Luces de bohemia

Eduardo Vasco le ha restado melancolía a su adaptación de este clásico para trazar un espectáculo disfrutable

Luces de bohemia - Foto de Javier NavalSomos afortunados de poder asistir a un espectáculo teatral con un elenco de veinticinco intérpretes. En la versión de Lluís Homar no se llegó tan lejos y, en la más reciente de Sanzol para el CDN, el cariz fue bastante austero. Pero, ante todo, tenemos delante de nosotros un montaje novedoso. Sigue leyendo

Tan solo el fin del mundo

Israel Elejalde dirige la obra del francés Jean-Luc Lagarce, una pieza autobiográfica sobre la muerte de su joven protagonista

Tan solo el fin del mundo - Vanessa Rabade
Foto de Vanessa Rábade

No tuvo buenas críticas la versión cinematográfica de esta obra del francés Jean-Luc Lagarce que realizó Xavier Dolan. En muchas ocasiones, en las obras teatrales, las elipsis se nos antojan absolutamente necesarias; porque muchos escritores tienden a remarcar y a explicar lo que sencillamente se debe mostrar. Esta es la clave. Pero también se dan situaciones, y creo que esta es una de ellas, en las que el exceso de elipsis genera un cortocircuito con el espectador. Cuando el conflicto familiar se sitúa en el centro, uno espera la explosión de sinceridad que provoque la catarsis en el público. Quien más y quien menos arrastra rencillas de cierta enjundia. Sin embargo, en Tan solo el fin del mundo no está la furia de aquel Agosto de Tracy Letts, tampoco, como pasa en el Teatro Español, hay una octogenaria Espert fustigando a hijas y nietas. Sigue leyendo

Antígona

Las Naves del Matadero acogen la versión que el mexicano David Gaitán presentó en el pasado Festival de Mérida sobre la gran tragedia sofoclea

Antígona - Foto de Diego Casillas
Foto de Diego Casillas

Al menos se ha tenido la decencia —no siempre ocurre así— de no mentar a Sófocles. El texto, la dirección, y toda la responsabilidad de lo que pasa en escena es de David Gaitán (México, 1984). Y aquí se le enmienda la plana al dramaturgo griego y se propone una confrontación de fuerzas y de tonos harto distinto, y harto, también, políticamente correcto. La única figura que verdaderamente nos puede atraer y que arrastra con vesania —casi otro Calígula más— todo el montaje, es Creonte. Y eso que el personaje ha sido caricaturizado torticeramente para acomodarlo a morales y a gustos más ajustados a las democracias de sufragio universal como las nuestras, que a la ateniense del siglo V, una sociedad tan machista a nuestros ojos, como deudora de unas costumbres religiosas entreveradas con sus leyes de una forma mucho más acuciante que en nuestros días (y si no que se lo digan a Sócrates, todo un cumplidor). Sigue leyendo

Traición

Raúl Arévalo comanda esta versión elegante de la obra de Pinter que dirige Israel Elejalde en el Teatro Kamikaze

Foto de Vanessa Rabade

La trama que dibuja Harold Pinter en esta obra, estrenada en 1978, no es nada del otro mundo; pero se adereza de tal manera, que uno queda absorbido por la atmósfera melancólica y aquiescente. Hablamos de adulterio como si no fuera ya un lugar común en la burguesía de los sesenta y setenta londinenses (y de cualquier época). El juego nihilista y cínico de aceptar que la vida está llena de placeres sensuales y de compromisos ineludibles que se deben conjugar con el poso amargo de la derrota y la victoria pírrica. Un comienzo anticlimático, situado en el final de la historia, con los ex amantes en la frialdad de un reencuentro sin sentido, sin objetivo, sin la tensión erótica de otras citas. Una escena en sí misma floja, en un exceso de distancia; donde los propios intérpretes se muestran timoratos y sin personalidad. Chismorrear sobre las ascuas de un amor, celos retroactivos y, por lo demás, ponernos al día de quiénes son los personajes que van a deambular delante de nuestros ojos. Que la historia avance hacia atrás es un plus y una treta maléfica; pues nos dispone hacia el origen sorpresivo del adulterio conocido por sus protagonistas y su víctima. A tenor de lo observado, me parece que Raúl Arévalo, en el papel de Robert, el supuestamente engañado por su mujer, pone la función en otro nivel y se hace con ella de una forma tan sutil como grandiosa. El actor ha realizado una labor creativa memorable, con esos gestos entre amanerados, snobs y casi gansteriles; como si, por un momento, fuera a sacar su Colt 45 para emprenderla a tiros. A veces fanfarrón, otras malencarado, con frecuencia cínico. Su sarcasmo se engrandece según comprendemos más de su historia. Sigue leyendo

El cielo que me tienes prometido

Ana Diosdado se despidió con este insustancial choque entre Teresa de Jesús y la princesa de Éboli

Foto de Guillermo M. Díez
Foto de Guillermo M. Díez

La dramaturga falleció en octubre de 2015, pocos meses después de que hubiera presentado esta obra sobre el breve encuentro entre Teresa de Jesús y la princesa de Éboli. Lo que parece ser un drama de circunstancias, creado ad hoc para el quinto centenario del nacimiento de la mística, muy menor respecto a otros textos y creaciones de la autora, se convierte en el punto álgido del homenaje póstumo. Da la impresión de que se tenía en mente a cierto público abulense, proclive a fagocitar cada una de las propuestas que revaloricen a la santa carmelita; porque, como vamos a ver, el producto que se nos presenta ahora en el María Guerrero no cuaja en casi ninguna de las facetas. La primera cuestión que hay que dirimir es por qué un enfrentamiento, ya de por sí carente de trascendencia en la vida de Teresa, se reduce aún más en una función que no pasa de la hora y veinte minutos, dedicándole apenas media hora. Más aún, el núcleo se desvigoriza porque el larguísimo preámbulo transcurre en una conversación de cierta hondura entre la santa y Dios, y otra entre esta misma y la criada de la princesa que, como tal, se expresa con la inocencia y la tozudez de alguien sin las letras que nos pudieran deparar una charla con mayor recorrido. Sigue leyendo