Risa caníbal

Las Huecas se plantan en el Centro Dramático Nacional para ejecutar una performance supuestamente antifascista

Foto de Geraldine Leloutre

Por aquello de que llevan el mismo título y parece que pudiera tener una influencia, me he leído el ensayo ─reeditado y ampliado en 2021─ de Andrés Barba. Interesante y clarificador de la cuestión del humor tan «limitado» en los últimos tiempos. Me ha servido, ante todo, para entender que Las Huecas llegan tardísimo, y eso que no sé exactamente a qué venían. Su espectáculo es ─no haré el chiste fácil─ de los más insignificantes que hemos podido observar hasta el momento en nuestra contemporaneidad. Chicas con pretensiones políticas que osan atacar a la ultraderecha europea con un artefacto inane, que no alcanza a ser ni rasguño dadaísta, ni soflama punk. Las tres Huecas: Júlia Barbany, Núria Corominas y Andrea Pellejero se presentan junto a Judit Martín y Sofía Asencio para encarnarse en Marine Le Pen, Giorgia Meloni, Alice Weidel y, algo así como Sílvia Orriols o, incluso, Isabel Díaz Ayuso (cualquiera que no sea de los nuestros es un ultra, que diría Pablo Iglesias Turrión). Grupete traído por los pelos, pues poder como tal lo tiene la italiana. No obstante, pergeñar una parodia con los políticos actuales, que son todos ellos marionetas de fuerzas casi omnipotentes, nos deja con cara de tontos. Estas mujeres serán sustituidas con pasmosa facilidad, cuando corresponda. En este circo, solo pueden ascender los populistas de todo cuño. Y hasta gente como Trump es un monigote.

Ante tal panorama, la función parece un refrito a ritmo de pasodoble de sketches de Tricicle. La nariz de payaso se convierte en el adminículo del superpoder. Las bufonas se pueden vanagloriar de sus victorias (en inglés y otras lenguas) y gestualizar el absurdo de beber agua. Sí, la lentitud y la parsimonia, con un poema de Miguel Hernández de fondo, resulta tedioso. Esas mandatarias se ven constreñidas por un espacio vacío del que no pueden salir, como en El Ángel Exterminador, aunque sin crítica a la burguesía. Espatarrarse, enseñar las bragas, dejar sus caquitas esparcidas y evidenciar la sangre procedente de una maleta. Y levantar mucho el brazo, que quede claro que, por encima de todo, son fascistas.

Si la propuesta no queda consumida antes es porque cada acción se demora una enormidad. En realidad, todo se dirige a la configuración de la escena final. Reconozco que es inquietante; sin embargo, no se le saca mucho partido. Como extraído de un stand del Museo de la Evolución Humana de Burgos, llega una neandertal. Una figura perfectamente recreada y caracterizada por Núria Isern en lo único verdaderamente singular del montaje. Una performance que funciona de manera autónoma, un acto caníbal con el que debemos comprender el mensaje y la metáfora de este estropicio. A saber, si estas buscadoras de los mitos fundacionales, como aquellos que anhelaban encontrar al ario más puro en su blancura apolínea, reclaman al cavernícola ─bien sabemos que este homínido era más inteligente de lo que se pensaba─, ahora lo van a tener en todo su esplendor. Debemos, entonces, aceptar que el posthumor se adentra en nuestro cuerpo para propiciarnos la catarsis.

Llegados a este punto de patetismo, nuestra inteligencia pide autocrítica izquierdista, consideración de que, quizás, oh, sorpresa, el ascenso de posiciones autoritarias, neoconservadores, ultraliberales, iliberales, fascistas (sí, en sentido estricto), nacionalcatólicas, etcétera, tiene mucho que ver con la estulticia de los modelnos, de los hípster, de los progres de nuevo cuño y, por qué no afirmarlo, de un feminismo que no ha aceptado su éxito con la pausa necesaria y ha querido arrasar por el lateral del hembrismo. ¿De verdad han sido los políticos ultraderechistas quienes «han usurpado» la estética teatral, su estilo performativo a los artistas? ¿Es que el populismo hispanoamericano socialista no ha llevado durante décadas la espectacularización de sus mítines hasta la bufonada más ridícula?

Ahora, qué a gustito se está en el teatro público señalando lo malas que son esas arpías tan déspotas. ¿Están seguras Las Huecas de ser de izquierdas? Insisto, como lo he expresado en otras ocasiones: ¿se puede ser contestatario desde el CDN cuando el país está gobernado por Pedro Sánchez o cuando su director Alfredo Sanzol auspicia obras siempre con el mismo sesgo ideológico? Ya saben, otra vez la superioridad moral. Hasta los que comulgamos con ciertas ideas  ─que no ideologías─ de estas esferas necesitamos que el teatro nos plante un espejo para que asumamos nuestras contradicciones.

Risa caníbal

Una creación de Colectivo Las Huecas

Texto y dirección: Júlia Barbany, Núria Corominas y Andrea Pellejero

Reparto y colaboración en la creación: Sofia Asencio, Júlia Barbany, Núria Corominas, Judit Martín y Andrea Pellejero

Escenografía: Marta Lofi

Iluminación: Ana Rovira

Vestuario, utilería y efectos especiales: Oriol Corral

Espacio sonoro: Adrià Girona

Caracterización: Núria Isern

Dirección técnica: Sofía A. Martori

Construcción de diorama: Miquel Grima

Construcción de máscaras: Dani García

Traducción de sobretítulos: Joël Beltrán

Asesoramiento: Proyecto Una

Producción ejecutiva: Rut Girona

Ayudante de producción y dirección: Rita Capella i Margarit

Diseño de cartel: Emilio Lorente

Fotografía: Geraldine Leloutre

Tráiler: Macarena Díaz

Producción: Centro Dramático Nacional, Teatre Lliure, Monte Isla y Las Huecas

Colaboración: Con el apoyo de La Infinita de L’Hospitalet, La Cremallera, La Mansió – El Pumarejo, Espai Nyam Nyam, Fàbrica de Creació Fabra i Coats y Nau Ivanow

Teatro Valle-Inclán (Madrid)

Hasta el 9 de noviembre de 2025

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3 comentarios en “Risa caníbal

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