Aparece un corazón en un descampado

Una versión rural y moderna sobre el clásico isabelino de John Ford, Lástima que sea una puta

Foto de Ana Pizarro

En abril de 2012, se acercó al Matadero Declan Donnellan con su troupe de Cheek by Jowl para presentarnos su peculiar visión del clásico de John Ford (1586-c. 1640):`Tis Pity She´s a Whore (Lástima que sea una puta). Una modernización con desenfreno house de aire burgués contemporáneo. Desconozco si los chicos de Producciones Kepler se han apoyado en esta versión, aunque de alguna manera recoge esos vientos posmodernos que pretenden actualizar tragedias, como en este caso, del periodo isabelino. Cierto es que en Aparece un corazón en un descampado la trama ha quedado simplificada al máximo, puesto que varios papeles y derivas secundarias se han obviado. Se han quedado con la historia principal del amor incestuoso entre los hermanos Giovanni y Annabella, y la desgracia que sobreviene cuando esta, embarazada, se casa con Soranzo, un señorito. Pero, como digo, la trama se convierte en una mera excusa para crear un ambiente rural de luchas sociales, repletas de envidias, de caciquismo, de chichisbeo y de discotequeo, de paletismo y de atmósfera detectivesca a lo CSI. Nos encontramos en el pueblo ficticio de Quintanar de la orza y movidos por Vivaldi (el invierno), en un epítome donde se desgrana la obra y se nos presenta a los personajes como si fuera una de esas comedias americanas juveniles con toques de cine independiente (500 días juntos); donde las descripciones adelantan información y juegan con guiños irónicos (el sarcasmo pueblerino es constante). El comienzo es eléctrico y abre una espita verdaderamente interesante en cuanto al ritmo. Seguramente el ansia por construir su propio discurso, el acercarlo mucho más al presente, el introducir chistes y combinaciones humorísticas con las que todo el público disfruta, los ha llevado a separarse de la seriedad del propio texto. La consecuencia de esto es que la tragedia se humoriza demasiado y pierde densidad dramática, algo que detectamos cuando se aproximan al verso, casi expuesto como una pincelada. Otra de las pegas está en la falta de tacto —hay que reconocer los medios con los que cuentan—, porque se detecta cierto caos escenográfico entre los vestidos, los plásticos y ese empeño por pegar una cinta delimitadora de delitos en el suelo. Nada que no se pueda solucionar con rodaje y con pulimiento. La ganancia mayor se demuestra en la combinación de poso sentencioso y gags cómicos. Por ejemplo, Sergio Doblas brilla en sus declaraciones amorosas, en la expresión íntima de sus sentimientos arrebatadores hacia su hermana e, igualmente ella, Olga Hernández, toma mayor apostura en la cercanía. Por otra parte, en la fiesta de disfraces, cuando llega Juan Carlos de la Vega montado en su yegua Beyoncé, hace de este Soranzo un rol al que le falta un punto de prosapia, queda un poco blando en ocasiones. Los grandes dinamizadores del montaje son Bentor Albelo, quien con su Vázquez, un tipo avieso, inteligente y divertido emplea sus cartas ocultas para venderse al mejor postor, y no faltan sus permanentes indirectas vitriólicas y sus amanerados gestos para templar el asunto; como así, ocurre con los personajes de los que se ocupa María Pizarro-Pérez (también responsable de todas las coreografías, incluido su enfrentamiento a lo pressing-catch), desde la despechada Hipólita, amante de Soranzo, y hasta la concejala que se disfraza de unicornio, le sirven para desplegar su desparpajo escénico. En otro orden de cosas —y aquí hay que aceptar que Itxaso Larrinaga en la dirección y Carmen Gil como ayudante se han complicado mucho la vida—, tenemos la escenografía, donde se han pretendido integrar demasiados elementos, desde mi punto de vista, para que el dominio total sea fructífero (sin duda hay que alabarles la ambición). La Nave 73 se llena de plásticos que marcan el escenario del crimen, una pantalla con letreros remarca los capítulos, las biografías de los personajes y otras alusiones graciosas (como el relato del polvo incestuoso)… Se emplean micrófonos que van y vienen (cuidado con el sonido y la música de fondo) en los apartes. No falta el baile verbenero con el Fary y el reguetón, también temas dance y hasta ambient. Por supuesto —como suele ocurrir en este tipo de espectáculos—, se abre el paréntesis metateatral que nos resitúa en el drama de aquel dramaturgo llamado John Ford. Se mezclan los poemas de Lope, Garcilaso y Santa Teresa con menciones ultimísimas a Juego de tronos. El speech escatológico de María Pizarro-Pérez viene a ser una salida original a su propio asesinato. En fin, si no te convencen por un lado, te convencen por otro; porque se han empeñado enormemente en agarrar tu atención desde el inicio. Por lo tanto, Aparece un corazón en un descampado posee atractivos más que suficientes para que los espectadores disfruten y se lo pasen en grande con una producción que tiene verdaderas aspiraciones.

Aparece un corazón en un descampado

Creación basada en Lástima que sea una puta, de John Ford

Dirección: Itxaso Larrinaga

Texto: Producciones Kepler

Elenco: Bentor Albelo, Sergio Doblas, Olga Hernández, María Pizarro-Pérez y Juan Carlos de la Vega Ureña

Ayudante de dirección: Carmen Gil

Iluminación: Álvaro Guisado

Vestuario: Ana Pizarro-Pérez

Escenografía: Berta Navas

Coreografía: María Pizarro-Pérez

Asesor de verso: Sergio Doblas

Fotografía: Ana Pizarro Photography

Diseño gráfico y audiovisual: La Dalia Negra

Producciones Kepler

Nave 73 (Madrid)

Hasta el 26 de julio de 2017

Calificación: ♦♦♦

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