The Garden of Delights

Philippe Quesne monta en el Teatro Valle-Inclán su particular versión performativa del célebre cuadro del Bosco a través de un espectáculo carente de discurso

The Garden of Delights - FotoCon Farm Fatale ya debería haber escarmentado; pero he vuelto a picar con Philippe Quesne. Al fin y al cabo, viene con todo el marchamo del imperante Festival de Aviñón y con una producción digna del acontecimiento del siglo. Ahora, la nadería se impone a través de la espontaneidad y de que el público ─ad hoc, muy ad hoc─ disponga todo su acervo para sacar alguna conclusión de un espectáculo que, se afirma, remite a El jardín de las delicias, la pintura de El Bosco, que se hospeda, como todo el mundo sabe, en el Museo del Prado. Así que no entiendo cómo nuestro Centro Dramático Nacional no ha favorecido que el título fuera en español (la obra original es en francés, ustedes mismos).

Cualquier interpretación, por muy fantasiosa que sea, no puede escapar de las referencias judeocristianas, ya sea sobre el edén o el arca de Noé y, por supuesto, todos los miedos propios de un milenarismo que se extendía por Europa con cada brote de peste. Ahora, ¿cómo se traslada aquello con nuestro presente? Convengamos que se requeriría un discurso, una dialéctica, un relato. Sin embargo, Quesne no quiere más que la plasmación performativa y el dejar hacer. Con el empleo de unos lenguajes que sustancialmente se apoyan en el absurdo, el gesto epatante y dadá, en la tontería y en toda esa humorada naíf e infantil que tanto explotan los franceses. Supongo que a ellos les hace gracia, a mí me deja impertérrito. Así que vemos posturitas imitando, se supone, algún recodo de la pintura, coger piedras de una maleta para establecer algún escorzo imbécil o seleccionar un libro al azar para declamar algún soneto ─las interrupciones de alguno golpeando el letrero luminoso donde aparece texto en francés no traducido debe hacernos sonreír─, vestirse de diablillo para remitirnos a la Divina comedia, esbozar una limpieza intestinal, grabar el evento con una cámara de televisión no enchufada, etc. Conecta estéticamente con la cinta más insolvente hasta la fecha de Wes Anderson, Asteroid City.

Apenas se da una breve intromisión en temas cosmológicos que pudieran inducirnos a lo que todos estamos, en verdad, observando, es decir, nos hallamos ante un grupo de frikis, de buscadores de extraterrestres, de secta preparada para la gran venida o para cualquier conspiración consabida e irrisoria. Tampoco concretan demasiado, por mucho que hayan situado un gran huevo, como símbolo originario, que deben adorar girando a su alrededor tocando la flauta. ¿A qué rama de conspiranoicos pertenecen? ¿A qué dios esperan recibir? ¿Qué tipo de señal los abducirá? Nada, nada. No importa. Insisto, conocemos el contexto al que ser refería el pintor en los albores del siglo XVI. Nuestras circunstancias, más allá de guerras, de pandemias, terraplanismo, cambio climático, fake news, posverdades y posmodernidades son bastante diversas; así que apuntar en alguna dirección nos habría permitido adentrarnos en este ambiente tan aburrido e inconsecuente, como festivo cuando, por un momento, parece que esos seres se agitan en serio, cuando desmontan el autobús que los ha traído y que ocupa el centro del escenario, en pleno desierto. Eso sí que puede resultar, en alguna medida, sugerente; porque parece que ahí se abren otras posibilidades; pero lo cierto es que volvemos a lo mismo después con este elenco de cowboys parsimoniosos.

Reconozcamos que musicalmente, al menos, tiene una validez; pues sus intervinientes se manejan con el canto y la instrumentación. Nos dejan a un pianista en el interior del vehículo y a otro violista que la emprende con Purcell y su «Here the deities approve» en contralto. Ocurre parecido con la guitarra que toca Nuno Lucas, quien, además, a veces se expresa en español. También suena Roy Orbison. Podríamos estar estos insoportables cien minutos vacuos escuchando distintas piezas y olvidándonos de lo que se supone que han ido a hacer allí.

Hemos tenido experiencias cinematográficas excepcionales que han trabajado con la forma del tableaux vivant. Así ha pasado con In the Crosswind (2017) o, más concretamente, para la cuestión que se nos expone, con El molino y la cruz (2011), en la que se recrea Cristo cargando la cruz, de Pieter Brueghel, el Viejo, Aunque, por otro lado, merecería compararse este montaje con una película española de 2021 que pasó un tanto desapercibida, y que poseía una atrayente visión con la auténtica vivencia de aquellos que se enfangan con creencias sobre marcianitos. Espíritu sagrado entremezcla un humor friki, sagaz, con un realismo patético. El triángulo, como símbolo definitorio de la búsqueda de esos mundos más allá también aparece, como así sucede en el desenlace de nuestra función, instante, por otra parte, más coherente en relación al planteamiento que se nos niega. Referencia ineludible son los especímenes que seleccionaba el nefasto Cárdenas, con Carlos Jesús a la cabeza pensando en Raticulín. Tampoco se ha renunciado a esta vía esotérica con La Mesías, la exitosa serie de los Javis. Cuarto Milenio sigue en antena.

Si todo debe observarse como parodia, convendremos en que es hueca y poco efectiva. Si, por el contrario, se ansía reconectar con el oscurantismo medieval, entonces la carnavalada no llega muy lejos. Como afirmó nuestro ínclito Arrabal: «El mineralismo va a llegar». Verdaderamente, y por eso, quizás es mejor estar piripi antes que aguantar este despilfarro.

The Garden of Delights

Creación, escenografía y dirección: Philippe Quesne

Creación e interpretación: Jean-Charles Dumay, Léo Gobin, Sébastien Jacobs, Elina Löwensohn, Nuno Lucas, Isabelle Prim, Thierry Raynaud y Gaëtan Vourc’h

Textos originales: Laura Vázquez

Fragmentos: Shakespeare, Dante, Jan Van Ruysbroeck…

Dramaturgia: Éric Vautrin

Vestuario y esculturas: Karine Marques Ferreira

Músicas: Henri Purcell, José Mário Branco, Roy Orbison, Jérôme Bosch, Giacomo Meyerbeer, Areski Belkacem, Bernard Hermann…

Iluminación: Jean-Baptiste Boutte

Sonido: Janyves Coïc

Vídeo: Matthias Schnyder

Utilería: Mathieu Dorsaz

Ayudante de dirección: François-Xavier Rouyer

Ayudante de escenografía: Élodie Dauguet

Ayudante de vestuario: Estelle Boul, Cécile Delanoë

Producción: Vivarium Studio y Théâtre-Vidy-Lausanne

Coproducción: Centro Dramático Nacional, Festival d’Avignon, Ruhrtriennale, Athens Epidaurus Festival, Tangente St. Pölten – Festival für Gegenwartskultur, Berliner Festspiele, CDN, Théâtre du Nord, Lille Tourcoing Hauts-de-France, Maison de la Culture d’Amiens Pôle européen de création et de production, Les 2 Scènes Scène nationale de Besançon, MC93 Maison de la culture de Seine-Saint-Denis Bobigny, Maillon Théâtre de Strasbourg Scène européenne, Kampnagel, Festival Next, Scène nationale Carré-Colonnes Bordeaux-Métropole, National Theater y Concert Hall Taipei

Teatro María Guerrero (Madrid)

Hasta el 14 de abril de 2024

Calificación:

Puedes apoyar el proyecto de Kritilo.com en:

donar-con-paypal
Patreon - Logo

2 comentarios en “The Garden of Delights

Replica a Matias Cancelar la respuesta

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.