Kulunka presenta una obra sobre el deterioro familiar en un espectáculo fascinante a través del teatro con máscaras
En la actualidad, aunque, evidentemente, viene de lejos, la lista de cortos cinematográficos de animación mudos y multipremiados que desarrollan cuitas morales y que adoptan una postura pedagógica es inmensa. Hay películas técnicamente maravillosas que logran contar historias de calado muy bien llevadas. Claro que hablamos de ese límite que impone la infancia, la adolescencia o el potencial grupo de espectadores sensibilizado con una alguna dolencia, trauma o padecimiento (algún ejemplo puede ser Ian, de Abel Goldfarb. Hay infinidad). Salvando las distancias, aquí la gente de Kulunka Teatro discurre por esos términos, y todo me parece estupendo, salvo, digamos, el dominio de los personajes, su redondeamiento; o sea, la capacidad para no caer en esa planitud que hallamos en los cuentos tradicionales. Quizás este sea el precio a pagar cuando se trabaja sin palabras y se deben emplear otras técnicas artísticas para potenciar los conceptos, tal y como ocurrió en los albores del cine.
Teatro de gesto que la propia compañía ha trabajado con mucho éxito en anteriores ocasiones (André y Dorine y Solitudes). En Forever, son el tiempo, la casualidad y la causalidad, las ideas que se ponen en marcha en un mecanismo giratorio. Un engranaje que Ikerne Giménez y Javier Ruiz de Alegría han diseñado con gran ingenio para propiciar una fluidez inigualable. El dormitorio del matrimonio que se adosa al del hijo a través de un pequeño salón con su cuarto de baño al lado. Ya ese espacio marca mucho el devenir de la función, pues nos da buena cuenta, como se verá, de la clase social a la que pertenecen estos ilusionados jóvenes, que superan el trance del bebé que se resiste «a venir». Cuando ella por fin se queda embarazada, llega la ilusión; aunque después la mala suerte les ponga en los brazos un niño con cierto grado de hemiplejia.
Todos sus avatares, toda su confusión, el caos, las inmensas dificultades para educar a un muchacho así se acentúan con clarividencia a través de la música que ha compuesto Luis Miguel Cobo. El piano consigue arrastrarnos por el relato apuntalando la concatenación de sentimientos encontrados. También con toques de sicodelia en su electrónica que aparecen plasmados en algunas fantasmagorías y ensoñaciones. Y es que el chaval, como desgraciadamente suele ocurrir, una vez se ha convertido en un adolescente, pues sufre el acoso del típico malote, que precisa imponerse a otro más débil para soslayar el cariño y la atención que necesita.
En cualquier caso, la atmósfera nos induce a pensar más allá; pero el teatro de gestos se reconcentra justamente en puntualizar motivos, en repetir procesos, en insistir sobre los mismos padecimientos. Si pensamos, por ejemplo, en el cine de Ken Loach, en un filme como Sorry We Missed You (2019), uno puede entender la complejidad política que se encierra. En nuestra obra, se echa en falta una profundidad mayor que escape de los estereotipos. Ciertamente hay dureza y hasta violencia; no obstante, el público objetivo será amplio. Los destellos naífs (y hasta cursis, con ese imperante cojín de abrazo corazón) dejan clara la moraleja. Porque no es solo que el hijo se las tenga que ver y desear para salir adelante con la sobreprotección de sus padres ─los rituales que acometen estos, cada mañana, serviciales hasta el paroxismo ante su «enfermito», son una delicia, y manifiestan una comicidad clásica extraordinaria─; sino que la falta de trabajo, el cansancio y hasta el desánimo sexual se amasan hasta la destrucción.
Edu Cárcamo, José Dault y Garbiñe Insausti se esfuerzan al máximo en esta coreografía tremebunda, que dirige Iñaki Rikarte con fenomenal capacidad en el manejo del engarce. El cambio de máscaras, tan expresivas, nos ofrece guiños novedosos y personajes que se cuelan en escenas a veces nimias; pero muy clarividentes. Al final, es imposible no disfrutar de una experiencia así, más allá de que ansiemos una indagación más pertinaz. Forever atrapará a una cantidad importante de espectadores, estoy seguro.
Dramaturgia: Edu Cárcamo, José Dault, Garbiñe Insausti e Iñaki Rikarte
Dirección: Iñaki Rikarte
Reparto: Edu Cárcamo, José Dault y Garbiñe Insausti
Escenografía: Ikerne Giménez y Javier Ruiz de Alegría
Iluminación: Javier Ruiz de Alegría
Diseño de vestuario: Ikerne Giménez
Diseño y realización de máscaras: Garbiñe Insausti
Composición musical y espacio sonoro: Luis Miguel Cobo
Construcción de escenografía: Readest Montajes
Sastrería: KKUM
Producción ejecutiva: Kulunka Teatro
Ayudante de dirección: Alberto Huici
Dirección técnica: La Cía de la Luz S.Coop.Mad.
Distribución: Proversus
Prensa compañía: María Diaz
Producción: Centro Dramático Nacional, Kulunka Teatro, Teatro Arriaga de Bilbao y Teatro Victoria Eugenia de Donostia
Diseño de cartel: Equipo SOPA
Teatro María Guerrero (Madrid)
Hasta el 30 de diciembre de 2023
Calificación: ♦♦♦
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