El argentino Matías Umpierrez monta una conferencia performativa sobre la máscara en el Matadero

El tema de la máscara resulta tan extenso y apabullante para nuestro mundo que uno —ingenuo— esperaba un desarrollo de una profundidad desmesurada. Seguramente, porque cuesta ser superficial con una materia que ya impone misterio, ocultamiento, es decir, Eclipse (la luna cubre al gran mito: el sol. Quiero pensar). Matías Umpierrez ha conseguido lo más difícil, y es que su espectáculo sea propio de un ilusionista, tanto como para que el final sea una bruma configurada por esos efectos tan repetidos en la escena. Cuando el vapor de agua expulsado abruptamente por las máquinas se disuelve, ya saben lo que queda.
En el Caixaforum tienen ahora mismo una exposición inane sobre las colecciones privadas de diez artistas, y en ella encontramos máscaras; puesto que estas siempre han sido atrayentes y sugerentes. No existe, por ejemplo, nadie del ámbito teatral que no tenga en su casa alguna (generalmente japonesa o de influencia griega, es un tópico). También en televisión ha vuelto el show Mask Singer para jugar nuevamente con el efecto de desvelamiento. Quizás mi comparación sea torticera; no obstante, sigamos. En lo que ha montado nuestro creador argentino hay dosis de ironía fina y de paradojas curiosas. Se ofrecen los ejemplos, uno detrás de otro, con distintos modos y aprovechando diferentes tecnologías para que todo resulte muy seductor. Bien sabe él cómo se funciona en los centros de arte contemporáneo de nuestro planeta y cómo la estetización de cada artefacto de pretendidos valores artísticos se debe vender bajo el súmmum de la espectacularidad —véanse las exposiciones inmersivas de esto y aquello que el propio Matadero ofrece—. O sea, tenemos pose (estilización con aire cordobés y máscara de brilli brilli, quizás para un remake de Eyes Wide Shut), musiquita electrónica al uso (insisto en el toque de ilusionista de nada por aquí nada por allá) para mantener nuestra atención; pero Eclipse es tan trivial —dado lo profundo que podía ser— que uno entiende que su pergeñador no ha hecho su trabajo ni artístico, ni filosófico (sí hay un empeño estético). O acaso sabemos por dónde discurre.
Por ejemplo, a cualquiera le hubiera venido a la mente Las máscaras de Dios, de Campbell, para deambular por su concepción de monomito (el sol, el eclipse. Sale a ojo). Y es que Umpierrez no elabora suficientemente cómo viaja una misma noción a partir de distintos rostros anquilosados en máscaras readaptadas a diversas valoraciones culturales. Se queda, insisto, en la superficie anecdótica como podemos comprobar con el caso de La desconocida del Sena, para hacerle un rápido seguimiento por todas las obras de la literatura que se han ocupado de ella hasta el presente (sin permear en su simbología). Parece que se busca más la gracia cuando le descubre al público que la cara de los maniquíes destinados a ensayar las maniobras de reanimación cardiopulmonar es el de esta muchacha fetichizada («la mujer más besada del mundo»).
Uno, en esta conferencia performativa, está permanentemente esperando que se trace un bosquejo, que se eleven las categorías, que se conecte con los espectadores, que se justifique ese muestrario, cual dependienta de zapatería, que va abriendo las cajas y nos enseña algunas máscaras consabidas, como la de la película Scream. Otras llevan, además, su historia detrás, como la de Guy Fawkes, empleada en V de Vendetta, como se sabe, y por el grupo de hackers Anonymous. Con esta, al menos, se representa el trasunto de la pólvora con la que se quiso atentar contra Jacobo I (demasiada Wikipedia).
El empleo de una vitrina móvil da cabida a la inclusión de otras tantas máscaras de este museo en un suma y sigue, que también tiene derivas para nuestra más perentoria actualidad, como ocurre con los rostros videomapeados que se han creado con inteligencia artificial, según se nos informa. Llegado a ese punto, ya entendemos que podríamos estar varias jornadas de retahíla mascaril. Me faltó la mascarilla anticovid con la que todos fuimos bastante anónimos.
Y es que la anonimia se plantea como uno de los tímidos subtemas que se exploran con algo más de cuidado. Empezando por los dos performers de los cuales no se da su identidad (aunque de uno las sospechas son claras); pero que se manejan con perfecta agilidad y elegancia. O la introducción de aquella entrevista en la que Michel Foucault puso como condición que no se revelara su nombre. Es decir, la cuestión sobre si la máscara se emplea para ser otro o para todo lo contrario. Ponerse filtro de Instagram, usar el deepface, emplear un heterónimo como nuestro Pessoa (persona/máscara) o, incluso, pasar desapercibido en la más anodina y gratificante «normalidad» de un habitante que no vive sometido por los efluvios del narcisismo (pienso en estos vericuetos; porque lo escenificado me sabe a poco).
Valoremos la ambientación, el trabajo de mapping, las proyecciones, la iluminación y el detalle a la hora de evidenciar esa ristra de máscaras. Los performers se dirigen a nosotros con la voz distorsionada de un extorsionador; aunque no desvelan ningún misterio. El filósofo Gianni Vattimo, en su libro El sujeto y la máscara, analiza el pensamiento de Nietzsche, donde insiste en cómo el arte nos permite acceder a una libertad que nos ha sido arrebatada y que se pudre en esas máscaras con las que cada uno se aliena. Umpierrez se ha quedado más en su función de curador.
Dramaturgia y dirección: Matías Umpierrez
Performer: Anónimo
Voces en off: Robert Lepage
Diseño de espacio escénico: Max Glaenzel
Colaboración en vestuario: Jorge Dana
Música original: Rafael Sucheras
Diseño de espacio sonoro: Rafael Sucheras y Óscar Villegas
Asistencia de diseño sonoro: Ramiro Borelli
Diseño 3D en visuales: Mariano Basti
Dirección técnica y videomapping: David Benito
Diseño de maquillaje: Sarai Núñez Mellina
Operación sonora: Óscar G. Villegas
Grabación de guitarras y mastering: Martín Yubro
Asistencia de atrezzo: Marta Tardieu
Construcción escenográfica: Readest
Asistencia de construcción escenográfica: Rocío Sánchez Prado
Grabación y postproducción vídeo fiesta enmascaradxs: Vorágine TV (Daniel Caño, César Caballero, Adolfo Velayos)
Intérpretes vídeo fiesta enmascarados: Anónimos
Asistencia de dirección: Josefina Gorostiza
Asistencia técnica: Beatriz Francos
Una producción de Studio Matías Umpierrez y Teatro Español con el apoyo de Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative
Teatro Español (Madrid)
Hasta el 2 de julio de 2023
Calificación: ♦♦
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