El Teatro Bellas Artes acoge esta comedia amable de Marc G. de la Varga que fabula sobre las vidas posibles

El género de la comedia amable, con su pizca de reflexión existencial, se reitera en cada intentona. Como un relato moral, que tendría la consabida referencia al Cuento de Navidad dickensiano, en esa especulación sobre las decisiones del presente ─de «bifurcaciones», se habla aquí─ que repercutirán en un futuro que, por arte de alguna magia, podemos contemplar. Aquí el protagonista es un dramaturgo y otros tantos dramaturgos se han puesto ellos de protagonistas para proceder a este experimento. Sigue leyendo

La vigencia de esta obra, uno los clásicos incuestionables del siglo XX, perdura en nuestro diálogo contemporáneo puesto que sus temas y antitemas nos concitan. Uno se pregunta, si al final de nuestros tiempos, mientras nos observen las criaturas robóticas no seremos unos vagabundos insatisfechos con un ocio tan redundante como vacuo. La mirada de Estragón y Vladimir es un segmento temporal que transcurre entre el «No hay nada que hacer» y el «Vamos». Ahí está Camus para preguntarnos por qué no nos suicidamos; por qué esos individuos haraposos que se apostan a las escaleras de una iglesia con su cartelito reclamante y su vasito de café tintineante no terminan con una existencia que entiende qué es un día de la semana. 

