Dados

Una pieza sobre transexualidad en un adolescente que plasma enérgicamente los conflictos internos y externos

Destinar una obra al público adolescente, principalmente, es, de por sí, una cuestión compleja en la actualidad ―las situaciones conflictivas han aumentado tanto como el caos en nuestra sociedad―; más lo es si se trata el tema de la transexualidad. El principal mérito de su autor, Jose Padilla, es que su didactismo no sea sesgado e impositivo. El texto dispone un planteamiento, un lapso en un transcurso, más que una historia con una conclusión definitiva. Es, sobre todo, un «ocurre esto», es algo duro de asumir, «¿qué puedo hacer?». A este distanciamiento también hay que agradecerle que no se trasladen las disputas desorbitantes del movimiento trans; puesto que el asunto está llegando a unas cotas de disensión tanto interna como externa en algunos países (véase Canadá o Estados Unidos con el uso de los pronombres o la lista de identidades de género; van ya por 37 en algunos estados). Es adecuado simplificar y diseñar una base, para lograr una mayor comprensión ―sobre todo si los destinatarios son una chavalería que se siente por naturaleza temerosa ante lo extraño o lo diferente― y reconocer que algunas personas están sufriendo o se sienten angustiadas por una serie de circunstancias que están relacionadas con su cuerpo (en un sentido extenso de la sexualidad y la conciencia de ser). Por lo tanto, si la trama sirve para el debate noble; ya se puede dar por bueno el espectáculo. En otro orden, sí que puede criticarse si el tono se balancea demasiado hacia la rabia, más que al padecimiento. Se patentiza con ganas el aire de afrenta y se pasa un poco por encima de la ristra insoportable de las formas de acoso. A los alumnos les persuade enormemente el caso concreto que, a pesar de su posible morbosidad, sí que los conmueve. Por eso quizás falte ahondar más en la vivencia particular, conectada con los momentos precisos, detallados, que han llevado al protagonista a recluirse en el almacén de una tienda dedicada a los cómics y al rol. La idea ―desde el punto de vista dramatúrgico― es muy buena. Unir el mundo fantasioso de los juegos de rol y el enmascaramiento imaginativo que llevan a cabo todos los jugadores, como una metáfora idónea de ese «disfraz» que deben adoptar socialmente los individuos transgénero en su proceso de asunción y de asimilación del conflicto, funciona como recreación a la hora de situarnos mentalmente en la posición de otro; aunque sea un ser inventado. El verdadero protagonismo recae en Lu, en X, un chico que se encuentra grabando un podcast a escondidas sobre una partida de Dragones y mazmorras que luego colgará en internet (resulta un tanto repetitivo que la grabación se intente realizar en varias ocasiones y pierde la potencia que posee el estruendo). Almudena Puyo, entregadísima (su voz rota le viene estupendo), como si quisiera evidenciar su pulsión testosterónica, se afana con furia en expresar sus discursos vehementes (no da puntada sin hilo y el lenguaje es de quinceañero con más de una lectura) sobre aquel intruso de quien no va a aceptar sus consejos. Juan Blanco es Luis, es Y, para proporcionar la réplica pivotando entre la paciencia y la sonrisa del truco final (con un libro de El Bosco y una imagen de «El jardín de las delicias» en la mano; para ilustrar las «rarezas» del planeta). Se ha colado en el establecimiento, porque tiene que comprarle un regalo a su novia. Está ahí para consumar un ejercicio imposible de futurología, de ficción peliculera, de proyección hacia un destino esperanzador. Es el tipo normal, algo conservador a los ojos del púber, el hombre corriente que ha salido de trabajar y le ha pillado la lluvia, de quien nadie diría que es lo que no es o que fue lo que ahora no es. Un ejemplo de fortaleza para cuando la «plena» transformación, «normalice» la inquietud y la integración en una sociedad repleta de especímenes consternados por zozobras de inmadurez e irracionalidad que no debemos tolerar. Este es un tema serio que es tratado con respeto y, además, con una atmósfera lúdica que lima la truculencia que subyace. Los transexuales en España han tenido y siguen teniendo, aunque menos, una vida muy dura. Por eso es necesario comenzar por obras como Dados, para después profundizar en esas realidades que remiten a la marginalidad, al desprecio y, en muchos casos, al suicidio.

Dados

Autor y director: Jose Padilla

Elenco: Almudena Puyo y Juan Blanco

Coreógrafo: Edu Cárcamo

Diseño sonido: Sandra Vicente (Estudio 340)

Diseño iluminación: Juanjo Llorens

Fotógrafo: Stephen W. Thomson

Vídeo: Belén Astorqui_Pimpimpelis

Distribución: Caterina Muñoz

Equipo técnico: Libe Aranburuzabala_Cía de la Luz

Voz en off: Jaime Lorente

Productores: Verónica Pérez y Cristóbal Suárez_ Ventrículo Veloz

Teatros del Canal (Madrid)

Hasta el 8 de julio de 2018

Calificación: ♦♦♦

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