Rimini Protokoll monta en el Teatro Valle-Inclán una improvisada embajada para Taiwán en un espectáculo de tintes propagandísticos

Si el lenguaje predominante en nuestra sociedad es el publicitario; pues todo está en venta ─hasta uno mismo─ debemos esperar que el arte teatral, donde impera el canal audiovisual, todavía fuera un vector de resistencia. ¿Cómo debemos tomarnos este artefacto de Rimini Protokoll? Porque directamente como propaganda clásica con los procedimientos irónicos, distanciadores y tecnológicos del siglo XXI. Bastantes performances hemos sufridos con el tema catalán en los últimos años como para ahora atender a los taiwaneses. Del País Vasco no hablo, ya que me ha comentado que eso es agua pasada y que pelillos a la mar, y que mucha libertad de expresión, aunque atufe a Titadine.
A nosotros Taiwán no nos compete más que para que la ropa de Inditex sea barata y nuestros móviles furrelen a todo trapo. La lista de regiones, territorios, pueblos y demás congregaciones que quieren independizarse de algo para que seguir siendo lo mismo que el resto es infinita. ¿Cómo podríamos empatizar, entonces, con el pesar de estas gentes chinas que se ven cercadas por el mar y una superpotencia que los quiere devolver a su ser? Pues, desde luego, no con el documental sesgado o con la conferencia donde apenas parecen ofrecerse tres matices sin una profundización superior.
El dispositivo, como suele ser habitual en la compañía, procede con tres individuos «reales», que hacen de ellos mismos, que no configuran ningún personaje. Su experiencia se plasma en escena como una tría de miradas que confluyen en un mismo objetivo: dar a conocer la situación de su país. Nosotros, mientras hemos observado los conflictos acuciantes, y más cercanos, del mundo (Ucrania y Palestina), hemos prestado poca atención a los movimientos estratégicos y militares de China y de Estados Unidos en relación a Taiwán; no obstante, reconozcamos que la tensión que mantienen ambos estados es de una preocupación supina. Los intereses geoestratégicos son tan vigorosos que la propuesta a la que asistimos se queda en muy poco si se obvia que cualquier cambio de estatus no depende de los indígenas de Formosa. De ahí la importancia del Movimiento Girasol, puesto que evidenciaba, como no podía ser de otro modo, que los asuntos comerciales y económicos priman sobre cualquier otra cuestión.
Pero, claro, el montaje evoluciona con una levedad sofocante. Los chascarrillos sobre su idiosincrasia, que pueden ser cómicos, originales y satisfactorios para un momento; no consiguen elevar el nivel artístico. ¿Dónde están las vivencias trascendentes que nos conmuevan? Aparece Debby Szu-Ya Wang, que es música, y va a ir creando en directo una pieza de percusión capaz de arrastrarnos a un ritmo fenomenal. Ella vive fuera de la isla. Su familia es dueña de Possmei, la empresa creadora de Bubble Tea, una exitosa bebida de té. Ella abogará por una visión más cosmopolita, más liberal. Por su parte, la activista Chiayo Kuo es quien lleva gran parte de la narración. Desde un set va colocando recortables de una forma bastante escolar y algo de cinismo para relatarnos distintos aspectos de su familia y de la historia de Taiwán. Ella representaría a un sector más joven de aquella sociedad. Estos ansían una independencia plena y, efectivamente, un reconocimiento como tal por parte de los demás países del planeta (ninguno significativo), pues en la actualidad solamente 12 aceptan esa categoría. La lástima, en su caso, es que no discuta plenamente con su compañero de función, David Chienkuo Wu, un exdiplomático, que defiende las virtudes del dictador Chiang Kai-shek y de su hijo. No se da un deseable enfrentamiento, pues apenas van sacando un cartelito: I DISAGREE. Que se muestren de esta manera, cuando ambos expresan posturas tan antagónicas, resulta decepcionante. Aceptemos, en cualquier caso, que como actores amateurs logran una espontaneidad muy aceptable, lo que demuestra, además, el buen hacer del director Stefan Kaegi.
Desde luego, el despliegue de medios y de modos es lo más significativo del espectáculo. Favorece el dinamismo y logra que nos olvidemos, por momentos, de la enorme carga didáctica que conlleva. Detalles como «identificar» con su móvil, conectado a los telares del fondo, a personalidades de la política española como nuestro ministro Albares o de la esfera empresarial como el «giratorio» Josu Jon Imaz, flamante consejero de Repsol, a través del público (con caras conocidas el día del estreno, por supuesto) resulta gracioso y, de alguna manera, crítico; ya que revelaría un simulacro de congreso del que hubiéramos podido sacar fértiles conclusiones en caso de que hubiera tenido un desarrollo más elocuente. También tiene bastante de performance en FITUR, con cancioncillas al uso y plaquitas de quita y pon, banderas, farolillos de colores y otros adminículos, que valen más para montar un stand que una embajada espuria.
A raíz de la polémica visita de Nancy Pelosi en 2022, salieron a la luz datos relevantes, porque parece que la mayoría de la población abogaba por quedarse como está, más allá de lo que plantean los partidos más poderosos. Mal asunto es si, tras salir del teatro a uno le importa bien poco el status político de un país con un PIB que ocupa el puesto vigésimo segundo del mundo.
This Is Not an Embassy (Made in Taiwan)
Concepto y dirección: Stefan Kaegi (Rimini Protokoll)
Dramaturgia: Szu-Ni Wen
Reparto: Chiayo Kuo, Debby Szu-Ya Wang y David Chienkuo Wu
Escenografía: Dominic Huber
Iluminación: Pierre-Nicolas Moulin
Música: Polina Lapkovskaja (Pollyester), Debby Szu-Ya Wang y Heiko Tubbesing
Vídeo: Mikko Gaestel
Grabación de vídeo: Philip Lin
Investigación en Taiwán: Yinru Lo
Codramaturgia: Caroline Barneaud
Asistente de dirección: Kim Crofts y Szu-Ni Wen
Asistente de escenografía: Matthieu Stephan
Visión externa: Aljoscha Begrich y Viviane Pavillon
Diseño de cartel: Emilio Lorente
Fotografía: Claudia Ndebele
Director técnico: Quentin Brichet
Regidor: Bruno Moussier
Jefe de sonido: Charlotte Constant y Ludovic Guglielmazzi
Jefe de vídeo: Sebastian Hefti y Nicolas Gerlier
Jefe de luces: Pierre-Nicolas Moulin y Jean-Baptiste Boutte
Utilería: Séverine Blanc, Clélia Ducraux y Mathieu Dorsaz
Construcción del decorado: Théâtre Vidy-Lausanne
Producción en Europa: Tristan Pannatier
Producción en Taiwán: Mu Chin (NTCH)
Producción: Théâtre Vidy-Lausanne, National Theater & Concert Hall Taipei con el Centro Dramático Nacional, Rimini Apparat, Berliner Festspiele, Volkstheater Wien, Zürcher Theater Spektakel, Festival d’Automne à Paris y National Theatre Drama / Prague Crossroads Festival
Con el apoyo de Centre Culturel de Taiwan à Paris Prix Tremplin Leenards/La Manufacture Le Cercle des mécènes du Théâtre de Vidy
Teatro Valle-Inclán (Madrid)
Hasta el 22 de septiembre de 2024
Calificación: ♦♦
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