La Conquesta del Pol Sud viaja hasta el Amazonas para documentar las vivencias de una población indígena a través de una dramaturgia sin hondura
Varias obras en las últimas temporadas nos han llevado hasta el Amazonas para redundar en toda una serie de cuestiones políticas que conllevan unas incongruencias insuperables. Recordemos O agora que demora, de Christiane Jatahy, quien, entre otros asuntos, se ocupaba de los indios kayapo y la idea de su «desalojo» forzoso. Después, con Depois do silêncio, adaptación sui géneris de la novela Arado torcido, remarcó con mayor insolencia las injusticias en la historia reciente de su país. A estos espectáculos podemos sumarle el Antigone in the Amazon, de Milo Rau, quien, además, se marchó a esos territorios brasileños para denunciar la situación del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). El propio presidente Lula da Silva, quien tenía afinidad con ellos, todavía sigue en la brega con el asunto. Aquí, en el proyecto de La Conquesta del Pol Sud, también aparece el mandatario en un vídeo, de joven, dando una arenga descomunal por el asesinato de un líder obrero.
Convengamos que este montaje tiene más de periodismo que de teatro-documento; porque la expresividad dramática está hilvanada de una manera bastante tosca. Lo verité se nos vende como genuino; pero insisto en que sería conveniente que el teatro político nos estampara las contradicciones, los dilemas difícilmente solventables. En los Guardianes del corazón de la tierra se lanzan muchas preguntas, muchos hallazgos, muchas noticias; sin embargo, están ahí para que el espectador haga los silogismos más simplistas, aquellos que emplea el populismo. En cualquier caso, Carles Fernández Giua y Eugenio Szwarcer se involucran como presentadores, como conferenciantes, sin un esfuerzo actoral, pues ellos usan lo teatral en un estilo más cronístico. Es cierto que se da una estetización permanente que, en algún sentido, nos permite introducirnos en el relato. Me parece que la imagen y la estructura del contenedor de mercancías, auténtica unidad de medida de nuestra sociedad de consumo, funciona excelentemente. Que luego se convierta en un cubículo un tanto espectral, todavía propicia una visión más atrayente. Lo que ocurre es que son elementos que se introducen y se abandonan. Quiero decir que el público debe tomar en su conciencia una de las minas de carbón más grandes de Europa, en el centro de Alemania, para que se dé cuenta de cómo unos activistas (construyen cabañas en la copa de los árboles) luchan por la supervivencia del Bosque de Hambach. Esto lo debemos relacionar con deforestaciones similares en distintas zonas del Amazonas, con lo que implica desde el punto de vista ecológico y humano. Es ahí donde entra Txana Bane. Gran aporte, efectivamente; pues pertenece a la comunidad huni kuin, pueblo que habita zonas limítrofes de Brasil y de Perú. Me parece un tanto escueta su biografía, pues no llegamos a saber demasiado de su modo de vida. Que viva gran parte del año en Alemania, con su mujer y sus hijas; aunque pase hasta cuatro meses en ese reducto selvático del que procede su familia, resulta bastante paradójico. Él mismo lo afirma, cuando habla de mantener lo mejor de los dos mundos. Eso a mí me suena estupendo, ¡a quién, no! Es como vivir en una gran ciudad con sus pros y sus contras, y después tener pueblo para pasar el verano, eso sí, sin oler la bosta de la cabaña vacuna, ni portar el azadón.
Reconozcamos que hay una población, bastante ingenua, desde mi punto de vista, que acoge con gran complacencia este «rollo» chamánico, de curanderos, de ancestrales sabidurías, de sanaciones a través de la música, como aquí acomete nuestro Bane con el atuendo plumífero propio de su tribu. Muy distinto es el acogimiento, por ejemplo, de sectas religiosas, pongamos, por ejemplo, a los amish, que suelen parecernos unos radicales y unos extremistas. El buen indio, el buen salvaje y todas esas extravagancias conceptuales que al antropólogo le fascinan; aunque él nunca adoptaría definitivamente, se nos venden sin pudor. ¿son Txana Bane y sus gentes tan esclavos de sus raíces como todos nosotros? Quizás más, si ampliar la mirada supone transgredir esa supuesta pureza de su etnia. A mí me gustaría que estas obras entraran a saco en algo: en la economía, en la política, en la etnografía, en la moral, en la cultura, en la religión… Casi siempre es lo mismo. Es más, no queda clara la función de la asociación Ponte Lindo, de la que recibimos imágenes; pero muy pocas respuestas. Atufa bastante a eso que se denomina «etnoturismo» y que suele ser una pijería hippista.
Por otra parte, en ese discurrir poetizante, aparece Gabriela Olivera. No llego a entender demasiado su encaje. Ella es peruana, su padre no le hablaba en quechua por vergüenza. Ella nos baila y luego pulula por aquí y por allá. Forma parte de ese otro tópico de «lo real maravilloso», del asombro que nos produce la selva, de esos lugares incógnitos hasta donde se adentran estos creadores. Parece que en tal paraíso no hay peligros, que allí anida la piedra filosofal, que los animales son dóciles y que no merece la pena superar ese estado de bonanza natural.
La experiencia seguramente haya sido muy válida para Fernández Giua y Szwarcer; a pesar de ello, creo que no han sabido transmitirla con modos dramatúrgicos. Sus intenciones documentales no se evidencian con sensatez y los devaneos líricos parecen encontrar un destino emotivo que obvian las controversias que se insinúan. ¿Qué podemos hacer, entonces, con una pieza así?
Guardianes del corazón de la tierra
Dramaturgia: Carles Fernández Giua, Eugenio Szwarcer, Txana Bane y Gabriela Olivera
Dirección: Carles Fernández Giua
Reparto: Txana Bane Huni Kuin, Gabriela Olivera, Carles F. Giua y Eugenio Szwarcer
Diseño de espacio escénico y audiovisuales: Eugenio Szwarcer
Diseño de iluminación: Natalia Ramos
Diseño de espacio sonoro: Damien Bazin
Música: Txana Bane Huni Kuin
Movimiento: Roser López Espinosa
Maquinaria y desarrollo técnico: Luis Martí
Una coproducción de La Conquesta del Pol Sud, La Villarroel, Teatro Español, Grec Festival de Barcelona 2023 y KVS. Con el apoyo de ICEC- Institut Català de les Empreses Culturals y la colaboración del Ayuntamiento de Terrassa y la Nau Ivanow
Naves del Español en Matadero (Madrid)
Hasta el 14 de julio de 2024
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