El discurso de ingreso a la Academia de la Lengua de Fernando Fernán Gómez vertebra este espectáculo algo naíf

Curioso resulta que en los últimos años varios discursos de académicos de la lengua hayan subido a escena. El más intenso y profundo de todos fue Silencio, de Juan Mayorga (al que se hace jocosa alusión en la pieza). Hace bien poco, en El sillón K, conocíamos el emitido por Carmen Conde. Y, si apuramos, algunos de los que pudieron haberse dado y que se quedaron interruptus, como el de Pardo Bazán (recordemos Emilia) o María Moliner (véase, El diccionario). En cualquier caso, Juan Carlos Pérez de la Fuente ha considerado que este texto de Fernando Fernán Gómez era digno de llevarlo a las tablas. Yo considero que es una disertación modesta, de poco fuste y bastante naíf, como el propio montaje. Sigue leyendo
¿Es esta la obra más floja de David Mamet o debemos achacarle la falta de eficacia satírica a la dirección de Juan Carlos Rubio? Si se nos induce inevitablemente a pensar en Harvey Weinstein y en las consecuencias que tuvo su caso con el surgimiento del #MeToo (ahora en cierto declive, en pos de otros movimientos reivindicativos que nos mantengan tan enfebrecidos como entretenidos), cuesta creer que este Barney Fein, tan descuidado, grotesco y zafio haya conseguido alcanzar un estatus de tal categoría dentro de la industria cinematográfica hollywoodiense. Y tenemos varias razones para percibir esto. Principalmente, el tono que imprime Nancho Novo, quien ha sido «engordado» con una prótesis tan exagerada como ridícula para potenciar la caricatura; es grandilocuente y, sobre todo, evidente. Un tipo tan poderoso no muestra sus cartas a la primera de cambio, porque no lo necesita. 