IF (La ligereza)

Pedro Casas se pone de nuevo al frente de la Compañía del Sr. Smith, para elucubrar sobre cómo hubiera sido nuestra vida si hubiéramos tomado otras decisiones

If - FotoVolvemos sobre la idea, algo ya trabajada, del «que hubiera pasado si…». Es decir, el contrafáctico con el que a veces elucubramos sobre cómo hubiera sido nuestra vida si hubiéramos tomado una decisión u otra en un momento clave. La cuestión es que, quizás, hay instantes concretos en que decidimos de una manera bastante inconsciente y que, luego, una vez desencadenadas las acciones subsiguientes, se anulan otros posibles vericuetos. Todo esto se puede complejizar al súmmum o hacerlo más asequible, más fabulístico y hasta naíf, como se han empeñado en llevarlo a escena los de la Compañía del Sr. Smith. Su estilo, ya lo hemos podido comprobar en otras ocasiones en la misma Sala Cuarta Pared con La noche del Sr. Smith o La piel del lagarto. En cualquier caso, antes de nada, me vienen a la cabeza las películas La vida en un hilo (1945), de Edgar Neville, y Dos vidas en un instante (1998), protagonizada por Gwyneth Paltrow. Aunque en teatro también hemos tenidos incursiones similares como Constelaciones, de Nick Payne o, en otro orden, Los universos paralelos, que dirigió David Serrano.

Aquí el juego está servido y al público se le anima a participar votando qué historia de las seis disponibles quiere ir viendo y cuál no. Por lo tanto, no va de que nosotros repercutamos como demiurgos en el destino azaroso de esos protagonistas. Así que no deja de ser como esa falsa sensación de intervención que se ofrece en espectáculos de improvisación o en los escape rooms. Poco juego más allá de levantar un tarjeta amarilla o azul. En cualquier caso, sí que sería conveniente, una vez se han presentado de golpe las síntesis biográficas de los seis personajes, que fueran repetidas una vez llega el comienzo de cada acto y hay que elegir de nuevo. Recordar quién era quién es lioso. Así que únicamente puedo referirme a los tres cuentecillos que pude disfrutar. Un prólogo y un epílogo a cargo de Luna Mayo, quien le pone mucho vigor frente al micrófono, y que enmarcan la función para disertar acerca de nuestra propia existencia, tan rara y tan difícil de imaginar, cuando ya uno ni siquiera ha podido no ya elegir dónde nacer, si no nacer.

Sí que se percibe ese aire humorístico trazado por el detalle curioso que tanto practican Alfredo Sanzol (señalemos, por ejemplo, El bar que se tragó a todos los españoles) o Wes Anderson (véase la maravillosa La crónica francesa). Y la primera en llevarnos de aquí para allá es Tania, a la que llaman Montse, y que está enamorada de Huevo. Ella es una adolescente y nos da cuenta de su primer amor, el repetidor macarrilla que tiene moto. Un tópico. ¿Cómo volver a sentir lo mismo? Pues esa pregunta daría para una obra completa; pero esto se debe resolver en casi treinta minutos. Hombres, novios, relaciones para comprender qué supone madurar y qué supone el amor romántico con toda esa transposición imaginaria. Tania Medina se desenvuelve con mucha soltura y se engarza con gracia en ese papel tan pavorosamente juvenil.

Luego nos llegó Marta Pons para relatarnos, a través de un magazine televisivo de confesiones, cómo se convirtió en la encarnación del dalái lama. Realmente sirva, nuevamente, para que la actriz trabaje la autoficción y haga los chistes consabidos sobre la precariedad de su profesión. Ciertamente, logra aumentar la comicidad del espectáculo y nos deja fragmentos de lo más rocambolesco y crítico.

Finalmente, Andrés Acevedo gana la partida y nos lleva a Miami pasando por el Bollywood de la India —coreografía del elenco incluida, y que sirve como fin de fiesta—. De cómo alguien que estaba obligado en casa a ser arquitecto se convierte en un cantante comercial y premiado.

Tanto Luna Mayo, como Iván Serrano y Jorge Vidal ofrecen todo su dominio actoral para encajarse en la multiplicación de los roles con gran precisión. Verdaderamente el grupo funciona muy bien y parece tener claro su dificultoso empeño en una obra con tantos cambios de posición.

Y así, tres obritas que se representan y otras tres que se quedan para mejor ocasión, habilitando nuevas combinaciones y hasta la creación de otras piezas que se puedan incluir de modo que la propuesta no pierda potencia. Cada una de ellas vale como guiño, como ejemplo, con su moraleja; aunque, evidentemente, se quedan sin un recorrido más elocuente, con personajes más redondeados y que nos dejen un mayor poso. La velocidad, que es una de sus propias quejas, paradójicamente, es la que lleva a que su proyecto sea un poco caótico y no permee suficiente a nuestra memoria. No obstante, todo el trabajo de teatro físico, a través de esos recursos tan creativos en el aprovechamiento de sus cuerpos, y de elementos muy básicos para contextualizar de manera prodigiosa la acción, demuestran que Pedro Casas tiene, entre otros valores dramatúrgicos, una veta de publicista vivaz e inteligente que se nota en cada uno de los movimientos de este encadenamiento sin fin.

If (La ligereza) nos trae a la cabeza el célebre poema de Kipling; pero también La sociedad líquida, de Bauman. Los espectadores nacidos en los ochenta (y un poco antes) comulgarán agraciados con el show. Con todos los atractivos que posee, el éxito está garantizado.

IF (La ligereza)

Autoría: Pedro Casas y Cía.

Dirección y dramaturgia: Pedro Casas

Asistente a la dirección artística: Gala Martínez-Romero

Interpretación: Andrés Acevedo, Tania Medina, Marta Pons, Iván Serrano, Luna Mayo y Jorge Vidal

Diseño de iluminación: Pablo Garnacho

Diseño de escenografía y atrezzo: Álvaro Espinosa

Asistente de movimiento: Jordi Vilaseca

Diseño gráfico: Álvaro Espinosa

Compañía del Sr. Smith

Surge Madrid en Otoño 2022

Sala Cuarta Pared (Madrid)

Hasta el 15 de octubre de 2022

Calificación: ♦♦♦

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