La Florida

Víctor Sánchez Rodríguez firma una parodia del género negro con una pretendida indagación existencial de los trabajadores durante la temporada baja en el Levante

La Florida - Foto de Coral Ortiz
Foto de Coral Ortiz

En gran medida, el cine negro paródico ha triunfado en las últimas décadas infinitamente, mientras el propio género (serio) también ha asumido su parte irónica. Tenemos gansadas tipo Austin Powers, homenajes a 007 como Kingsman o propuestas más lúdicas como el éxito de Puñales por la espalda. El asesinado no nos conmueve. Incluso, en muchas ocasiones, ni aparece el muerto. Queda, en definitiva, como la excusa para que el detective en cuestión demuestre sus dotes intuitivas, para dar con una solución que a todo el mundo se le escapa. En el teatro, casi no hemos tenido oportunidad de disfrutar del género, aunque se llevara a escena hace poco La gota de sangre, de Emilia Pardo Bazán o podamos recordar la Carlota, de Mihura. Me quedo con Perdona si te mato, amor, de Carlota Pérez-Reverte; porque me parece el ejemplo más pertinente para compararla con La Florida, de Víctor Sánchez. Sigue leyendo

El gran mercado del mundo

Xavier Albertí tamiza la religión del auto sacramental calderoniano para hablarnos sobre los mercados actuales desde un cabaret

Foto de May Zircus

A veces, los cambios históricos no aceptan bien las modernizaciones de los clásicos o de esas piezas que en otro tiempo tuvieron una significancia. Un auto sacramental como El gran mercado del mundo ―dentro de su brevedad y de que tiene más de diez personajes, lo cual puede suponer un problema a la hora de llevarlo a escena― se presenta ante una sociedad en apariencia secularizada. Pretender que si se usurpa el contenido enteramente religioso va a quedar el mensaje acerca del mercado en el sentido moderno, y que con ello se puede hacer una crítica, por ejemplo, del capitalismo, es pergeñar un trastoque de mucho cuidado. Si además el pretendido mensaje tampoco es para tanto, ni mucho menos; lo que nos queda es el espectáculo. Esto puede estar muy bien para el entretenimiento del personal; pero ya no cumple su función, en este caso, eucarística. Xavier Albertí firma la versión que se presenta estos días en el Teatro de la Comedia y, a tenor de lo observado, parece que se puede realizar casi una parodia del auto y salir ileso; eso si nos fiamos en los aplausos. Poco más de una hora y cuarto para deconstruir la pieza y configurar un cabaret, una revista y hasta un piano-bar, como si estuviéramos en el Paralelo barcelonés de otra época. Y mucho apelotonamiento; porque el empeño de sacar a todo el elenco sobre las tablas, con el ventilador a todo trapo (molestia innecesaria), con el pianista a lo suyo y la Fama colgada para soltar el pregón, favorece el barullo. Sigue leyendo

El zoo de cristal

Silvia Marsó comanda una función desvitalizada sobre la obra de Tennessee Williams

El zoo de cristalEs la historia de Tennessee Williams, narrada por su álter ego, Tom Wingfield. Fue escribiendo la obra durante los años treinta y la terminó en 1944. El dramaturgo había regresado a su hogar cuando poco antes a su hermana Rose le habían practicado una lobotomía. Bajo esa tristeza (el escritor la consideraba su obra más triste) terminó El zoo de cristal y alcanzó el éxito. Apenas cuatro personajes trenzan el melodrama. Al principio, Tom, encarnado por Alejandro Arestegui, nos presenta en un breve discurso el marco en el que va a transcurrir el relato. De la misma forma, cierra la obra en un monólogo emotivo que gana en fuerza interpretativa. De hecho, Arestegui, sobre todo cuando está enfurecido debido a su frustración por no conseguir cumplir con sus sueños, logra los mejores momentos. Sigue leyendo