Un libreto de Gemma Brió cargado de entereza sobre una tragedia personal y dirigido con inteligencia

En cuanto comenzó la función en el Teatro de La Abadía, me vino a la cabeza la película francesa de 2011 Declaración de guerra. En esta, una pareja relata la dura experiencia de ver cómo su hijo pequeño debe sobrevivir a una enfermedad. Me vino a la cabeza, digo, por la hiperrealidad. La directora y actriz Valérie Donzelli más su novio Jérémie Elkaïm realizaban completamente el film interpretando su propia historia. En Liberto ocurre algo parecido: partimos de una experiencia real y de una meticulosa descripción de las emociones y los protocolos que se abalanzan sobre la madre protagonista. Escribir un texto bajo la premisa del conocimiento auténtico de lo ocurrido conlleva el peligro de caer en un lacrimógeno acontecimiento de defenestración emocional. Pero Gemma Brió ha logrado trazar una línea finísima entre la catástrofe de observar a tu bebé con daño cerebral irreversible y la forma esperanzadora de acoplarlo a tu personalidad, a tu futuro. Confirmemos que es un ejemplo de cómo alguien es capaz de crear todo un protocolo alternativo y vitalista ante la pena inflamada. Para ello se rodea de sus dos amigas más íntimas: Tátels Pérez, quien debe interpretar otros tantos personajes que pululan por ese espacio entre familiar, hospitalario y burocrático, incluido una especie de homenaje a Pepe Rubianes metiéndose en la piel (en el alma) de un San Pedro grosero y macarra que se caga hasta en el Grandioso. Se une con su guitarra eléctrica y su voz, la cantante Mürfila, que va decorando esta especie de inmersión entre la esperanza y la fatalidad con temas de Louis Armstrong o Elvis Presley. Aunque tenemos mucho más: imágenes pregrabadas o emitidas en directo sobre una pantalla a modo de juego ilustrativo de todo el proceso, el acierto de no emplear un bebé de plástico sino un amasijo de lucecitas cual cerebro chisporroteante y las diferentes formas de expresión tanto del texto (voces, entonaciones, ruidos, tiempos, etc.) como de la propia función (ritmos que se aceleran en los momentos más insoportables o el movimiento de las tres actrices ocupando todo el espacio). La mano en la dirección de Norbert Martínez está llena de inteligencia. Se le pueden poner las pegas de que la guitarra a veces molesta con su estridencia, de que la grosería puede ser un tanto excesiva y de que se pasan de vueltas cuando el asunto alcanza su impás; pero son aspectos menores para un drama atrevido, fulgurante y repleto de crítica al propio sistema de salud y a la irresuelta cuestión de la eutanasia. Seguimos mirando para otro lado o, definitivamente, dejamos que legislen las morales ultracatólicas que no conciben los errores del Susodicho. Cuántas veces hemos observado en el cine estas terribles historias, y cuántas veces hemos sido impelidos al lloro con la tristeza suprema de una forma burda. Aquí somos sostenidos por la crudeza incómoda de una vivencia insoportable y el enérgico sentido de la vida madura, responsable y muy generosa de su protagonista.
Texto: Gemma Brió
Dirección: Norbert Martínez
Traducción: Jordi Casellas
Reparto: Gemma Brió, Tátels Pérez y Mürfila
Escenografía: Lluc Castells
Diseño de iluminación: Jaume Ventura
Vestuario: Bàrbara Glaenzel
Espacio sonoro: Mar Orfila
Sonido: Ramón Ciércoles
Técnico: Oriol Rufach
Audiovisual: Jordi Castells
Teatro de La Abadía (Madrid)
Hasta el 25 de octubre de 2015
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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Un comentario en “Liberto”