La mujer rota

Anabel Alonso ofrece una actuación subyugante para vivificar este monólogo de Simone de Beauvoir en el Teatro Infanta Isabel

En 1967 publica Simone de Beauvoir tres relatos bajo el título de La mujer rota. Uno de ellos, «Monólogo», es el que emplea aquí Heidi Steinhardt, con gran coherencia, para adaptarlo a las tablas. Alessio Meloni ha preparado una chambre macilenta, vacía, mugrosa, que es capaz de encerrar a la protagonista ─unas cortas verjas se observan en la puerta de entrada─ y de encerrarnos a nosotros con ella. La iluminación de Rodrigo Ortega quizás sea excesiva en la mayor parte de la función, seguramente no se quería incurrir en el naturalismo. Sí que al principio se echa en falta un poco de ruido. Nuestra malhadada se queja de la algarabía procedente de la calle que se cuela por su ventana. Es Nochevieja; no obstante, impera el silencio en aquella habitación parisina.

Anabel Alonso despliega todas sus artes para lograr que su pensamiento reverbere a través de otros muchos personajes que aparecen por doquier. Espectros que en estilo indirecto requieren una voz, algo sarcástica. En esto la intérprete, quien ha trabajado también el doblaje cinematográfico, se maneja con versatilidad. Nos deja, de esa manera, por ejemplo, en la caricatura de su madre, a la que no traga y con la que ya no tiene trato, ciertos rasgos de comicidad. Resulta maravilloso cómo va modulando sensaciones, cómo nos bandea con sus mortificaciones, con sus penurias, con esa vida tan desastrosa que tiene. Una tipa malhablada, que no rehúsa emplear términos de somera sordidez. Por momentos, observo la influencia de Jean Genet, cuando recuerda su infancia: «yo la mayor quedaba apretada entre sus cuerpos justo a la altura del sexo de todos en medio del olor a sexo…». «¡Imbéciles!» es el insulto que sirve para comenzar su alocución y para situarnos en la posición de su cabreo. Separada de su segundo marido y sin la posibilidad de ver a su hijo, que vive con él. Sola y dándose cabezazos contra las paredes, lamentándose de muy malas formas de su situación. El discurso viene trastabillado, repleto de ansiedad y de desánimo, de odios inveterados sobre su hermano y esas descripciones grotescas con las que se desquita. Ella se dice a sí misma: «las he pasado putas pero he vivido y sin mentiras sin tongos». Sería sencillo trazar el análisis sicológico tan repetido en muchas mujeres. Amar al padre, odiar a la progenitora, compararse negativamente hermano…

La filósofa introduce los elementos sociales que constriñen la condición de estas señoras: «Sin pasta una no puede defenderse una es menos que nada…». Así es imposible que pueda recuperar a Francis. Y por eso repite hasta la saciedad: «harta, harta,…», de modo tremendamente significativo. El hartazgo femenino cuando no se han podido jugar las cartas adecuadamente. Además, es la razón del tedio, del aburrimiento, que expresa con ese deambular desesperado. En ese estado es fácil retrotraerse a esos rencores aquilatados por su ser. Los celos de su madre, por un lado, y, por otro, su primer matrimonio con el tal Albert, el padre de Sylvie. A partir de ahí, se nos prepara dramáticamente, con diferentes prolepsis, para la catástrofe vital de Murielle. Uno escucha y sospecha de esta señora, de hasta qué punto no ha desvariado o perdido los nervios, con esa agresividad, a lo largo de su existencia. Aunque, por otra parte, nos conmueve cuando en el epílogo, en una aparte tenebroso ─con una música atenazadora, ahora sí─ y brutal (gran idea de dirección), fuera de ese habitáculo, monologa con suprema angustia para describirnos el acibarado final de su hija. «Cinco años ya». Luego, todo sigue; pero la conmoción se sostiene sobre el escenario. El montaje es breve, concisa y la actriz atrapa la sustancia y el estrago. En alguna medida, nos recordará a Molly Bloom por su descaro y por esa ausencia de comas en el flujo de conciencia. Sin embargo, aquí hallamos mucho más al ser que se aproxima lentamente a la vesania.

La mujer rota

Autora: Simone de Beauvoir

Dirección: Heidi Steinhardt

Intérprete: Anabel Alonso

Ayudante de dirección: Ana Barceló/Manuel de Durán

Escenografía y vestuario: Alessio Meloni

Diseño de iluminación: Rodrigo Ortega

Diseño de sonido: Mariano Marín

Producción ejecutiva: Jair Souza – Ferreira

Diseño gráfico: Javier Naval

Distribución: Julio Municio

Dirección de producción: Miguel Cuerdo

Producción: La Zona

Teatro Infanta Isabel (Madrid)

Hasta el 16 de noviembre de 2025

Calificación: ♦♦♦♦

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