Berlín, Berlín

Una comedia vodevilesca en los días previos a la caída del muro de Berlín, dirigida por Gabriel Olivares

Berlín, Berlín - FotoDespués de que la versión de Ser o no ser, dirigida por Juan Echanove, recorriera exitosamente España en los últimos años, parece que se nos mantiene en la retina cuando la comparamos con esta Berlín, Berlín, de los franceses Patrick Haudecoeur y Gérald Sibleyras. Desde luego, esta última sale peor parada y uno debe situarse en lo que supone el humor francés en general. Es verdad que tenemos a gente como los Chiens de Navarre deambulando por territorios más salvajes (véanse No todo el mundo puede ser huérfano o La vida es una fiesta); pero lo cierto es que nuestros vecinos se manejan con una blancura y un tono naíf que uno apenas tiene ganas de reírse con tanto tópico inofensivo, incluso para las guardias inquisitoriales que hoy asolan nuestra sociedad. Sigue leyendo

La ola

De cómo un proyecto con jóvenes sobre manipulación mental puede alcanzar el éxito en menos de cinco días

Foto de David Ruano
Foto de David Ruano

A mí el experimento de Ron Jones me parece falaz. Que se puede manipular a un grupo de alumnos eso lo puede comprobar cualquier profesor a diario. La cuestión radica en la pregunta inicial e ingenua de uno de los alumnos: ¿cómo pudieron tantos alemanes «convertirse» en nazis en tan poco tiempo? La respuesta que debería haber dado el profesor —y es en la que se basa la obra— no es que fueran manipulados, sino que muchos alemanes, como se puede comprobar leyendo a los pensadores del siglo XIX como Hegel, Marx o Nietzsche (si no queremos irnos más lejos) eran antisemitas (de la misma forma que lo eran o lo habían sido otras gentes en otros países) y, además, estaban faltos de trabajo, heridos en el orgullo por la guerra perdida y hambrientos. Por lo tanto, una cosa es crear una secta (algo que ocurre habitualmente con multitud de grupos en mayor o menor medida, en ámbitos religiosos, culturales o estéticos) y otra muy distinta es que se pueda transformar a toda una sociedad «sana» intelectualmente, y que ningún grupo contravenga esas posiciones. Por lo tanto, La ola no pasa de experimento para ratas. Sigue leyendo