Un artefacto hiperbólico sobre el asesinato de Marie Trintignant en un inmenso espectáculo de vídeo y de perfomance

Si fuera por la tardanza en comenzar la función y por esa deplorable, ridícula y estúpida captativo benevolentiae, donde los actores nos cuentan la ya consabida metateatralización sobre que ellos van a grabar un documental o una película o yo qué sé, y que se demora absurdamente en un anticlímax que es insostenible e inaguantable; deberíamos haber salido pitando (los más impacientes lo hicieron). Pero a partir de ahí, la propuesta de Łukasz Twarkowski es bestial, hiperbólica y digna de figurar en un Festival que nos debe traer a los dramaturgos que osan rebasar los límites de la creación teatral. Dicho esto, es justo reconocer que este montaje ha sido un fracaso, a tenor de la respuesta más expeditiva del público: el abandono de la sala. De alguna manera, es comprensible; pues la exigencia es mayúscula (más todavía en la segunda parte, después de que la mayoría de los espectadores se hubieran largado). La inspiración para realizar esta obra es la novela Lokis, de Prosper Mérimée, un relato de terror sobre un individuo mitad hombre, mitad oso que transcurre en los bosques lituanos. A ello se suma la estética fotográfica del suicida Vitas Luckus que, por lo visto, ha dejado su impronta en la sociedad de su país; aunque pienso que en el espectáculo su línea de acción se pierde confusamente. Sigue leyendo

