La biografía del pedagogo se vivifica en el Teatro de La Abadía con la dirección de José Luis Gómez

Coincide esta función en el Teatro de La Abadía con el próximo estreno de Historia de una maestra. Vivimos en una crisis en el sistema educativo español que no deja de ser otro aldabonazo en la eterna decadencia en esta materia dentro de nuestro país. Nunca hemos estado realmente a la altura de nuestros vecinos. Hemos perdido demasiadas oportunidades. Francisco Ferrer fue otro de esos idealistas ─aunque muchas de sus propuestas fueran bastante positivistas y materialistas─ que se agarraron a las concepciones buenistas de Rousseau, con aquellas proclamas que especificó en el Emilio, y que nos han dejado diferentes experimentos que, quizás, valgan para las primeras etapas de la enseñanza o para épocas y territorios, donde sencillamente había que empezar a funcionar desde cero (Montessori como marca registrada y desfigurada). Sigue leyendo
La medida concisión y el clímax que se nos propicia en el desenlace estructuran un proyecto que tiene todos los ingredientes para alcanzar el éxito de ese espectador serio y maduro que tanto anhelan ciertos dramaturgos y directores. No negaré las virtudes del texto firmado por Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio; pero el riesgo y la complejidad artísticos apenas se concitan. Cuando una obra lleva el nombre ‘Hitler’, uno ya sabe que la lucha frente al mal supremo, simbolizado en este dictador, será la razón de ser. Ahora, el montaje al que asistimos, con toda una Sala Roja Concha Velasco a rebosar, nos usurpa un coherente conflicto. Es decir, en cualquier otro esquema dramático o cinematográfico al uso, la duda, la cuita, la posibilidad de una pérdida flagrante o, incluso, dejarse la vida aparecen en algún momento de manera acuciante.
Por lo visto, antes de ser una obra de teatro, La música fue un encargo para la televisión. Luego ya subió a las tablas en 1965 y se adaptó al cine, al año siguiente, con dirección de la propia Marguerite Duras y la compañía de Paul Seban. Ciertamente es mejor no tomarla de referencia; porque el enfoque es muy distinto al que encontramos en el Infanta Isabel. La dramaturga había imaginado el encuentro de una pareja de treintañeros que vuelven a verse tras dos años para resolver unos asuntos de su divorcio. Magüi Mira ha decidido darle un giro y situarnos dos individuos maduros. Este hecho, efectivamente, trastoca toda la propuesta; pues el bagaje de cada uno es totalmente diferente.
Durante mucho tiempo la Historia del zoo ha sido una de las obras más representadas de Edward Albee, un autor que volvió a los escenarios gracias a la versión de
El dramaturgo Juan Carlos Rubio se ha buscado la vida para darle un marchamo cinematográfico a cada frase de este texto. Todo pensamiento, toda mirada, toda incursión por los pasillos y estancias del piso poseen su correlato, su glosa, fílmica. Estaremos de acuerdo que ahí está la ingeniosidad del montaje; pero que no deja de ser una carcasa para un argumento insignificante y endeble. Algo muy de andar por casa, que no incide en el drama de una madre sometida por el síndrome del nido vacío. No hay más que observar el espectáculo protagonizado el año pasado por Aitana Sánchez Gijón, de título
Cuesta comprender por qué la experimentada directora Magüi Mira, quien ha demostrado grandes trabajos en esta tesitura profesional a lo largo del último decenio en distintos géneros (véanse, por ejemplo,
Dentro del mundo periodístico se lleva hablando mucho en los últimos años sobre la posverdad. Este mismo oficio ha favorecido, no solo desde el deleznable amarillismo y la imperiosa necesidad de llegar los primeros con las exclusivas, la creación de géneros que se han hibridado cada vez más con la literatura, es decir, con la ficción. Por otra parte, las falacias, las mentiras, los bulos y toda una gama de estrategias distorsionadoras trastocan cualquier posibilidad de alcanzar la verdad de lo que ocurre ahí fuera. Esta es la razón de que hayan aparecido los factcheckers, es decir, los verificadores de datos. En España tenemos a Ana Pastor con Newtral en esas pioneras labores. Ahora, ¿quién verifica al verificador? 
