Miguel del Arco dirige este drama repleto de emocionalidad sobre el caso de La Manada que ha recreado Jordi Casanovas con las declaraciones de los protagonistas

Internamente, el drama que se plantea sobre el caso de La Manada logra una tensión de alto calibre teatral con la concatenación de los hechos presentados. Pero Jauría es mentira, es ficción, por mucho que las frases que escuchamos hayan sido expresadas por sus firmantes. Tomar lo interpretado por real es la equivocación a la que no puede llegar ningún espectador y a la que no se puede llevar a ningún alumno en las sesiones escolares que se tienen preparadas (si se desea algo de nobleza didáctica). Alcanzar conclusiones certeras sobre la justicia española, o sobre el comportamiento de ellos o de ella, es falta de criterio y es caer en el amarillismo propio de los medios de comunicación. Lo que se cuenta en Jauría es muy verosímil; porque tiene lógica en su disposición, en su ordenamiento; aunque este sea sesgado (tiene todo el derecho su autor a serlo). Ya que se acentúan de una manera muy distinta los matices de cada protagonista (ahí está la creación, la invención). En esta obra se aplica la técnica del verbatim, tal y como se utilizó también con la anterior función (Port Arthur) que configura este programa doble sobre teatro documento en El Pavón. Pero en esta todos estamos volcados en nuestra particular composición de lugar, amasada durante estos años, donde las especulaciones y las diversas discusiones sobre lo fue o no, sobre la condena y su gravedad nos atenazan con prejuicios y posicionamientos ideológicos. Sigue leyendo