Teatro del Temple lleva a escena el texto de Alfonso Plou sobre el imaginario encuentro entre los dos poetas al finalizar la guerra
¿Se deben dar por sabidas, aunque sea someramente, la biografía de Antonio Machado y las circunstancias políticas y sociales de la España en que vivió? Definitivamente, sí. Porque es un autor que forma parte de nuestro acervo popular mucho más que otros (un poco por debajo de Lorca) y porque es de esos autores que todavía se enseñan en las escuelas y en los institutos —algo que no ocurre de la misma manera, por ejemplo, con Pedro Salinas, al que me refería por aquí a cuenta de la obra de Julieta Soria. Por lo tanto, un dramaturgo que nos hable de este escritor y de aquellos tiempos, es decir, los treinta años anteriores a la guerra civil, tan revisitada constantemente, no puede situarse en una posición —así ocurre en bastantes ocasiones en esta función— tan didáctica, asumiendo que el público desconoce casi todo. Eso es pensar demasiado en los bachilleres que puedan sentarse en las butacas. El lenguaje explicativo es el más antiartístico que existe; pero si encima se da en un teatro, donde las redundancias semánticas son más abundantes; entonces, se produce también un desprecio por el asistente al montaje. Alfonso Plou ha querido hacer un encaje de bolillos y, al final, ha descuidado la vivificación de los personajes sobre el escenario. Sigue leyendo