Avalada por un par de premios en Cataluña, llega ahora a las tablas madrileñas
A Jacob no le duele lo que le tiene que doler y eso termina en dolencia de su propio dolor, y los demás no pueden soportar que no te duela. ¿Quiere hacer usted el favor de llorar un poco por la muerte de su padre? ¡Maldita sea, es tu padre! Pero el padre de Jacob, no fue un padre padre, sino un semillero de circunstancias. Ruth, la hermana que acoge a ese muchacho descontrolado emocionalmente, se aferra a sus triunfitos atléticos mientras los amantes y los medio novios aparecen y desparecen cumpliendo, también, otras tareas gimnásticas. Se adentra en el piso, en visitas tentadoras, la novia del hermano exitoso, del abogado que pronto dejará Gerona (sic, en la obra) para arribar a Madrid; una joven que carga con su libro favorito, El poni rojo de John Steinbeck. El novelista estadounidense es una especie de espíritu alentador en toda la obra; puesto que uno de los rasgos que caracterizan su escritura es el tratamiento moral que concede a sus personajes, el respeto que tiene por los más débiles y la búsqueda de las razones que los han hecho así. Lo encontramos en Las uvas de la ira y, por supuesto, en De ratones y hombres. Dentro de la corriente realista con tendencia al costumbrismo que recorre afanosamente el teatro que los jóvenes dramaturgos están exponiendo en las salas españolas, Cenizas es de las que mejor tienen perfilado a su protagonista. Llàtzer García ha dotado a este Jacob de ese cúmulo de sensaciones amorfas y abisales que se atragantan; un muchacho que rehúye las metáforas que no comprende directamente y que se muestra cruel en su inocencia cuando se le exige rendir cuentas de emociones que nadie le ha enseñado a reconocer. Además, Guillem Motos, al que hace muy poco vimos interpretar un pequeño papel en Sócrates junto a José María Pou, me ha parecido que gestualmente ha comprendido con extraordinaria lealtad la impotencia en su cuerpo desde el primer minuto hasta el último, absolutamente conectado con su cometido. De otra manera, Laura López se ha ganado en su monólogo final nuestra admiración, al poner en escena esa agonía fruto de tantos vericuetos incomprensibles en su existencia tan atascada. Y, finalmente, Marta Arán le aporta a su papel de Alba, el proceso de transición entre la niña casi asalvajada que fue y la mujer que el mundo adulto y su pareja le reclaman que sea. Es la chica que se abraza a su poni rojo, pero que sabe que el futuro está en Madrid. Otro de los puntos que destacan en la escritura de Llàtzer García es el trabajo con la elipsis; la capacidad que tiene para recrear la historia de toda una familia configurando el molde de sus ausencias. Por eso, quizás esa anagnórisis que se produce cuando le revela Jacob su secreto (no lo contaremos aquí) a Alba resulte un tanto increíble. Si a todo esto le añadimos que esta obra incluye BSO de The New Raemon, con cuatro temas en catalán (me ha gustado especialmente Un dia mès) tan acordes con la ilación de las escenas, pues Cenizas se perfila como una función que hará disfrutar enormemente a todos aquellos espectadores que buscan historias cercanas, bien contadas y repletas de los entresijos familiares que configuran nuestra modernidad.
Escrita y dirigida por Llàtzer García
Reparto: Marta Arán, Laura López y Guillem Motos
Música original: The New Raemon
Escenografía y vestuario: Marta Soto
Diseño de iluminación: Xavi Gardés
Fotografía: Roser Blanch
Ayudante de dirección: Muguet Franc
Producción: Flyhard Produccions, Companyia Arcàdia y Naw Ivanow
Producción ejecutiva: Sergio Matamala y Roser Blanch
Teatro Fernán Gómez (Madrid)
Hasta el 20 de marzo de 2016
Calificación: ♦♦♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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