Paraíso perdido

Andrés Lima y Helena Tornero enmiendan el gran poema del puritano John Milton

Paraíso perdido - Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

Cuesta pensar para qué se ha recurrido al célebre poema de Milton, si el fondo del asunto, como parece traslucirse, es altamente despreciado. Puesto que, cuando hablamos de adaptar, qué menos que se conserven las esencias. Y aquí del poeta inglés apenas se respetan unos cuantos versos en las primeras partes, ya que, después, la versionista Helena Tornero desmonta en exceso la teología desarrollada en el original. Sus interpolaciones llegan a ser abracadabrantes. No solo porque a Eva la veamos convertida en la primera feminista radical de la historia, sino porque el mismísimo gremio actoral se erige en auténtico adalid de las luchas por la libertad. El teatro es el arte más cancelado. De entre todos los males que ha propiciado Dios (y los veremos) se han elegido como víctimas propiciatorias. Con esta función, desde luego, no se convertirán en mártires; nadie les pondrá una bomba como a Leo Bassi. Sigue leyendo

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Escena – Fin de temporada 2019-20

Un repaso por lo más meritorio y sobresaliente de este reducido periodo teatral que nos ha tocado vivir

Foto de Vanessa Rabade

La temporada ha quedado demediada. Esto ya no tiene remedio. Días aciagos para el teatro que dejan su futuro en suspenso. Los sucedáneos virtuales demuestran que la anosmia no es solo un síntoma clarificador de esta pandemia que nos acogota; sino la evidencia de que el drama requiere de olores, de sudores, de tensiones carnales y, fundamentalmente, de ese compromiso indeleble entre los intérpretes y un público que se entrega al pacto mefistofélico. Por lo tanto, solo queda hacer ya el habitual repaso a lo más destacable de la escena teatral madrileña (española por extensión y por recepción. Internacional, a la postre). Sigue leyendo

Jerusalem

Pere Arquillué encarna a un desastrado anacoreta en un montaje dirigido por Julio Manrique en el Teatro Valle-Inclán

Jerusalem - Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

Si descodificamos todos los símbolos de esta alegoría es probable que caigamos en la tentación de interpretar la obra como un relato bíblico. En parte, posee un andamiaje que inequívocamente va por esos derroteros religiosos; pero tenemos mucho más, porque la fantasía pagana se imbrica como un contendor de literaturas que nos llevan desde la Odisea hasta Un monstruo viene a verme (no es que sea una influencia, sino que más bien podemos encontrar un paralelo reciente) pasando por la materia de Bretaña, Chaucer, Rabelais, Cervantes, los hermanos Grimm y un larguísimo etcétera que se rinde a la imaginación desmedida y maravillosa. Por otra parte, cómo no descubrir una crítica acibarada a los desastres de la crisis económica ―el estreno data de 2009― en esta Inglaterra preBrexit, donde los chavs buscan sus vías de escape a través de las drogas, el alcohol, la fiesta y, directamente, la nada, antes de volver al curro (si es que lo tienen). Jerusalem ―en referencia al famoso poema de William Blake, todo un himno para los ingleses―, también contiene buenas dosis de Babilonia, como bien establece san Agustín en La ciudad de Dios. La confusión y el refugio se concitan en el medio de ese bosque habitado por un espécimen icónico en demasía. Allí está apostada la cochambrosa caravana de Johnny «El Gallo» Byron, con todos sus enseres repartidos por doquier como si aquello fuera un preludio de vertedero ―Alejandro Andújar se ha afanado para crear una escenografía repleta de cachivaches que nos entretienen visualmente como pequeñas sorpresas―. Sigue leyendo