La Agrupación Señor Serrano vuelve a trazar una performance epistemológicamente insuficiente en Nave 10 Matadero

Cuanta más tecnología se reparte «democráticamente» entre la población más ingenuos me parecen estos espectáculos con cachivaches; aunque se empleen procedimientos altamente atractivos con inteligencia artificial para subsumir rostros y más rostros en directo, como aquello que tanto sorprendió en el «Black or White», de Michael Jackson allá por 1991. El morphing está al alcance de cualquiera. Y resultaría fantástico si estuviera al servicio del concepto. Hablamos del amor, como sucede en todas las obras de arte que no tratan de la muerte. Así también ocurre en paralelo en el Teatro de La Abadía con Los amores feroces; porque Octavio Paz discurrió sobre la cuestión en el ensayo La llama doble. Miles de novelas, de poemas, de dramas ahondando hasta el infinito en el sentimiento más avieso y aquí lo resuelven en un pispás como si se pudieran situar en el ser primitivo.
La Agrupación Señor Serrano se empeña tan fuertemente en no ser convencional, en no caer en el más mínimo naturalismo, en no conceder un ápice al diálogo, que termina por olvidarse de ser significativo. Para qué habrán querido consultar a la filósofa Clara Serra si no aspiran a contestar a ninguna de las preguntas que se lanzan en inglés (subtitulado). Algo así como «cuándo surgió el amor» o «si siempre ha tenido estas reglas del amor». Definitivamente, uno puede encontrarse vídeos más interesantes, más ilustrativos y hasta encajados de una manera más sugerente en museos de antropología. La racanería de medios en el sentido de la expresividad artística es palmaria. Uno dirá, claro, que contamos con cámaras, con intervenciones de IA al instante (con la habitual desincronización de imagen y voz); pero el resto son bolsas de basuras de las que surge algún objeto, algún trapito y unos botes para chorrearles pintura… En fin, si los relatos insignificantes e inasibles que escuchamos permearan materialmente de un modo pertinente podríamos sacar alguna conclusión filosófica y estética.
Al principio, la cara gigantesca de Anna Pérez Moya aparece en la pantalla. Emociones en sus ojos, en sus carnosos labios: la sorpresa, la estupefacción, el gusto, el placer, la pena… En algún momento, recordé la portada de Tan poca vida, de Hanya Yanagihara, la foto de Peter Hujar, Orgasmic man, que se aposenta en librerías desde hace años. Remarcar los gestos es, a mi parecer, un buen comienzo, una aproximación desde cero hacia un territorio ignoto. No obstante, resulta paradójico que se discurra sobre el amor con una solitaria performer. Cuesta asumir la vivencia del amor sin los otros. A partir de ahí tendremos que escuchar sus corrientes relatos desde la prehistoria, con la exposición de esas muestras rupestres extraídas de la Cuevas de las Manos, pasando por una búsqueda de El Dorado, a través de la selva, para verse atiborrada de desierto. Me vino la cabeza La mujer de la arena, aquella película de Hiroshi Teshigahara. ¿De qué nos está hablando esta chica con esa ilusión en la mirada? Si hemos de acudir al cursi romanticismo caeremos en una escena bastante ridícula donde unos cristales son pringoteados por pintura en una vitrina circular y giratoria. Algo kitsch, de saloncito francés. Por el camino habrá una parada en el mundo clásico, en el contacto con efebos, para desembocar en un jueguecito con el público, pues con una fotografía al respetable se empastará un cuento más en nuestra contemporaneidad.
Y, ¿cómo se vertebran estas historias tan inanes y sin pulsión política? Pues con el relleno consabido en estos proyectos. En algún movimiento dancístico que no se concreta en una coreografía, en el revoloteo entre las bolsas de basura, en el alzamiento metafórico de una gigantesca manta térmica dorada y, sobre todo, en meter imágenes de películas famosísimas para que nuestra retina evoque Titanic, Romeo y Julieta, Casablanca, Deseando amar, Retrato de una mujer en llamas, y un largo etcétera. Besos, morreos y lengüetazos de personajes indelebles, de ellos y ellas, de ellos con ellos, y de ellas con ellas, de todas las etnias, de todas las bellezas y fealdades. El amor, sí, también lo ha ahormado Hollywood, y nosotros con la admiración. Pero, ¿qué más?
En su anterior espectáculo, La isla, ya se adoleció de una epistemología que se desplegara. En esta performance que ahora nos han presentado en el Matadero continúan en esa línea descendente. Se echa en falta la sagacidad, el humor y el discurso político de otros montajes como A House in Asia. No sé cuánto margen hay que otorgar a tanta futilidad.
Un espectáculo de Agrupación Señor Serrano
Dirección y dramaturgia: Àlex Serrano, Pau Palacios
Ayudante de escenografía: Sara Leme
Coordinación de producción: Barbara Bloin
Dramaturgista: Cristina Cubells
Ayudante de dirección y dramaturgia: Max Glaenzel y Sara Leme
Performer: Anna Pérez Moya
Producción ejecutiva: Paula S. Viteri
Management: Art Republic
Voz en off: Simone Milsdochter
Escenografía: Max Glaenzel
Música: Roger Costa
Objetos: Celina Chavat
Diseño de la iluminación: Víctor Longás
Vestuario: Joan Ros
Movimiento: Anna Pérez Moya
Programación de vídeo: David Muñiz
Vídeos: Boris Ramírez
Una producción de Agrupación Señor Serrano, GREC Festival de Barcelona, CSS Teatro stabile di innovazione del Friuli Venezia Giulia, TPE – Teatro Piemonte Europa / Festival del Colline Torinesi, Teatro Nazionale di Genova, La Piccionaia s.c.s., Grand Theatre Groningen, Departamento de cultura de la Generalitat
Con el apoyo de Teatro Calderón Valladolid / Meet You, Nave 10 Matadero, Teatro Principal de Inca, Teatro Libre, Fabra i Coats Fábrica de creación de Barcelona, Culture Moves Europe (Unión Europea y Goethe-Institut)
Agradecimientos: Andrea Martínez, Janto aka Modester, Lluís Fusté, Nau Ivanow, Manus Nijhoff, Alex Tentor
Nave 10 Matadero (Madrid)
Hasta el 5 de octubre de 2025
Calificación: ♦
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Un comentario en “Historia del amor”