David Fernández «Fabu» y Nerea Moreno se ponen al frente de un espectáculo de estética cutrelux en el Teatro Fernán Gómez
Cuando uno se empeña en performar un desenfreno debe cuidarse de no sucumbir en la autodestrucción. Los propios artífices anulan su engranaje evidenciando que sus tramas se agotan antes de que la comida esté lista. Ellos se han impuesto cocinar de principio a fin una paella de verdad, aunque algún valenciano afirmaría que es arroz con cosas; porque abusan de las verduras de manera insolente (también el cutrerío va por ahí). Noventa minutos de cocción se hacen tan excesivos para un argumento tan endeble, que más de media hora se rellena con canciones a modo de cabaret ramplón y grotesco con irónico el «Show must go on»; puesto que hay que esperar y continuar. Más de cinco temas suenan seguidamente, con Frank Sinatra, entre otros; ya que han decidido que de su historieta ya han contado lo necesario. Zanjar con el «Gracias por venir», de Lina Morgan, refuerza el cachondeo y lo estrafalario; cuando habíamos comenzado con el sentido lieder de Robert Schumann, Dichterliebe (Amor de poeta), op. 48.
Que el engendro es divertido se demuestra con las risas del personal. No lo neguemos. Pero aceptemos que las groserías, los insultos y otras zafiedades acaban en un griterío tan desagradable como repetitivo. Poca sinonimia para el «puta». Ese enfrentamiento resulta atractivo en los primeros compases. No falta la lucha de sexos, donde él es el hombre emasculado y machistón, quizás cornudo, apaleado y despedido por su mujer. Además, es más bajito y su fuerza se diluye como la espuma. David Fernández «Fabu» logra desenvolverse con soltura y con ese aporte genuino de patetismo.
Nerea Moreno vuelve con su energía desbordante y se muestra con brutalidad. Hace de Amparo, una directiva con gran ambición, que ha logrado el cargo tomando las ideas de su marido para mejorarlas y crecer laboralmente. Resulta paradójico (y lógico) que ella adopte los rasgos machistas, sicopáticos y carentes de empatía que tanto se han criticado históricamente en los jefes, cuando ella es ahora quien tiene el poder. Alcanzar la igualdad es lo que tiene.
El duelo ha llegado a tal punto que se ha consumado la separación matrimonial y empresarial. Queda raro, por cierto, que se narre la violencia física (un bofetón a él) y que no se represente. De todas formas, somos destinados a un flashback para comprobar de qué manera han llegado a esa situación, cómo su celebración en el jardín con paellita y vino ha surtido efecto. Un tipo poderoso y seductor, uno de esos machos alfa (a los ojos de nuestro Federico), va a apostar por su idea; aunque, eso sí, de la mano de su esposa. Verlo sufrir y desquiciarse es de lo mejor del montaje.
Pero ahí queda el asunto, mientras se dedican a guisar cochineando el escenario; porque su grado de excitación alcanza cotas esperpénticas. De por qué el empeño del dramaturgo en introducir un esquema metateatral de corte pirandelliano; pues uno no sabe qué pensar. Da la impresión de que se le quiere otorgar un marchamo más consistente a la dramaturgia; pues no paran de hacer referencia a distintas teorías teatrales como el distanciamiento brechtiano. En cualquier caso, tratarse como personajes, sostener el libreto de la obra entre los dedos y romper el pacto ficcional ejecutando la autoridad como si fuera Unamuno únicamente sirve para ajustar un espectáculo que, insisto, se agota absolutamente en el largo último tramo.
La sensación definitiva es de que han exprimido la estética cutrelux (con derivación guarry-pop) de otros tiempos, entre Paco Clavel y Gurruchaga. Sí, el insulto desmedido propicia la risa de los espectadores, quienes disfrutan en el desconcierto; no obstante, no tengo claro que se lleven algo más profundo en el recuerdo. Porque si existe alguna pretensión política por aquello del varón demediado en ese sacrosanto heteropatriarcado que se pone de excusa para todo; apenas observaremos el clásico de la humillación consabida. El poder, simplemente el poder. Quedémonos con la entrega de estos magníficos intérpretes, los cuales triunfaron respectivamente la temporada anterior con Coronada y el toro y La hija de Frankenstein.
Autor: David Fernández «Fabu»
Dirección: Víctor Velasco
Intérpretes: David Fernández «Fabu» y Nerea Moreno
Escenografía y vestuario: Laura Ordás
Diseño de iluminación: Lola Barroso
Ayudante de escenografía y vestuario: María Jiménez
Coreografía: Amaya Galeote
Música original: Momo Cortés
Arreglos musicales: Diego Miranda
Coordinación técnica: Sara Esquivel
Técnicos: Mario Cintas y Aleks Yordanov
Diseño gráfico: Tizedit S.L.
Prensa: Lemon Press
Administración: Quique Bonacho
Reproducción: Amanda R. García, Sergio María y Javier Zurita
Distribución: Luís Fas
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 28 de enero de 2024
Calificación: ♦♦
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Pésima de muy mal gusto.Soed llena de insultos y palabrotas.
Me sali de la obra antes de la mitad.
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