Vuelan palomas

El género sermón le sirve a José Luis Gómez de excusa para vertebrar un montaje que traza un camino singular de la historia de España

Vuelan palomas - Foto de Sergio Parra
Foto de Sergio Parra

No son pocos los políticos contemporáneos que han recurrido a la ayuda de actores para mejorar su performance en los mítines o en las alocuciones en el Congreso. Viene de lejos que las técnicas expresivas de los intérpretes se pusieran al servicio del sermón, antes con ánimo evangelizador y con similar motivo; no obstante, con otro Evangelio. Que José Luis Gómez y Javier Huerta Calvo, uno, figura polifacética de nuestro teatro y, el otro, experto máxime de la materia, hayan elegido el arte de los sermones como concepto a desarrollar en escena hoy en día puede parecer una rareza; pero, en realidad, es un hecho de gran actualidad, pues estamos rodeados de púlpitos digitales donde no se para de admonizarnos.

Un recorrido que comienza con el Cantar de los cantares y la prédica del Lunarejo, aquel clérigo del virreinato del Perú, en el siglo XVII, en él escuchamos, con el tono profundo de Roberto Mori: «…ojos de paloma… Porque es un espíritu que vale por siete palomas, en siete dones o gracias repartido». Una referencia particular al Espíritu Santo que justifica el título de la función. Así este se materializa en un palomar, como aún quedan repartidos, por ejemplo, en Tierra de Campos. Por eso, la escenografía de Elisa Sanz trabaja esta noción envolviendo el conjunto, favoreciendo esa idea, también, de recogimiento monacal, con la oscuridad premonitoria que ha diseñado Raúl Alonso, permitiendo, únicamente, algunos destellos azulados que potencian la penumbra acuática, oceánica, es decir, de disolución espiritual.

Desde luego, la factura del espectáculo está revitalizada por la música. Quizás el elemento artístico más relevante. La participación de Alberto Granados se torna esencial. El cariz que aporta es básicamente el de bisagra entre el medievalismo y nuestra contemporaneidad entregada a las máquinas y a los sintetizadores. Él es un joven compositor que ha demostrado su buen hacer en múltiples propuestas escénicas. Aquí, directamente, se sitúa al fondo del escenario para ejercer de organista y DJ. Así que la sonoridad posee tintes electrónicos y el mismísimo Bach es derivado con valentía hacia posiciones más actuales. Además, la ejecución de ruidos a través de objetos básicos nos retrotrae a los efectos más artesanales de las comedias áureas.

Cuadros estanco que trazan diferentes temas sin demasiado desarrollo que, a veces, no se concatenan de una forma que nos permita adentrarnos en algo más sólido, por ejemplo, en esas introducciones biográficas en cada inicio. De hecho, se complica un tanto el asunto por los saltos temporales, pues, con Vicente Ferrer (1350-1419), nos vamos hasta el siglo XV. Entra en ficticia conversación este santo («los reyes deben mandar apartar los judíos y los moros») con la madre Teresa de Cartagena (c. 1420-1478 post.), de origen hebreo.

Los tres intérpretes masculinos (R. Mori, Marcos Toro y Clemente García) funcionan como un coro, subidos, en ocasiones a los púlpitos que se asemejan a esas escaleras que permiten a los socorristas vigilar a los náufragos (de fe), donde con frecuencia no conseguimos identificar a un personaje concreto, sino que se aúnan para que el discurso sea lo importante. Plasman su vehemencia, su insolencia, incluso, esa cavilación sobre, diríamos hoy, la performance, esa asimilación, a los comediantes o, antes, a los trovadores, juglares y hasta bufones. Aunque no habría que olvidar que nuestros clásicos, tanto Platón como Aristóteles, fijaron parte de sus críticas en los modos de los sofistas, con sus artes de retórica y de oratoria, en pos del poder y más allá de la ética.

Distintos son los papeles que interpreta Lidia Otón, pues ella juega con la excepcionalidad de poner voz a las pocas mujeres que, de alguna manera, pudieron expresarse con cierta enjundia y sapiencia. Desde su primera frase encarnando a la Calderona, quien pasó de célebre actriz a ordenarse monja, ya dejará su impronta expresiva bajo el hábito. Después, como María de Cazalla, esa representante de los alumbrados, aquellos heterodoxos del XVI, perseguidos por la Inquisición por considerar que estaban próximos al protestantismo, retuerce aún más su padecimiento en el rostro. Tono distinto adopta cuando encarna a nuestra célebre sor Juana Inés de la Cruz, quien procede con su composición más repetida: «Hombre necios».  Su defensa de las mujeres en relación a los estudios se ha convertido en un tópico en los últimos tiempos con el empuje del feminismo. Es más, este mismo espectáculo da cuenta de ese impulso.

Ciertamente, el montaje se revitaliza con la última escena: «Lengua de perro», donde la imagen velazqueña de Felipe IV ─recurriendo a esa moda tiktokera de hacer hablar a las fotos─ y de sor María de Jesús de Ágreda cobran aliento. Ambos, que mantuvieron una extensa correspondencia, conversan tanto de la vida eterna como de política, tema este último que nos destina a un epílogo realmente vindicador de posturas que nos retrotraen a ese cainismo del que tanto discurrieron los noventayochistas. Toda una reflexión sobre la decadencia de España entre multitud de voces circundando la guerra civil, y con María Zambrano devolviéndonos a la paloma (de la paz) inicial.

Pieza breve, a la postre, quizás demasiado didáctica, poco dinámica y, paradójicamente, sin sermones en el sentido estricto; pues apenas recibimos frases sueltas y explicaciones. Con lo que uno se pregunta si la idea principal no se pierde en la antología de sermoneadores.

Vuelan palomas

Arte de sermones para tiempos inciertos

Idea y dirección: José Luis Gómez

Dramaturgia: José Luis Gómez y Javier Huerta Calvo

Espacio escénico: Elisa Sanz

Realización escenografía: Scnik

Vestuario: Deborah Macías

Realización vestuario: Isabel López, Paloma de Alba Sastrería y Gracia y Cristina Collado

Iluminación: Raúl Alonso

Proyecciones: Jorge Vila

Ayudante de dirección: Álvaro Nogales

Ayudante de producción: José Luis Sendarrubias

Maestra de cuerpo: Mar Navarro

Composición musical: Alberto Granados

Una producción del Teatro de La Abadía y la Compañía Nacional de Teatro Clásico

Teatro de la Comedia (Madrid)

Hasta el 22 de octubre de 2023

Teatro de La Abadía (Madrid)

Hasta el 12 de noviembre de 2023

Calificación: ♦♦

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