Hedda Gabler

El personaje más célebre de Henrik Ibsen vuelve a vivificar su angustia existencial en la versión austera de Yolanda Pallín

Hedda - FotoLa heroína de Ibsen ha llegado al final del camino demasiado pronto; es lo que tiene la vida fácil y programada. Hedda Glaber, aún joven, sufre la enfermedad burguesa por antonomasia: el aburrimiento (a finales del XIX en Noruega no existían las tarjetas de crédito). Y lo que ocurre cuando se llega a ese estado es que la locura del arrepentimiento por las arriesgadas aventuras no emprendidas se introduce en el cuerpo. De esa manera, Hedda va perdiendo sus endebles valores morales. ¿Cómo construir un personaje tan complejo y que resulte creíble? Pues como hace el dramaturgo noruego al lograr confluir los caminos perdidos de Hedda en un corto periodo de tiempo. El azar predispone a los personajes para que la protagonista saque de sí su verdadera esencia. Vuelve de una soporífera luna de miel con su marido Jorge Tesman, un profesor a punto de ingresar en la universidad y al que no ama, lo interpreta Ernesto Arias con ese estilo paradójico en el que el intelectual parece no darse cuenta de lo obvio. Lo resuelve con mucha coherencia. Enseguida aparece la tía Julia, que Charo Amador interpreta con apocamiento. Se echa en falta, sobre todo al principio, el personaje de la criada Berta que Yolanda Pallín ha obviado. Es muy necesario en una obra así manifestar el contraste entre las diversas clases de una sociedad como aquella, para que luego no chirríe ese tono servicial que adoptan la tía y el sobrino frente a la «maravillosa» Hedda. Enseguida les visita el juez Brack, un personaje con el que Jacobo Dicenta debe lidiar en escenas excesivamente directas y en las que se balancea entre el donjuanismo juguetón y cierto acoso draculino en su afán por conquistar a la apetecible Hedda. Luego aparece Thea, una vieja compañera de colegio de la heroína, aunque extrañamente no parece que muy bien avenidas; Verónika Moral cumple timorata. Finalmente, José Luis Alcobendas se lleva uno de los personajes más interesantes, Eliert Lovborg, un escritor, un ensayista de éxito y ex amante de Hedda. Alcobendas consigue darle viveza dentro del ambiente frío que se va propiciando. Cayetana Guillén Cuervo hubiera necesitado más tiempo para redondear su actuación, que no termina de explotar; aunque su movimiento escénico es muy tentador, funciona como un imán frente al resto. La versión de Yolanda Pallín muestra una función recortada a la que le falta vida en la dirección de Eduardo Vasco. Quizás se quiera remarcar lo primordial, cuando lo que necesita es despliegue. La escenografía, con esa elegancia sencilla, con la proyección al fondo de un árbol muy sugerente, contribuye a dar ese aspecto de abulia que provoca abruptas antítesis en la propia Hedda; de la que no sabemos si es lo más adecuado vestirla con trajes de noche a todas horas, máxime si no va a abandonar su mansión. De todas formas, este gran personaje sigue guardando ese instintito tan humano de la inquietud.

Hedda Gabler

Autor: Henrik Ibsen

Dirección: Eduardo Vasco

Versión: Yolanda Pallín

Reparto: José Luis Alcobendas, Charo Amador, Ernesto Arias, Jacobo Dicenta, Cayetana Guillén Cuervo y Verónika Moral

Músico: Jorge Bedoya

Escenografía: Carolina González

Vestuario: Lorenzo Caprile

Iluminación: Miguel Ángel Camacho

Música: Ángel Galán

Caracterización: Sara Álvarez

Espacio sonoro y vídeo: Eduardo Vasco

Teatro María Guerrero

Hasta el 14 de junio de 2015

Calificación: ♦♦♦

Texto publicado originalmente en El Pulso.

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Un comentario en “Hedda Gabler

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