Una Carme Elías impostada hacia el pijerío hace inverosímil el personaje de Diana Vreeland
Hoy todo el mundo conoce la revista Vogue, la Biblia de la moda, la publicación que más ha influido en la forma de vestir en el mundo entero, aunque, siendo realistas, ahora mismo haya perdido poder, que no aura. También es muy popular su directora estadounidense, Anna Wintour, sobre todo desde el éxito del film El diablo viste de Prada. Pues antes hubo otra mujer en la cúspide de esta industria tan aparentemente paradójica, Diana Vreeland. El documental dirigido por su nieta en 2011 recuperó el trabajo de esta mujer; y, ahora, en escena, Al galope, muestra el momento en el que tras ser despedida de Vogue es tentada para trabajar en el Metropolitan (con el tiempo será la iniciadora de lo que hoy es uno de los eventos más populares de Nueva York). La protagonista ha viajado durante cuatro meses por diferentes países. A su regreso se encuentra con problemas económicos y la imperiosa necesidad de reactivarse. Hay que reconocer que lo que cuenta el documental está repleto de interés sociológico, pero lo que se plasma en las tablas es el tedioso transcurso de una señora muy satisfecha de ser quien es, aunque no transmite el supuesto poder que ha ostentado. La cuestión es que hemos podido escuchar la voz real de Vreeland, su acento quemado por el tabaco, su energía y, también, ver su rostro poco agraciado (como ella misma reconocía). Con Carme Elías, tenemos a una dama de movimientos sutiles, elegantes y un rostro bello; además, posee una voz que se imposta hacia el pijerío y la superficialidad abusiva. Es una composición del personaje muy chocante y poco verosímil, que se acentúa con una interpretación levemente fallona y sin el empaque que se necesita para meterse en la piel de una mujer tan enérgica como Vreeland. El texto está construido con una colección de anécdotas que, sobre todo al principio, carecen de interés, son costumbristas y cotidianas. Según avanza la función podemos conocer otras peripecias de la editora, pero, salvo sus relatos de juventud, no llega a fascinar (se permite afirmar, entre otros asuntos, que Alfonso XIII abandonó España cuando comenzó la guerra. Ni más ni menos). Todo transcurre en una escenografía que pretende imitar el salón de Diana Vreeland, aunque de un modo más sencillo, su auténtico «Jardín en el infierno» (como ello lo llamaba) era mucho más barroco. Si en algo resulta interesante conocer a esta señora tan sobrevalorada por sus acólitos es que no es más que alguien nacido en París, que ha pasado su juventud durante la Belle époque, y que solo esa vivencia, más luego sus posibilidades como burguesa, cultivaron en ella un gusto exquisito. Nada más necesitaba encontrar una sociedad rica, ávida de «orientaciones» glamurosas que la dispararan hacia su locura consumista. Y ahí estaba ella. Luego, sinceramente, es mejor no conocer la verdadera personalidad de estos individuos ni su mundo repelente.
Autores: Mark Hampton y Mary Luise Wilson
Traducción: Joan Sellent
Director: Guido Torlonia
Reparto: Carme Elías
Diseño de escenografía: Ramon B. Ivars
Diseño de vestuario: Andrés Andreu
Diseño de iluminación: David Bofarull
Caracterización: Eva Fernández
Teatro Español – Sala Margarita Xirgu
Hasta el 15 de noviembre de 2015
Calificación: ♦♦
Texto publicado originalmente en El Pulso.
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