Àfrica Alonso Bada ha reelaborado una compleja relación lésbica a finales de los años cincuenta, entremezclada con canciones que difuminan en exceso las circunstancias políticas.
Afortunadamente vamos accediendo a obras artísticas donde la homosexualidad aparece como una circunstancia más de la vida; pero también es cierto que lo abundante es reflejar el trance por el cual las parejas del mismo sexo se tienen que enfrentar a toda esa incomprensión social y familiar que tanto daño procura. Una luz tímida es otra más de estas últimas. Se nos vende como una historia basada en la realidad que transcurre durante el franquismo; no obstante, la dramaturga se ha resistido mucho a introducir aspectos realmente enjundiosos sobre política. Además, el relato supera el año 1975 e, incluso, nos destina a 1998; aunque el contexto apenas permea con unos pocos detalles del todo insuficientes.
Nos encontramos en un colegio barcelonés en 1959. Comienza el curso y la señorita Carmen, una maestra de Literatura, que Júlia Jové acoge imponiendo un pudor y unos remilgos algo estereotipados, se adentra en el aula de la señorita Isabel, una Àfrica Alonso que imparte clases de Historia, y que se muestra con más alocamiento. Aceptemos que son demasiado jóvenes; pero el grado de ingenuidad que se impone no termina de superarse del todo a lo largo del montaje. Falta madurez, que podamos conocer sus inquietudes, pues son educadoras, viven entre libros, y parece que siguen en el bachillerato. No observamos la natural evolución que se debería dar en su personalidad y eso hace que los personajes sean algo planos.
El problema de esta propuesta es que busca desmedidamente la emoción candorosa a cada momento. Las canciones —claramente sonarían mejor en catalán, pues al pasar algunas al castellano rechinan las rimas— se suceden con melodías que resultan algo repetitivas; porque se plantean como esas explosiones de amor que tantas veces hemos visto en los conciertos con dúos de artistas en plan romanticón. Imaginen ese clímax cada diez minutos, ellas frente a frente, en el mismo sitio, poniendo todas las dudas de su enamoramiento. Y claro que cantan con pasión; aunque el número de temas, con el cello y la guitarra de fondo, sea excesivo y lleve la pieza hasta casi las dos horas. Es más, cuando en la segunda parte creemos que se van a habilitar derivas mucho más serias y consistentes, tan solo se reducen a unos cuantos gestos estridentes que sí, reconozcamos que son evocadores de dolores intolerables.
Una luz tímida está cargada de tópicos sobre el rechazo de los padres, sobre los comentarios de la gente y el peso de la conciencia (religiosa). Es muy necesario ofrecerle al público algunas de las claves no ya de aquella época, solamente, sino de la cultura española (y mundial) en general; puesto que parece que los encarcelamientos o «remedios» con electroshock nos quedan muy lejanos, y que únicamente son realizados por regímenes dictatoriales. Y es que este terrible método provoca en Carmen unas secuelas insoportables que nos destinan a un desenlace fatídico; a pesar de que su creadora se empeñe en forzar la emotividad hasta el último segundo.
La función está sometida por la cursilería. Se reconcentra en una intimidad que está ajena a toda transformación de la sociedad. Se nos insiste en el paso de los años; no obstante, apenas comprobamos los cambios que se deberían suceder; aunque fuera en sus propios diálogos. Ni siquiera hallamos, por ejemplo, el más mínimo comentario sobre hechos tan trascendentales, a la postre, como la muerte de Franco. Es que no vale con cambiar los dígitos en la solitaria pizarra del escenario. Al final, se parece más a patéticos espectáculos como Una historia de amor, de Alexis Michalik (también representada en el Infanta Isabel), que a obras más profundas como Elisa y Marcela o, todavía más, el film Retrato de una mujer en llamas.
Una luz tímida tiene buenas intenciones; pero su tratamiento dramatúrgico esquiva una serie de honduras que muchos espectadores requerirían.
Autora: Àfrica Alonso Bada
Dirección: Marilia Samper
Composición musical: Andrea Puig Doria y Àfrica Alonso Bada
Reparto: Júlia Jové y Àfrica Alonso Bada
Guitarra: Cèlia Varón
Cello: Marta Pons / Mireia Pla
Iluminación: Víctor Cárdenas y Ramon Ramiro
Sonido: Nuño Vázquez
Vestuario: Núria Llunell
Asesoramiento de movimiento: Nora Baylach y Kevin Antequera
Regiduría: Laura Nogueira
Fotografía de cartel: Marina Roca
Fotografía de escena: Laura Abad y @santa_lux
Diseño gráfico: Anna Gràcia
Escenografía: Cia. Una Llum Tímida
Producción ejecutiva: Àfrica Alonso y Helena Gràcia
Marketing y comunicación: Helena Gràcia
Distribución: Mediterránea
Teatro Infanta Isabel (Madrid)
Hasta el 30 de julio de 2023
Calificación: ♦♦
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