Débora Izaguirre recurre a los tópicos del romanticismo para configurar un drama con textos de Bécquer en el Teatro Fernán Gómez

Si ya la temporada anterior me pareció un proyecto fallido aquella adaptación de El monte de las ánimas, volver ahora, en parte, sobre la misma leyenda, me parece todo un desatino. Sobre todo, porque es un mejunje que el espectador difícilmente puede encajar en su comprensión. Así que habrá que acudir con los deberes hechos para, al menos, sacar una conclusión certera.
Débora Izaguirre se ha propuesto partir de la biografía de Bécquer, pero debemos reconocer que no alcanza ni a retazo. Fran Pineda se encarna en el escritor sevillano y se expresa, como no podía ser de otro modo, con acento andaluz (honroso detalle). Desde el primer instante, ya percibimos que tenemos otra vez al autor de leyenda, cargando con todos los tópicos de su melancolía y de su pesadumbre, de su enfermedad (¿sífilis?) y su fallecimiento temprano. El interprete se acoge a ello con padecimiento manifiesto y con el cúmulo de las exageraciones con sentencias que proceden de las cartas de Desde mi celda. Es nuevamente una oportunidad perdida para acercarnos con verosimilitud a lo que fue la vida de este poeta. Bien es cierto que aquí no quedan más que unas trazas, apenas unas frases y la declamación de las rimas más célebres.
Por lo tanto, insisto, ¿vale realmente este espectáculo para conocer al auténtico Gustavo Adolfo? O, sencillamente, sirve para apuntalar la consabida aura decadentista sobre Bécquer, que tanto padecía y que tuvo que rehacer todos sus poemas de memoria. Su colega Ramón Rodríguez Correa fue el encargado de borrar su pasado, sus largos años antes de La Gloriosa (1868) como periodista de varios diarios conservadores, amigo de González Bravo (cuando fue ministro de la Gobernación) y como censor de novelas (con un sueldo anual bien generoso). Es decir, antes de que volviera a ser un bohemio, fue, ante todo, alguien metido de lleno en la prensa más politizada.
Igualmente ocurre con su Casta Esteban, que tiene en la encarnación entusiasta de Zuria Gómez, una inconexa escena hacia el final de la función que más parece la necesaria atención que la veta feminista requiere, pues se la presenta como una adalid de susodicho movimiento. No parece que fuera para tanto, pues su libro, Mi primer ensayo, es una colección de cuentos que plantean, entre otros temas, los referidos a la emancipación de la mujer. Desde el luego, el público no llegará a entender que el matrimonio estuvo muy mal avenido, que se separaron (después volverían a estar juntos) y que su carácter no era, por lo visto, el más amable (genes sorianos). Padeció una encefalitis crónica que le hacía complicada la cotidianidad. La actriz ofrece intensidad, cuando esboza a aquel espectro femenino con iris verdosos.
Entonces, la obra es un popurrí con lo consabido e insistido de siempre que los escolares repiten sin sentido. Con dos leyendas que con muy poca representación prácticamente se relatan con algo de intención. Tanto la renombrada El monte de las ánimas, como Los ojos verdes, que se alborota de manera estridente con un rock que distorsiona. Se pretende dar una vertebración con el hilo musical que impone Álvaro Alvarado con su violín desde el inicio, presentándose como ser no humano, quizás un espectro de los bosques. Al menos, la ambientación es coherente con la propuesta. La iluminación tenue, con todas esas velas repartidas por doquier que ha empleado Julio Bao, quien, además, es el responsable de las imágenes que se proyectan al fondo que, quizás, podrían haberse aprovechado un poco más, ya que son también otro esbozo. Así se va completando una escenografía, firmada por Ada Ventura, que resulta bastante sencilla y útil.
En definitiva, creo que ha llegado el momento de que un teatro importante como es el Fernán Gómez ofrezca una visión más madura y realista de la figura de Gustavo Adolfo Bécquer. Caer en la estética del romanticismo trasnochado es incurrir en el producto fácil.
A partir de la biografía y obras de Gustavo Adolfo Bécquer
Dramaturgia y dirección: Débora Izaguirre
Intérpretes: Álvaro Alvarado, Fran Pineda y Zuria Gómez
Iluminación y audiovisuales: Julio Bao
Escenografía y vestuario: Ada Ventura
Coreografía: Raquel Villarejo Hervás
Ayudante de dirección: Martín Asís Muñoz
Técnico de compañía: Andress LR
Composiciones originales: Álvaro Alvarado y Susana Sanabria
Fotos y cartel: Álvaro Serrano Sierra
Voces en off: Homero Rodríguez, Violeta Moreda, Adolfo Del Río, Carlos Criado, Raúl López, Jonás González, Isabel Rosario, Ángel García, Leticia Herrero, Germán Vázquez, Raquel Toledo, Sandra Bernal, Pilar Núñez, Irene Dehesa, Alejandro Gaspar, David Coca, Luis Jiménez, Roberto González, Rubén Rufo, Raúl Verdú y Javier Caravaca.
Proyección: Constanza Benítez
Una producción de la compañía Producciones Torcaz, S.L.
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 16 de noviembre de 2025
Calificación: ♦
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