La Compañía Leandre Clown discurre por la Sala Verde de los Teatros de Canal con un divertido espectáculo que exprime el absurdo a través de una colección de puertas
La cantidad de gags que engarza esta gente resulta altamente apabullante y cómo se manejan en distintas direcciones, con detalles que a veces pueden pasar desapercibidos, funcionan tanto para adultos como para esos niños a partir de los cinco o los seis años; aunque habría que señalar que estos, llegado el desenlace, pueden percibir algo de cansancio en el sentido de que el ritmo no se eleva hasta esas cotas tan habituales en los espectáculos circenses, donde lo explosivo, directo y chocante llevan al desmadre y hasta la locura. No, este N´imPORTE quoi está bastante medido en una cadencia que se esfuerza por arañar el absurdo con algo de parsimonia.
No cabe duda de que hallamos escenas de alto detallismo (véase todo el ejercicio que realizan cuando se disponen a preparar, o a desarmar, la mesa donde pretende comer); y otras que requieren unas habilidades técnicas más que notables, como demuestra Laura Miralbés subida a esa escalera que se parte en dos mientras mantiene el equilibrio en el desequilibrio para quedarse colgada de una sujeción que viene desde lo alto. O el habitual juego de tropiezos y trastabilleos con una tabla de planchar (sí, todos tenemos muy remarcado a Pepe Viyuela con su silla. Esta referencia es un tópico, lo reconozco) de Cristina Solé. Puesto que, además, cada uno de los integrantes del grupo cuenta con su particular «solo» para que se luzca frente a los demás. Como Andreu Sans, que incide desde el principio en un trabajo corporal significado por el tembleque y la fluidez, lo observamos y lo disfrutamos cuando se pone a representar lo que deben estar contemplando en la televisión, como si fuera un chavalín imitando la película de indios y de vaqueros. Por su parte, Pere Hosta, quien tiene esa vis de humilde inocentón, logra con soberana sencillez que el público se meta en su percusión «tontorrona» cuando juega con unas llaves. Todo está lleno de llaves; porque les han llovido para que abran todas esas puertas que son el motivo y el símbolo de su existencia. Las puertas dan cabida a la sorpresa, al aislamiento, al laberinto y hasta a la ansiedad cuando no se pueden abrir o desaparecen. Las puertas habilitan el misterio y aquí se da mucho de eso; ya que les permiten todo tipo de posibilidades como, por ejemplo, que se desmonten y terminen dándole un portazo a alguno de ellos —Solé se lleva unos cuantos, y esto hace mucha gracia, por supuesto, «¿verdad, U?»—.
Es un humor que incurre enormemente en la ilógica, en lo incongruente que saca de nosotros la pura incomprensión de su nuestra risa, si es que entramos en este tipo de comicidad. Para la mayoría de nosotros tiene que ver con esos clásicos del cine mudo, no solo Chaplin o Buster Keaton, sino otros tantos muy peculiares como Harold Lloyd o Abbott y Costello, o, incluso, algunos más olvidados, pero que fueron auténticamente célebres, como Roscoe Arbuckle. Uno se puede llegar a cuestionar por qué se ríe de algo tan ridículo como ver encerrado su pie en un cubo o intentar quitarse una zapatilla con un simple gesto, o aspectos muy pequeños como atravesar una puerta como si fuera un abismo. El sinsentido nos congracia con nuestra sociedad de ínfulas racionales. Escuchar las risotadas de los muchachos que llenan las butacas te indica que también perdemos esa inocencia con el tiempo. Mal asunto.
Leandre Ribera, quien comanda todo el montaje y que él mismo ha ideado, marca un tono desde el inicio cuando en la Sala Verde de los Teatros del Canal se presenta con una puerta a la espalda e intenta avanzar por el estrecho pasillo que separa las dos gradas, arriesgándose a un comienzo problemático, pues los espectadores se juegan las rodillas («¿cómo tuvimos que juntar bien las piernas?»). Él se sitúa en otro plano frente a los demás, parece dárselas de más inteligente, pues el resto tiene comportamientos verdaderamente incomprensibles. No obstante, él acaba entrando en las complejas directrices de esa tribu. Le pondría una pequeña pega a nuestro director en cuanto a la estructura la función, y es que el número final (o los dos finales) no parece que encajen adecuadamente donde están. Ya que nos encontramos con la pieza de «Welcome», donde nos invitan de maneras muy ingeniosas a que pasemos a través de su puerta para acceder a su mundo. Los asistentes aplauden cada guiño y definitivamente se asumiría como un colofón estupendo. Sobre todo, porque el «solo» de Ribera, haciendo de ilusionista estrafalario, baja el nivel de gracia.
Reconocemos muchas de las peripecias y gozamos con su renovación fuera de los cauces tecnológicos y de la búsqueda denodada de la carcajada instantánea. Ellos depuran con algo de lentitud su espiral de incongruencia para acertar con una solución creativa, que redunda tanto en el nihilismo como en la imaginación oxigenante. Los clowns de este tipo siguen siendo un espejo afinado de todos nuestros universos posibles.
«Y lo que te has descacharrado, ¿eh, U?».
Autoría y dirección: Leandre Ribera
Intérpretes: Pere Hosta, Laura Miralbés, Andreu Sans, Cristina Solé y Leandre Ribera
Diseño de escenografía: Txesca Salvà
Diseño de vestuario: Leandre SL
Creación musical: Víctor Morato
Diseño de iluminación: Marco Rubio
Producción: Leandre SL – Agnés Forn
Teatros del Canal (Madrid)
Hasta el 17 de junio de 2023
Calificación: ♦♦♦
Calificación de U: ♦♦♦♦♦
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