Música para Hitler

Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio nos destinan a un intenso encuentra entre Pau Casal y un oficial nazi

La medida concisión y el clímax que se nos propicia en el desenlace estructuran un proyecto que tiene todos los ingredientes para alcanzar el éxito de ese espectador serio y maduro que tanto anhelan ciertos dramaturgos y directores. No negaré las virtudes del texto firmado por Yolanda García Serrano y Juan Carlos Rubio; pero el riesgo y la complejidad artísticos apenas se concitan. Cuando una obra lleva el nombre ‘Hitler’, uno ya sabe que la lucha frente al mal supremo, simbolizado en este dictador, será la razón de ser. Ahora, el montaje al que asistimos, con toda una Sala Roja Concha Velasco a rebosar, nos usurpa un coherente conflicto. Es decir, en cualquier otro esquema dramático o cinematográfico al uso, la duda, la cuita, la posibilidad de una pérdida flagrante o, incluso, dejarse la vida aparecen en algún momento de manera acuciante. Sigue leyendo

Azul

La Sala Cuarta Pared acoge este espectáculo performativo sobre la libertad de expresión y el comportamiento policial

Azul - FotoCuando en 2020 Rodrigo Sorogoyen presentó su serie Antidisturbios las polémicas se sucedieron. Desde algún sindicato de policía afirmaban que se «manchaba» la imagen del cuerpo. Otros sectores de la sociedad sostenían que se blanqueaba las acciones de estos hombres «humanizando» sus problemas sicológicos y familiares. Ahora, Antonio Morcillo López, al que habíamos conocido en Bangkok, ha escrito sobre la cuestión a raíz de un caso particular. Tal y como apareció publicado en los medios el 16 de febrero de 2021, una joven de 18 años perdió un ojo debido al impacto de un proyectil de foam lanzado por un mosso. Sigue leyendo

El proceso

Ernesto Caballero ha sabido sintetizar la novela de Kafka con gran habilidad, para configurar un montaje que destaca por su escenografía

El proceso - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

Afirmaba el novelista y Premio Cervantes (y Premio Franz Kafka) Eduardo Mendoza en una conferencia hace ya más de un decenio que Kafka: «es un ser entrañable… pero es muy mal escritor… porque no tenía sentido de la narración… empezaba a Josef K. lo condenaron y no sabía por qué, ¡hombre, así no se empieza un libro; así se acaba!». Quizás tenga razón, y por eso cuando vemos una adaptación de El proceso, como aquí ha llevado a cabo con no poca brillantez Ernesto Caballero, lo importante acaba siendo la atmósfera creada. El acontecimiento podría durar dos, tres o cuatro horas; aunque también veinte minutos. Poco importan los vericuetos del transcurso hasta el final inevitable de la muerte de nuestro protagonista (tal y como se nos enseña al principio). Podría ser un sueño o una metáfora de nuestra sociedad que, más que nunca hoy, tiene a millones de ciudadanos enredados en una burocracia, ahora digital, que les lleva directamente a callejones sin salida que pueden provocar su expulsión del país, su desahucio, la llegada de una multa inasumible, su negación del pasaporte o del visado o de la nacionalidad o, incluso, su encarcelamiento. La sospecha de que todo está hecho adrede nos consterna; pero la pérdida de confianza en el sistema nos atemoriza aún más. Y creo que esta es la clave del meollo; al fin y al cabo, nuestro penoso condenado trabaja en la banca y ya sabemos que la credibilidad es fundamental. Sigue leyendo

Oceanía

Carlos Hipólito encarna a Gerardo Vera en una pieza que nos sirve para descubrir la infancia y la juventud del fallecido dramaturgo y cineasta

Oceanía - Foto de José Alberto PuertasResultará inevitable para gran parte del público al que va destinado concretamente este espectáculo identificar ipso facto la voz de Carlos Hipólito con la del narrador de Cuentáme cómo pasó. Son demasiadas temporadas y, además, el actor trae a este montaje unas formas que tienen que ver mucho con un contador de historias. Su alocución se recrea con cierto deleite con las frases y con las palabras para que se suspendan en el aire como si esto fuera el radioteatro que tanto abundaba antaño, y que él mismo ha practicado en eventos especiales en los últimos tiempos. Ahora, ¿por qué debería interesarnos un montaje así, donde Gerardo Vera dejó escrito un texto sobre su juventud? Por un lado, porque reproduce parte de esa posguerra de los vencedores, y eso ya conlleva cierta originalidad en nuestra época; y, por otra parte, porque resultan atrayentes algunas de las peculiaridades que lo destinaron al mundo del espectáculo. Sigue leyendo

Rita

Carlos Hipólito y Mapi Sagaseta sondean el tema de la eutanasia a través de una comedia amable firmada por Marta Buchaca

Foto de Javier Naval

Para tener tan cerca la disputa sobre la eutanasia, esta obra se presume tan timorata como anticuada. Enormemente prejuiciosa, en el sentido de comportarse como el tiburón que da vueltas alrededor de la sanguinolenta presa y despreciar la dentellada alimenticia. Rita es de esas comedias que terminan por obviar el meollo de la cuestión, no porque le exijamos una respuesta concluyente; sino porque la materia posee mayor hondura que la expresada en el texto de Marta Buchaca. Y es que la dramaturga, parece que ha pensado más en el entretenimiento del respetable y no ha querido agobiarlo con cuitas morales de mayor calado. La liviandad en los diálogos nos hace deambular por intimidades corrientes de dos hermanos que se sitúan ante dos hechos acuciantes, las dos Ritas van a zanjar sus vidas. El asunto es que una es perra y la otra madre, una va a ser sacrificada con una inyección para ahorrarle el ensañamiento de su padecer; y la otra va a tener que esperar a que el Alzheimer la consuma hasta el estertor, mientras el olvido apacigua el sufrimiento, y los humanos se regocijan con su firmeza ética. Algo más de diez escenas fulgurantes en el ritmo y en el proceso, con diálogos ágiles; pero que soslayan con humor casi blanco e inofensivo cualquier debate profundo. Nada que tenga que ver, por ejemplo, con el antiespecismo que poco a poco va permeando en más capas de nuestra sociedad. Sin ir más lejos, estas semanas se ha planteado el «controvertido» hecho de que una sustancia extraída de los tiburones (el escualeno) sirve para hacer las vacunas. ¿Valen más los tiburones que los humanos? Cada uno que responda, con la que está cayendo. O, en su momento, cuando el caso del ébola y el perro Excalibur. Rita es naíf en todos estos aspectos y solo está destinada al divertimento y a que sus intérpretes demuestren sus sobradas aptitudes. Sigue leyendo

Macbeth

Gerardo Vera nos deja una mirada aciaga y oscura de esta tragedia shakesperiana en un espectáculo apabullante

Macbeth - Foto de Luz Soria
Foto de Luz Soria

Llevar a escena una de las tragedias más completas y célebres de Shakespeare es repetirse ineludiblemente. ¿Cómo traerla a nuestros días sin que se acartone con los remedos del pasado? Pues abordándola con una proyección estética que nos sugiera todo ese abordaje de pasiones que enfrentan la codicia y el tormento moral. Antes de morir en septiembre, Gerardo Vera dejó todas sus ideas en marcha y, a la postre, ha consguido abandonarnos por la puerta grande. Su Macbeth, al igual que muchos de sus proyectos, quedarán en nuestro recuerdo; sus enseñanzas forman parte del acervo personal de aquellos que ahora toman su relevo. Estoy seguro de que Alfredo Sanzol ha hecho un grandísimo trabajo y que José Luis Collado, quien ha perfilado una versión tan medida en el tiempo, como clara en la palabra (los versos fluyen sin angosturas arcaizantes); pero pensemos que el espíritu de Vera y sus intenciones son las que han fraguado en el escenario. Y en este montaje, destaca con una potencia sin paragón la escenografía apabullante de Alejandro Andújar, unas colecciones de lamas gigantes, como si nos situáramos a la sombra de un bajel que sube y baja avanzando hacia la platea. Esta estructura magna y sanguinolenta delimita un espacio sorpresivo y límpido; mientras las videoescenas de Álvaro Luna ralentizan las heridas y el dolor de los grandes protagonistas. La impresión que nos crean es auténticamente aterradora. Y a todo ello contribuye una de las mejores bandas sonoras que se han podido escuchar en los últimos tiempos en el teatro. Alberto Granados Reguilón ha compuesto una música que magnifica la épica y que, a la vez, nos lanza a un mundo posapocalíptico repleto de bases electrónicas que incitan a la batalla. Sigue leyendo

Copenhague

El dilema sobre los avances de la física nuclear recreado en el encuentro entre Bohr y Heissenberg de 1941 en la capital danesa

Copenhague - FotoPosiblemente a Michael Frayn le interesó enfocar el dilema ético sobre los avances científicos a través de Heissenberg y su Teoría de la incertidumbre; porque esta le venía excelentemente como metáfora para encarar un asunto que hoy posee gigantescas reverberaciones; tantas, que algunos transhumanistas ya le ponen fecha de extinción a nuestra especie para alumbrar la siguiente. Ahí es nada. Lo cierto es que Hiroshima y Nagasaki fueron «fechorías» pergeñadas por los estadounidenses y que las investigaciones de Oppenheimer y el proyecto Manhattan resultaron expeditivas. Pero, Copenhague, estrenada en 1998 ―también contamos con una versión cinematográfica realizada para la televisión en 2002― pretende habilitar un discurso filosófico sobre las decisiones trascendentales del científico que, como humano, discurre más allá del laboratorio y que es consciente de que el paradigma puede cambiar radicalmente. Seguramente si es conveniente volver a esta obra es porque es necesario recordar que en la próxima ocasión el daño será realmente irreversible. Es más, podemos llegar a pensar que aquel fatídico final de la Segunda Guerra Mundial fue el ejemplo que la humanidad requería contemplar para cuidarse de la hecatombe que nos autodestruya definitivamente. El caso es que Claudio Tolcachir ha recogido el testigo, y sin realizar una apuesta arriesgada ―desde luego, todo es muy comedido―, ha fraguado un montaje que técnicamente no tiene tacha, que resulta satisfactorio, adecuado y tan conciso como le permite el texto. Sigue leyendo