Es una obra que requiere del conocimiento previo del autor para su plena comprensión
Al fondo, en una pantalla, se filma un fragmento de aquella grabación que Glenn Gould realizó en 1981 de las Variaciones Goldberg. Un tresillo, un par de butacas y unas mesillas para el café. Un periodista se dispone a entrevistar al famoso escritor austriaco, nacido en 1931, Thomas Bernhard. A este, lo acompaña una mujer mayor que él, a la que llama su «tía» y que, en realidad, es su pareja, su compañera, y tiene 37 años más que nuestro protagonista. El texto se basa en la obra póstuma Mis premios, una especie de autobiografía sui géneris en la que Bernhard eleva a la categoría de arte una colección de anécdotas a la sazón del relato sobre sus galardones literarios. Lo que sugiere la función está estrictamente determinado por el conocimiento que poseamos del novelista. Para los que desconozcan su obra y su vida (fundamental en su creación), lo que se observa en el escenario puede pasar por una ingeniosa retahíla de curiosos detalles o una sucesión de críticas irónicas a la política, a la gente o a cualquier estamento de la sociedad. Si lo que observáramos fuera estrictamente ficción, a saberse qué conclusiones sacaríamos. Quizás sea incomprensible o, incluso, banal. Pero si se tiene alguna noción sobre lo que significó Thomas Bernhard para la literatura austriaca después de la Segunda Guerra Mundial o se ha leído alguna de sus obras, entonces, el tono se vuelve, por momentos, exquisito, lleno de incursiones humorísticas que surgen por el propio tono adoptado desde el principio. Un tono que marca la dramaturgia, entre distante y estúpido, entre desconcertante y tímido, como si convocara a sus fantasmas (incluida su «tía») para cerrar definitivamente los capítulos de su vida. Este tono, apoyado en la reiteración y en la ilación laberíntica, en definitiva, es el que le imprime Pep Tosar, con una capacidad verborreica y una dicción que parece surgir espontánea, y que contagia a Imma Colomer haciendo de Hedwing Stavianicek, que se expresa como si fuera la reverberación de su compañero. Acompañados de Carlos Olalla, al que, ciertamente, apenas le permiten intervenir. Con la claridad aumenta el frío (comenzaba uno de sus discursos en una entrega de premios), la asunción de que la inteligencia, la sabiduría en su sociedad, la crítica, la distancia cínica, el punto de vista de alguien que ha vivido permanentemente enfermo, conlleva la heladora presencia de la soledad y, en definitiva, la muerte. Lo que nos presenta Pep Tosar, es algo muy particular: biografía de un hombre que recoge premios que odia, pero que desea, y que necesita el dinero. Una rareza de un escritor al que le salvaron la vida hace mucho tiempo, un juego de salón burgués o una retirada hacia el desencanto.
Con la claridad aumenta el frío
A partir del libro Mis premios de Thomas Bernhard
Dirección: Pep Tosar
Reparto: Imma Colomer, Carlos Olalla y Pep Tosar
Traducción: Miguel Saénz
Dramaturgia: Évelyn Arévalo y Pep Tosar
Peluquería: Toni Santos
Diseño de iluminación: Pep Tosar
Luz, sonido y vídeo: David Muñiz
Teatro de La Abadía (Madrid)
Hasta el 19 de octubre (2014)
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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Un comentario en “Con la claridad aumenta el frío”