París 1940

Josep Maria Flotats vuelve a encarnar en el Teatro Español a Louis Jouvet a través de unas clases de interpretación

Paris 1940 - Foto de Coral Ortiz
Foto de Coral Ortiz

El metateatro del que tanto se abusa en los últimos tiempos no es del tipo que se exprime en esta obra. Aquí hablamos del teatro dentro del teatro. La materia es la propia enseñanza del teatro y de su práctica realizada desde la ficción por unos intérpretes que hacen de actores. Si nos fijamos en propuestas de las últimas temporadas, podemos encontrar una comedia poco fructífera como Carsi y, sobre todo, una obra muy peculiar que nos debe servir como contraparte de este París 1940 (recordemos la versión que ofreció Toni Servillo con su Elvira), me refiero a Premios y castigos, de Ciro Zorzoli. Esta nos propone un auténtico entrenamiento gimnástico, lleno de repeticiones de gestos, de voces, hasta la automatización. Todo muy risible. Con otro ambiente muy distinto, el Louis Jouvet que interpreta Josep Maria Flotats, con elocuencia, aunque con ciertas dudas en sus movimientos de subidas y bajadas al escenario, busca el «sentimiento» como único fin auténtico para el actor, su certera fuerza vital para desarrollar un rol. Sigue leyendo

El enfermo imaginario

Flotats dirige y protagoniza la última obra de Moliére en el Teatro de la Comedia, con un montaje muy cuidado en los detalles

Foto de Sergio Parra

Si la intención del afrancesado Josep Maria Flotats era rendir homenaje a Moliére adelantándose a los fastos del cuatrocientos aniversario de la muerte del dramaturgo francés que se cumplen dentro de poco más de un año, lo cierto es que ha estado muy acertado. Esta afamada obra nos viene muy a cuento ahora que estamos de pandemia y nos hemos vuelto expertos epidemiólogos y otras variedades médicas que ni siquiera conocíamos. Paradójicamente, además, hemos sido cautivados por el «efecto bata», pues hemos confiado con ceguera en todo lo que doctoras y doctores afirmaban sobre cuestiones en las que no estaban duchos. Eso sí, lo de ahora es medicina; mientras que lo del siglo XVII, sencillamente, alcanzaba la creencia o, como máximo, el ensayo-error ridículamente falsable. De ahí que siempre haya dado mucho juego esta obra y que nos sirva, tanto para criticar a los galenos y a los boticarios, como a tipos tan hipocondriacos como este Argán, que representan ―como ocurre también tanto ahora― al claro ejemplo del individuo que busca la seguridad y el cariño a cada segundo de su vida. Si no fuera un anciano, sería toda una muestra de debilidad e inmadurez. Carece de sentido escenificar los prólogos que incluyó el escritor; porque la parte musical y danzística han sido eliminadas. Así que enseguida Flotats adopta gesto y manera de contable para repartir los dineros entre sus médicos y, de esta manera, establecer, además, el conteo de sus lavativas mensuales y otras artes purgatorias para sus dolencias ilusorias. Nuestro actor sabe muy bien esbozar ese punto preciso entre la obsesión del timorato que ve peligros en las corrientes de aire que llegan de las ventanas abiertas, y el hombre que es capaz de imponer un matrimonio a su hija que cumpla con sus deseos, es decir un yerno doctor. Sigue leyendo