El largo camino (historias de Ucrania)

Las vivencias de las mujeres en la guerra ucraniana se plasman en escena a través de varias partes inconexas firmadas por tres dramaturgos

El largo camino - Foto de Hasterfröch
Foto de Hasterfröch

Hace poco más de un mes se representó en la misma Sala Jardiel Poncela del Teatro Fernán Gómez la obra Protocolo del quebranto, inspirada igualmente por la guerra en Ucrania. Ahora le toca el turno a un grupo de dramaturgos, quienes nos dejan semblanzas, retazos, noticias, vivencias y otros vericuetos al hilo del tema. Miguel Ángel Quirós las ha unido ─creo que esto es mucho decir─ en un espectáculo que, desde el punto de vista dramatúrgico parece muy traído por los pelos. Cuesta mucho inducir una estructura, una misión particular, una mirada más concreta y humana que se pueda quedar en nuestra memoria. O sea, ya asistimos a diario a toda clase de reportajes, de vídeos sobre distintas atrocidades, repercusiones en los medios sobre declaraciones de tintes geopolíticos y demás asuntos que nos sobrepasan, como para que el teatro no aúne, no concrete, no personifique en lo peculiar.

Y es que El largo camino es un desbarajuste imposible de resumir, que dura unos noventa minutos; pero que podría tener una extensión indeterminada. Evidentemente, no dudo sobre las buenas intenciones de fondo, ni sobre la honestidad del proyecto; no obstante, si debo juzgar el producto, me parece que difícilmente el espectador podrá sacar algo en claro entre tanto caos. Y no hay más que observar la primera parte que, me pienso, está firmada por Manuel Benito. Un correcalles de cooperantes, de voluntarias, de trabajadoras e integradoras sociales que no sabemos muy bien cuántas participan, porque el movimiento genera un permanente intercambio de frases, de caracteres y de visiones de conjunto que bien podrían contribuir a un estimulante prólogo, si la pieza siguiera en ese mismo lugar. Estamos en un hotel donde se han ido hospedando refugiados ucranianos. Estos, por supuesto, vienen con sus preocupaciones, con sus peculiaridades culturales, con un idioma que no es el nuestro (qué raro usar la palabra «castellano», cuando estamos hablando sobre el aprendizaje de una lengua en relación a extranjeros) y, además, con unas exigencias que no sientan bien a las cocineras, por ejemplo. Y ahí tenemos todos los problemas habidos y por haber. Resulta interesante que se plateen cuestiones poco amables, como que a los ucranianos, por ser blancos, europeos, cristianos, etcétera, los hayamos acogido con los brazos abiertos y, a otros, como los sirios, pues los hayamos dejado de lado.

A continuación, al menos, contemplamos una escena más fértil, más concisa, más emotiva. Pues, una ucraniana, una profesora, alguien con formación, desea regresar a su hogar; porque su marido así se lo manda. Advertimos cómo se la quiere convencer de lo contrario; ya que es peligroso acudir de nuevo allí. Aunque también es cierto que se intenta introducir un tinte machista ─patriarcal, dirían algunos─. Ella se ve obligada. Recordemos que esta propuesta posee una evidente perspectiva femenina, que todos y cada uno de los acontecimientos relatados tienen como protagonistas a mujeres (es a ellas a las que se ha entrevistado). Es algo que debe formar parte de la libertad de creación y que no tiene por qué atormentarnos. Ahora, no está de más insistir en que tampoco se deben poner pegas cuando ocurra a la contra. De hecho, si hablamos de la guerra de Ucrania, cualquiera con dos dedos de frente aceptará que los muertos son, mayoritariamente, hombres, soldados, a los que se reclama moralmente (no ya legalmente) defender su país y, por lo tanto, su familia y su patrimonio. En cualquier caso, acepto este enfoque en esta obra, pues resulta válido.

Luego, también de una manera más ficcional, y, de igual forma, como un cuadro estanco, llega la segunda parte. Parece ser que su autor es Raúl Quirós, quien ha imaginado a una madre ucraniana y a otra rusa. Así las percibimos, en la división de la escena, con el teléfono en mano, preguntándose por el paradero de sus hijos. Se produce, entonces, un diálogo inconexo con nosotros, repleto de paradojas, donde, la visión más personal desgaja el velo político. ¿Quiénes son los buenos y quiénes los malos cuando se pierden esas vidas jóvenes? Lástima que no tengamos una continuidad y que no podamos profundizar en las derivas de ese sufrimiento, cuando vemos ese coraje y esa fortaleza surgida de la impotencia.

La andanada final corre a cargo de Viktoriia Chernobuk. Ella ha enhebrado toda una serie de experiencias directas en zonas de auténtico horror. Así se nos recuerda el bombardeo al hospital de maternidad en Mariúpol. Que observemos ese caos de madres y de bebés, de enfermeras realizando tareas imposibles de protección a esas criaturas, toda aquella tensión, nos debe cautivar altamente. Más todavía si otras mujeres atrapadas en alguna de esas ciudades bombardeadas o a punto de hacerlo se esconden y aguantan el hambre y la sed como pueden, para después intentar escapar del mismísimo infierno.

Todo son buenas ideas, el problema está en enhebrarlas en un montaje más cabal. Desde luego, las tres intérpretes, Emi Caínzos, Ana Gijón e Ingrid Hernández, quienes se las tienen que ver en un montón de papeles, salen victoriosas del reto. Es cierto que, en ocasiones, sobre todo al inicio, adquieren un tono demasiado explicativo y didáctico; pero su agilidad, su entrega y su compunción en los momentos necesarios nos permiten elucubrar con las situaciones tan penosas que han pasado y que todavía pasan allá en Ucrania.

El largo camino (historias de Ucrania)

Dirección: Miguel Ángel Quirós

Dramaturgia: Manuel Benito, Viktoriia Chernobuk y Raúl Quirós, a partir de las entrevistas realizadas por Álvaro Vicente

Personas entrevistadas: Andrea Cerezo, Viktoriia Chernobuk, Maryna Hlibka, Anastasiia Hrynzovska, Yevhen Isaiev, Liubov Isaieva, Yuliia Moskovkina y Laura Muñiz

Intérpretes: Emi Caínzos, Ana Gijón e Ingrid Hernández

Iluminación: Noelia Jiménez

Sonido: Manuel Solís

Comunicación: Manuel Benito

Entidades colaboradoras: CEAR, Centro Cultural Paco Rabal y Bululú 2120

Producción: Los sueños de Fausto S.L. con la ayuda del Ayuntamiento de Madrid

Distribución: Los sueños de Fausto S.L.

Agradecimientos: Ksenia Guinea, Elena Méndez, Juan Manuel Fernández Lumbreras, Cristina Sirur y todas las personas entrevistadas.

Teatro Fernán Gómez (Madrid)

Hasta el 19 de mayo de 2024

Calificación: ♦♦

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