Alfonso Lara nos embarca en un viaje de supervivencia por la Rusia revolucionaria de la mano del cantaor Juan Martínez
Lo de la hibridación entre la literatura y el periodismo, entre la novela y la crónica, viene de lejos. Ahora que es tan habitual la autoficción, conviene recordar, por ejemplo, esta obra de Manuel Chaves Nogales, publicada en 1934, y que relata las peripecias de Juan Martínez, un cantaor, un cabaretero que, con su mujer, la Sole, recorrió parte de Europa, desde París en 1914 hasta vivir desde dentro la Revolución de 1917; cuando no hacía más que buscar un país en paz mientras corría la pólvora de la Gran Guerra. Lo atrayente, desde luego, es la intrahistoria. Seguir los pasos de un tipo (ella se ve arrastrada y se muestra bastante dócil) del que no podemos afirmar que sea un gran artista ―ni siquiera, quizá artista, o todo lo contrario, un grande, pero impotente―, que, como ocurre hoy en día por el mundo con algunos «folclóricos» de cartón piedra, no hace más que ser un suvenir viviente que representa los tópicos culturales de su país para ganarse el pan. Alguien que se adapta, que se metamorfosea, que se camufla y que expele la astucia necesaria para sobrevivir en la hostilidad permanente. Antros de mala muerte, garitos regentados por magnates y por príncipes, restaurantes de alto copete, palacios inconmensurables. Cada dos por tres de la ceca a la meca como dos vagabundos arrastrando el frío en los hombros (detalle estupendo, entre otros, en el vestuario de Guadalupe Valero). Muy interesante, en definitiva, el prosaísmo de las rebeliones, el chapucerío de los héroes y toda esa amalgama de la cotidianidad improvisada que luego se transformará en mitología indeleble, cuando se convierta en Historia oficial. La versión que ha preparado Alfonso Lara viene favorecida por un toque didáctico, en el mejor sentido, pues no se olvida de contarnos el relato de forma equilibrada con narraciones bien medidas y útiles. También es cierto que resulta un pelín larga ―llega hasta las dos horas―, y que se echa de menos más música en directo, más dinamismo. Perfectamente detectamos en el comienzo un ritmo generoso, movido; pero después la función es más estática y algo plomiza. Y es precisamente en el inicio donde los intérpretes se muestran más vigorosos. El propio Alfonso Lara se pone al frente y se sitúa con esa manera tan particular para bramar ironías mirando para otro lado, con gran paciencia y configurando un Juan Martínez complejo, al que parece difícil atenazar. A Sole la encarna Sofía Monreal (en sustitución de Pepa Rus), y enseguida expone su salero y su porte, para después caer en el desencanto. El resto del reparto, hasta alcanzar los ocho, va interpretando diversos papeles. Los personajes entran y salen, unos con más prosapia y otros con más calle. Eva Boucherite, por ejemplo, baila como una odalisca y ofrece sensualidad en Constantinopla. O Micaela Quesada como potente narradora de los acontecimientos atroces que lanza la obra. Mientras que Rosa Fernández Cruz combina personajes masculinos con femeninos para meterse, sin ir más lejos, en la piel de un bolchevique. Por su parte, Piñaqui Gómez se queda con alguno de los tipos más infames, como ese barón Stettin, un borracho libidinoso. Realmente, el elenco al completo está bien cohesionado y apuntala cada escena con buen tino. No faltan, desde luego, en este montaje, las constantes pizcas de humor y de comicidad, siempre como un producto de las situaciones algo kafkianas en las que se encuentran. Lo que parece evidente es que el espectáculo pide una producción de mayor envergadura; porque a la vista resulta algo precaria. Eso no quita para que aprovechen al máximo sus pocos recursos, como la escenografía de Óscar Camín, una especie de compuerta o verja que se va abriendo y cerrando según se necesite (ciertamente no encaja en todos los actos), que se acompaña de una pantalla donde se proyectan imágenes preparadas por Jesús Rivera y que causan un gran efecto de ambientación. En conclusión, No me olvides es un viaje fascinante, folclórico, peculiar, que da buena cuenta de un periodo confuso que encuentra perfectos paralelos con nuestra contemporaneidad: convertirse en apátrida y verse atrapado en un limbo no es tan complicado. Si se le da impulso, puede tener un recorrido apreciable y lograr un merecido éxito. Alfonso Lara ha realizado un trabajo muy meritorio.
(El maestro Juan Martínez que estaba allí)
Basado en la novela de Manuel Chaves Nogales
Dramaturgia y dirección: Alfonso Lara
Intérpretes: Alfonso Lara, Sofía Monreal, Pepe Lorente, Juan Carlos Arráez, Piñaki Gómez, Micaela Quesada, Pablo Rivero Madriñán, Eva Boucherite y Rosa Fernández Cruz
Diseño de escenografía: Óscar Camín
Diseño de vestuario: Guadalupe Valero
Diseño de iluminación: Felipe Ramos
Espacio sonoro: José Luis Toral
Diseño audiovisual y fotografía: Jesús Rivera
Construcción de escenografía: Mambo Decorados
Prensa: María Díaz
Ayudante de vestuario: Carlos Pinilla
Diseño de producción: Rosa Fernández Cruz
Dirección de producción: Isabel Romero de León
Un espectáculo producido por: El maestro que estaba allí AIE (Coart+e y Alfonso Lara)/ Mambo Decorados / Felipe Ramos
Teatros Luchana (Madrid)
Hasta el 18 de noviembre de 2018
Calificación: ♦♦♦
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Un comentario en “No me olvides”