Iago Salas, que sorprende por su soltura y seguridad en el escenario. Ellos están comandados por la conductora del autobús escolar y por el profesor. Ambos se afanan como maestros de ceremonias. Pepa Zaragoza y Xisco González son los intervinientes que más a gusto se encuentran sobre la pista. Muestran su agilidad y su plena disposición; no obstante, las frases que deben soltar son tan pacatas como en los últimos tiempos. Hasta recurren a los lemas más célebres de Miliki y la familia Aragón. Como payasos, sus gags tienen poco recorrido más allá de algún remojón al respetable. Al menos, cumplen con su tarea. Otra cuestión son los animales, que apenas tienen entidad. Ninguno define su carácter. Es decir, tanta coralidad nos subsume en la incomprensión.

Asunto de igual calibre son las coreografías y las canciones. No hace falta ser un experto para observar la simpleza de los movimientos. Esos que tantas veces hemos visto en programas televisivos donde las piernas se desplazan una contra la otra en paralelo según alzan los brazos. Igualmente, los temas se perciben monótonos, con un sonido lejano, con los músicos escondidos al fondo. O sea, una insuficiente producción. Lo que no desmerece, en absoluto, es el vestuario diseñado por Emilio Salinas, pues ha sabido conjugar con mucho detalle los fantástico con lo realista. Como asimismo ocurre con la iluminación de Rodrigo Ortega, quien ambienta todo el espacio con tonos de rojo entre la oscuridad para crear una atmósfera de misterio.

El montaje lo sustentan, por lo tanto, las actuaciones circenses, que son muchas y variadas. Empezando por el guiño al ilusionismo que pergeña Sergi Buka subido en su vehículo a pedales con pantalla de sombras chinescas. Ideal para conectar con los espectadores más pequeños. Después tenemos los números más espectaculares y arriesgados, como el funambulismo del Dúo Alambria, que demuestran su buen hacer en las alturas. O los enérgicos componentes de La troupe del Atlas, quienes disponen unas acrobacias extraordinarias que emocionan a todos los asistentes. Muy seductor y elegante es el ejercicio final, con la pareja de La Gata japonesa (Elena Vives y Diego García) en su dominio de las telas aéreas mientras nos alucinan con cambios de atuendo fulgurantes.

Capítulo aparte merece Darío Dumont. El artista, con dos intervenciones (gran acierto sacarlo en varias ocasiones), se gana al público («¿Es lo que más te gustó, no, U.?». «Sí, era muy divertido»). Aparece al principio intentando subirse a una bicicleta en un juego de clown muy bien trazado, con equilibrios tremendos y para llevarnos con extravagante sencillez hasta el absurdo. Luego, se subirá en no sé cuántos rodillos para sostenerse en lo alto de manera imposible. Muchos aplausos para él.

Entre unos números y otros el espectáculo termina siendo entretenido para la chavalería que llena el Circo Price.

Sueña despierto

Circo Price en Navidad

Idea y dirección: Juan Luis Iborra

Conductora y profesor: Pepa Zaragoza y Xisco González

Artistas circenses: Sergi Buka (sombras chinescas y magia), Darío Dumont (bicicleta acrobática y rulos de equilibrio), La Gata japonesa (aéreos: telas y straps con quickchange), Dúo Alambria (funambulistas) y La troupe del Atlas (acrobacias)

Alumnos: Diego Torner, Iago Salas, David Calvo, Mateo Gordo, Lucía Gutiérrez, Irene Prieto, Daniel Torner, Marta del Mar Manzanas, Natalia Flores, Sergio Miguel García, Paula García y Míriam Celada

Animales: Marta Castell (ciervo), Cruz Toledo (reno), Karlos-Jorge Martínez (búho), Abril Aguirre (ardilla) y Ethan Terregrosa (conejo)

Músicos: Pablo Rodríguez (bajo), Silvia Pérez (batería), Nicolás Castro (guitarra) y Isabel Fernández (piano)

Voz Luna: Eva Diago

Escenografía: Pizarro Studio

Iluminación: Rodrigo Ortega

Vestuario: Emilio Salinas

Ayudante de dirección: Eva Diago

Diseño cartel: José Warletta

Ayudante de vestuario: Laura González Pérez-Sierra

Maquillaje: Eduardo M. Casanova

Coreógrafo: Luis Santamaría

Ayudante de coreografía: Carolina Gómez

Compositora de canciones y coach de voz: Eva Diago

Dirección musical y música: Nicolás Castro

Circo Price (Madrid)

Hasta el 6 de enero de 2026

Calificación: ⭐⭐

U: ⭐⭐⭐

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