Daniel Veronese emprende un ejercicio teatral de gran distanciamiento para lanzarnos estos relatos de David Foster Wallace

David Foster Wallace sigue causando sensación. Es uno de los novelistas que sí ha logrado insertarse en el incipiente canon del siglo XXI. Convengamos en que su suicidio favoreció la construcción del mito. De su libro de relatos Entrevistas breves con hombres repulsivos (por lo visto, él también fue un hombre repulsivo, según Mary Karr, aparte de depresivo) ya tuvimos oportunidad de contemplar En lo alto para siempre, dirigido por Juan Navarro. Sigue leyendo

Superficialmente esta obra compleja puede resultar repetitiva e insulsa, una vez estamos acostumbrados —nuestro mundo audiovisual así lo ha propiciado— a ciertas imágenes de violencia. Como ocurre con los grandes directores teatrales, es necesario deconstruir su propuesta, escarbar en las entrañas de la dramaturgia para comprobar si, detrás de lo evidente, hallamos una construcción potente, enérgica y solvente filosóficamente hablando. Desde mi punto de vista, Romeo Castellucci ha trenzado con gran inteligencia y hasta valor y entereza, unos conceptos gravosos que nos exigen abstraer un discurso que pretende conectar, como un arcano: el origen de la violencia. Que inicialmente tengamos que soportar una especie de máquina destructora sonando como si se pretendiera aturdirnos, ya es una captatio desafiante y aplaca nuestra impaciencia y demuestra nuestra docilidad. 