Hysteria

Carla Nyman se pone al frente de un montaje surrealista en el Teatro de La Abadía sobre diversos padecimientos siquiátricos de una paciente

Hysteria - Foto de Vanessa -RabadeNo hará más de unos meses, Lola Blasco, con El teatro de las locas, escenificaba las experimentaciones del neurólogo Jean-Martin Charcot. Me faltó locura en aquella; pero es que a esta de Carla Nyman le falta directamente histeria. No es necesario que acudamos a un mamotreto de siquiatría para descubrir efectos de nerviosismo abruptos y toda una gama de comportamientos extemporáneos. ¿O es suficiente con poner luces estroboscópicas y pinchar musicote? ¿Qué sentirá el espectador si de la autora lee: «El Hospital de la Salpêtrière era un infierno femenino. Cuatro mil mujeres incurables o locas o dementes fueron exploradas y exhibidas para mostrar qué era la histeria. Agustina no es una de esas mujeres, o quizás sí» y, luego, nada, ni remotamente, transcurre de eso modo?

Aquí cunde la verborrea para disparar en muchas direcciones con una intencionalidad vacua. Sinceramente, a nuestra protagonista, como mucho, se le podría diagnosticar tedium vitae, aquel que padecían tantas burguesas y otras damas de alta sociedad europea quienes, a pesar de sus festejos privados y de sus viajes campestres, se aburrían tanto como nosotros en las butacas. ¿Dónde está el horror reflejado en aquellas chicas que podemos observar en las célebres fotografías del susodicho hospital? ¿Dónde está su anulación personal después del tenebroso trato recibido entre sesiones hipnosis?

La primera escena ya se acoge a una lentitud que no favorece la risa, cuando debería parecer cómico que el Doctor Doctor le saque del útero a su paciente una cantidad ingente de objetos como si fuera un mago. Podría ser un buen comienzo si la obra discurriera por esos vericuetos; pero no es el caso. Acabamos en la microbiota de Agustina, en su ser interno, que Monica Boromello ha imaginado como una mezcla de galería de arte y habitación clínica con paredes repletas de pinturas. No falta El origen del mundo, de Courbet o El desesperado, del mismo autor. Junto a otros como La muerte de Marat, de Jacques-Louis David. En este sentido, sí que se le saca un partido más surreal cuando se juega con estos cuadros. Ya sea para colar un brazo desde el otro lado o, para transformar el Retrato de un perro, de Rosa Bonheur, en un chucho heideggeriano dispuesto a soltar una diatriba existencialista con todo el aparataje conceptual del filósofo alemán: «Sin embargo, todo os distrae del Dasain. Esos asuntos pánfilos como el trabajo, los museos de cera, los cócteles en vaso de calavera, el Hormiguero y el todo incluido tienen, sí, tanto éxito en la mente de las personas».

Se puede intuir, aunque de manera naíf, toda una serie de procesos que identificamos con la patafísica de Jarry. El absurdo que se quiere resolver con la imaginación, pero el desparrame general lo subsume en el gesto de videoclip pop. En esto la música es una declaración de intenciones irónicas (suena «Happy Together», distanciadoras, demasiado exprimidas en el posteatro. Subidos a una cinta de correr intentan representar la huida de aquella cueva como Sísifos. No alcanzan la virguería de los OK Go, no obstante, buscan deleitarnos. Gestos juveniles para la evasión con el «Locked out of Heaven», de Bruno Mars. Pura intrascendencia en el chisporroteo de motivos culturales. Son textos con el aliento de un Rodrigo García descafeinado y sin punch: «…la ONU coronó a Finlandia como el país más feliz del mundo por sexto año consecutivo con sus duros inviernos y altas tasas de suicidio. Y aquí no nos quedamos cortos, eh. Lo que pasa es que lo solucionamos con otros recursos como los garbanzos con chorizo y los afterhours».

Ante todo, lo más valioso del montaje son sus dos intérpretes. Lluna Issa Casterà es una actriz a tener muy en cuenta. Su soltura es magnífica y expele una gran naturalidad, cuando debe ponerse logorreica, amén de su agilidad corporal en la ocupación escénica. Otro tanto se puede afirmar de Mariano Estudillo, un tipo formado en el Clásico, donde lo hemos podido contemplar con delectación. Sabe aquí manejarse en la estupefacción y acepta el reto de desentrañarse en esas entrañas uterinas.

Quedará claro que esta es una alargada relación, un baile, entre el Doctor y su Agustina. Deambularán mientras, lentamente, la conexión externa va llegando para que nuestro médico despierte de su propia alucinación. Entre las claves, el deseo de la susodicha en viajar a Finlandia (la dramaturga tiene antecedentes fineses), donde se halla el hombre, Samuel, que la plantó. Las cartas que debemos escuchar son largas, morosas. No diremos que se da en la propuesta una exploración sociológica, ni siquiera tímidamente, sobre las féminas que se abandonaban en los siquiátricos europeos con la excusa de sus desvaríos para que los esposos recuperasen el aliento rejuvenecedor con sus amantes.

El remate de la función, una vez hemos asumido que el brazo que se ha colado por la pared a travesando la vagina del célebre cuadro antes nombrado es del tal Samuel, es un machaque que ya no va a ningún sitio. Hasta tres misivas seguidas emitidas por el Doctor y una cuarta de respuesta recitadas por el intérprete. Soporífero colofón, y todo para una broma.

Hysteria es una decepción, pues el concepto pergeñado por Carla Nyman y Alejandro Pérez-Paredes (este chico ha ido despareciendo de los carteles iniciales) se diluye en la nadería, en el flirteo dadaísta y, principalmente, no ofrece lo que promete.

Hysteria

Texto y dirección: Carla Nyman

Concepto: Carla Nyman y Alejandro Pérez-Paredes

Intérpretes: Lluna Issa Casterà y Mariano Estudillo

Ayudante de dirección: Ruth Rubio

Voz de perro heideggeriano: Marcial Álvarez

Voz Samuel: Samuel Padilla

Creación escénica: Lluna Issa Casterà, Mariano Estudillo, Juan Pérez, Danielle Mesquita, Ruth Rubio, Carla Nyman y Colectivo amor&rabia

Diseño de escenografía: Monica Boromello

Diseño de iluminación: David Picazo

Diseño de sonido: Sandra Vicente

Diseño de vestuario: Mónica Teijeiro

Coreografía: Juan Pérez

Asistencia artística: Lluna Issa Casterà

Ayudante de escenografía: Nuria Díaz-Tejeiro

Asesoría de movimiento: Danielle Mesquita

Asesoría musical y arreglos vocales: Ruth Rubio

Construcción escenografía: Mambo Decorados

Realización escenografía textil: Estrella Baltasar

Fotografías escena: Vanessa Rábade

Vídeo-Teaser: David González

Producción ejecutiva: Pablo Ramos Escola

Dirección de producción: Jordi Buxó y Aitor Tejada

Distribución: Caterina Muñoz Luceño

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 13 de octubre de 2024

Calificación: ♦♦

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5 comentarios en “Hysteria

  1. Muchas gracias por tu crítica, estoy completamente de acuerdo. Salí con una sensación de engaño, preguntándome qué es lo que había visto. No tiene nada que ver con su sinopsis, parece una especie de “clickbait”.

    Los números musicales, el abuso de las imágenes de ambos protagonistas en una especie de delirio gestual y la inexistencia de diálogos (los personajes parecían no comunicarse entre ellos, sino soltar su monólogo presuntuoso y difuso), sin duda fueron elementos que me sacaban de la trama —sea cual fuese—.

    Aún así diré que hubo ciertos momentos donde me parecía rescatable, y me molestó que no se supiese aprovechar. Por ejemplo, la escena en la que Agustina explica cómo es salir a la calle, la incapacidad de andar, el hecho de estar con el corazón roto y sentir que no puedes “avanzar” y que eso se traslade de forma física, etc. Sí me pareció de una sensibilidad exquisita, y quizás por ello la obra en ocasiones es rescatable.

    Muchas gracias de nuevo por tu labor. Leo tus críticas pero es la primera vez que comento.

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  2. podría haber escogido otro título y no utilizar la «hysteria» que según lo comentado en la sinopsis de la obra, orienta a una representación psicoanalítica, pero que se abunda en un surrealismo anacrónico, con nadaismo, que ni tan siquiera tiene que ver con el distorsionado retazo existencialista heydegeriano ladrado sin el ladrido del perro.

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