Una arrabalada con genios. Picasso y Dalí se retan escénicamente en la última creación de Fernando Arrabal
En la imaginación de un niño mayor, de un jugador profesional, de un bromista sometido por sus propios complejos, se manipula cual marionetas a los pintores más célebres del siglo XX, nacidos en España y referentes de mundos tan antagónicos y cercanos como sus obsesiones, su labor pictórica o su afán por el dinero; modernos y carpetovetónicos a partes iguales, dos egos para la discusión, amamantados por sus musas. Eso es lo que hace, en esta ocasión, Fernando Arrabal. Estamos en París. Estamos en 1937. Estamos con Picasso y ha llegado Dalí. Unos lienzos girados. Unos raíles sorpresivos que conducen objetos, animales, Construcción blanda con judías hervidas (el famoso cuadro de Salvador Dalí que había pintado un año antes y que debe confrontar con el Guernica y con su propio autor). También están las judías hervidas frente a los espectadores, dentro de una olla, bien calientes, humeantes, olorosas. Son degustadas por los artistas como píldoras que los proyectan al trance de su devenir. Se cruzan las Españas, la tozudez de Picasso, el ramalazo de Dalí, los cuchillos de Dora Maar —de la que únicamente escuchamos su voz— que tan solo consiguen atemorizar por un momento al genio de Málaga; se cruzan, también, las ambiciones monetarias, las discrepancias interpretativas, Barrabal, un geniecillo que los pone a bailar en danza ritual y que los vapulea a su antojo, y la Guerra Civil, como un paisaje lejano que ellos observan en la prudente distancia de unos aburguesados. Arrabal busca la epifanía a través de aquellos iconos de la pintura y, ante la imposibilidad de escapar de ciertos tópicos (inevitablemente se hacen patentes), exprime su vena patafísica, pánica y surrealista para tomar partido estético por Dalí y ofrecérnoslo en sacrificio. Roger Coma se despelota en honor del ampurdanés en una especie de caricatura, de bufonada, de inquieta explosión dialéctica que hace suya hasta el extremo de jugarse sus propios testículos (fundadores) en procedimiento freudiano. Antonio Valero, absorbido por su visitante, saca de sí la locura de los tiempos que le tocó vivir y construye un papel alucinatorio y fantasioso, brusco y sabedor de que ofrecer un cuadro (enorme) es lo mínimo que puede hacer por sus hermanos y por su fama. ¿Qué es, entonces, Dalí versus Picasso? Una hierofanía, un sacrificio, un artificio, un divertimento, una catástrofe, un encuentro esperpéntico que va ganando en destreza escénica según avanza y, por supuesto, en pirotecnia arrabalesca. Quítenle los sobrantes últimos dos minutos y habrán asistido a una irreverente eucaristía.
Dalí versus Picasso
Autor: Fernando Arrabal
Dirección y escenografía: Juan Carlos Pérez de la Fuente
Reparto: Antonio Valero, Roger Coma
Asesor de magia: Alejandro García May
Naves del Español – Matadero (Madrid)
Hasta el 16 de marzo
Calificación: ♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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Un comentario en “Dalí versus Picasso”