David Fernández «Fabu» y Nerea Moreno se ponen al frente de un espectáculo de estética cutrelux en el Teatro Fernán Gómez
Cuando uno se empeña en performar un desenfreno debe cuidarse de no sucumbir en la autodestrucción. Los propios artífices anulan su engranaje evidenciando que sus tramas se agotan antes de que la comida esté lista. Ellos se han impuesto cocinar de principio a fin una paella de verdad, aunque algún valenciano afirmaría que es arroz con cosas; porque abusan de las verduras de manera insolente (también el cutrerío va por ahí). Noventa minutos de cocción se hacen tan excesivos para un argumento tan endeble, que más de media hora se rellena con canciones a modo de cabaret ramplón y grotesco con irónico el «Show must go on»; puesto que hay que esperar y continuar. Sigue leyendo →
La adaptación de la novela de Almudena Grandes retrata España con gran subjetividad desde el interior de un siquiátrico. Blanca Portillo vuelve a brillar interpretando a la célebre asesina Aurora Rodríguez Carballeira
Foto de Geraldine Leloutre
Sigue funcionando excelentemente el tándem Ricart-Portaceli con las adaptaciones de novelas (véase La casa de los espíritus). En este caso, han superado con creces la obra de Almudena Grandes, pues sobre las tablas quedan difuminadas las cargantes explicaciones y reiteraciones, más propias de bestsellers, que emplea la autora. Tampoco se favorece en demasía que el espectador caiga en esa absurdez de aprender historia con la literatura.
Se cuenta cómo el hijo de un importante psiquiatra ajusticiado al finalizar la guerra regresa a España después de formarse en Suiza, y especializarse en un nuevo medicamento que devuelve parte del sentido a los enfermos mentales. Es el enfrentamiento, como ocurría en las «novelas de tesis» de Galdós, entre la visión humanística (Carlos Castilla del Pino fue aquí la inspiración) del hombre moderno y esa amalgama rancia del conservadurismo encerrado en sus oscuras creencias. Sigue leyendo →
Carme Portaceli y Anna Maria Ricart ponen en marcha esta excelente adaptación de la novela de Isabel Allende en el Teatro Español
El tándem Portaceli-Ricart continúa su andadura con una nueva adaptación de una novela firmada por una mujer y de claro impulso feminista. Tras Mrs. Dalloway y Jane Eyre, con La casa de los espíritus han ido más allá y han apostado por un texto, que verdaderamente es difícil llevarlo a las tablas debido a su extensión y por esa cantidad enorme de personajes y de historias que se entreveran en tiempos y en múltiples circunstancias. Y, principalmente, porque es una novela muy narrativa; ya que contiene muy pocos diálogos, con lo que el lenguaje dramático queda más alejado. Sigue leyendo →
Un enredo surrealista sobre la recuperación y la pérdida de la memoria tras un naufragio amoroso
Nuestra vida contemporánea nos deja inmiscuirnos —si así nos es permitido— en la construcción biográfica de algunos artistas. Podemos inspeccionar, como espías, sus alimentos intelectuales y algún que otro detalle íntimo que se cuela por ahí y que, a la sazón, nos convierte en cómplices de su proceso creativo. Antonio Rojano lleva años leyendo muy bien, aproximándose a novelistas ineludibles, fundamentalmente del siglo XX. Aparte de tragarse películas y series que corroboran o persuaden sus inquietudes. Sigue leyendo →
Un Tennesse Williams menos melodramático en la versión de Carme Portacelli en el María Guerrero
Foto de David Ruano
En el imaginario de muchos espectadores colea una adaptación cinematográfica en la que Anna Magnani completó un papel creado ex profeso para ella, donde consigue ─aparte del Óscar─ una interpretación que encajaba excelentemente con unas circunstancias históricas, sociales y una consideración de lo que implicaban los extranjeros provenientes de Sicilia a Estados Unidos. También es cierto que el film no es fiel al texto escrito por Tennessee Williams. La cuestión principal radica en: ¿cómo se puede modernizar un relato en el que las costumbres de los protagonistas nos parecen ahora fuera de todo tiempo y lugar? Carme Portaceli se ha embarcado en la difícil tarea de encajar unos modos anticuados, en una sociedad más estilizada. Si la historia de Serafina delle Rose (¿existe alguna otra obra literaria de calidad en la que se abuse tantísimo de un símbolo como en esta? Uno acaba pinchándose con esas rosas por todos los lados), una costurera, inmigrante en un pueblo cercano a Nueva Orleans, enamoradísima de su marido ─a la sazón, un camionero que transporta plátanos y mercancías de otro cariz─ que muere abrasado durante una persecución policial, nos parece increíble; no hay más que fijarse en cómo acaba con un hombre que se define en estos términos: «¡Scusami, Signora, soy nieto del tonto del pueblo de Ribera!». O sea, después de idealizar a su esposo, un hombre, por lo visto, muy atractivo, varonil e impetuoso, que la mantenía y la mantiene en perpetuo encantamiento, esta se «cura» con alguien que de tan bueno, es tonto (incluidas unas orejas de soplillo que le regala el dramaturgo). Sigue leyendo →