La dama duende

El Teatro de la Comedia acoge este enredo amoroso con una propuesta vivaz dirigida por Helena Pimenta

El último gran montaje que se recuerda por estos lares de La dama duende fue el que dirigió Miguel Narros y que se estrenó a los pocos días de su fallecimiento. Ahora es la Compañía Nacional de Teatro Clásico la que pone en marcha una versión a cargo de Álvaro Tato y bajo la dirección de Helena Pimenta que nos traslada no a ese 1629 en el que Calderón compuso esta comedia de capa y espada; sino al siglo XIX en pleno Madrid. El texto cumple con los paradigmas propios del enredo y con las prescripciones lopescas que tanto éxito habían traído a los corrales de comedias. La trama nos entrega a doña Ángela, una viuda burguesa, inteligente, juguetona y aburrida de esa existencia de luto permanente. Marta Poveda, tras su irónica condesa de Belflor en El perro del hortelano, adopta una pose ambigua en su rol de protagonista; por una parte parece que sencillamente quiere divertirse colándose en la habitación de un nuevo huésped y, por otro lado, da la impresión de que lo que verdaderamente desea es encontrar un amante que le permita escapar del amparo de sus hermanos y, también, dejar atrás los males de su viudez. Sigue leyendo

El perro del hortelano

Extraordinaria representación de la comedia lopesca a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico

el-perro-del-hortelano-fotoHay que reconocer que en este país, desde que Pilar Miró se la jugó, pero de verdad, llevando El perro del hortelano al cine ─con verso y todo—; logrando un éxito que se extiende hasta nuestros días, esta comedia resulta ser, dentro de las populares de Lope, la mejor acogida por los bachilleres y por el público en general. La obra en cuestión es nombrada por doquier ─junto a otras─ como parte del acervo popular, ya se sabe: «Todos a una como en Fuenteovejuna» y «eres como el perro del hortelano, que ni come ni deja comer». Además, por esos azares del destino, volvemos a tener delante a Fernando Conde, que, en su madurez, ha cambiado su papel de mercader griego en el film por el de conde Ludovico. Dicho esto, debemos aceptar que el texto del Fénix es todo un zarpazo de ingenios, repleto de discursos veloces, cargados como metralla para que ambos contendientes disparen tanto a discreción como con la máxima pericia. Por momentos, uno parece escuchar a Cyrano cuando en boca de Teodoro surge: «…ese tornasol mudable, / esa veleta, ese vidrio, / ese río junto al mar […] esa Diana, esa luna, / esa mujer, ese hechizo,…». Sigue leyendo

Los hermanos Karamázov

Unas actuaciones fabulosas levantan una versión reduccionista de la obra de Dostoievski

Foto de Sergio Parra
Foto de Sergio Parra

Nadie puede dudar a estas alturas que Gerardo Vera conoce su oficio, que domina el arte de la escenografía, que sabe dirigir a sus actores y que es capaz de propiciar momentos de sugerente belleza en sus funciones; pero, ¿qué nos depara una adaptación teatral de una obra realista del siglo XIX compuesta por unas mil doscientas páginas que aquí se reducen a casi tres horas? Si lo importante de esas novelas decimonónicas es el argumento, entonces toda la historia de la literatura está llena de buenos motivos. No, esas obras son valoradas por cuestiones, en absoluto literarias (de hecho, para la literariedad, fueron un retroceso), sino por el ambiente, las ideas, el reflejo de una sociedad, es decir, aspectos sociológicos, antropológicos e históricos. Pretender que en tres horas se pueda reflejar el mundo que plasmó Dostoievski, es como darnos por satisfechos cuando los preadolescentes se leen esas terribles versiones de El Quijote. Lo que leen, evidentemente, no es nada que se aproxime al verdadero valor de El Quijote, que no es que un caballero andante se estampe contra unos molinos, sino su arte literario. Sigue leyendo

Pingüinas

Fernando Arrabal presenta un texto surrealista donde unas moteras se transmutan en mujeres cervantinas

pinguinas_escena_13Lo que han presentado Fernando Arrabal y Juan Carlos Pérez de la Fuente en el Matadero es un salto mortal del espacio-tiempo, donde mujeres de hoy, liberadas, moteras, «easy riders» embebidas por el dios Pan y por el espíritu de Cervantes, se lanzan a la carretera en busca de un fin. Lo que se celebra en la sala recientemente bautizada con el nombre del dramaturgo melillense es una eucaristía pánica. Diez mujeres montadas en sus motos como faunos furibundos se encuentran en la ensoñación, unidas espiritualmente las diez cervantas solteras (menos la esposa), persiguiendo la vía mística. Al comienzo, cuando empiezan a provocar las palmas en el público, mientras ellas bailan al ritmo del Happy de Pharrell Williams, uno piensa en marcharse ante tamaña horterada. Esta molesta captatio benevolentiae definitivamente sobra y le hace un flaco favor al resto de la obra. Luego, todo cambia. Sigue leyendo

Los cuentos de la peste

Mario Vargas Llosa se sube al escenario como un actor más en su obra sobre el Decamerón

cuentos_peste_escena_05Uno accede al Teatro Español y luego penetra a través de los vomitorios y se encuentra con la peste en un caballo y una fuente muerta en el centro, donde debían situarse las butacas. Aquel espacio nunca antes ha sido tan acogedor, recrea un ambiente mágico, un lugar que debe dar cabida a la transición entre el Medievo oscuro, pero también lúdico, y el Renacimiento que debe iluminar el futuro recogiendo las esencias del pasado clásico. Luego comienza la función y aparece Mario Vargas Llosa para empujarnos hasta la Villa Palmieri.  Sigue leyendo