El grito

El sufrimiento de una mujer debido a la negligencia de una clínica de fertilidad sube a escena en un montaje altamente maniqueo

Cuando uno quiere defender una idea o una injusticia y se olvida de que existe no solo un lenguaje artístico, dramatúrgico, sino también un espectador adulto y capaz de atar cabos con inteligencia y madurez; entonces se escribe un texto maniqueo e inconsecuente con las loables luchas politicomorales. La obra de Itziar Pascual y Amaranta Osorio, quienes habían demostrado su buen hacer con Mi niña, niña mía, está repleta de hipérboles, omisiones inverosímiles y explicaciones innecesarias. Y si no fuera porque la productora Pilar de Yzaguirre ha configurado un equipo de profesionales de alto nivel, creo que El grito se hubiera quedado en espectáculo fallido. Vaya por delante que esta historia se basa en un hecho real; pero que eso no es razón suficiente como para exigir ni fidelidades ni verosimilitudes forzadas. El caso es que nuestra protagonista, llamada Aina Lóguez Amat, que es interpretada con viveza y muy buena disposición y credibilidad a lo largo de toda la función —su interpretación es la que mejor sostiene toda la trama— por Nuria García, se ha enamorado de su jefe (y viceversa). Trabajan ambos en una tienda de colchones, a ella la han convertido en empleada con contrato fijo y está enormemente ilusionada. El primer disloque brumoso lo hallamos en el personaje de él, llamado Rubén Torres, y en la caracterización que realiza Óscar Codesido, quien no encuentra una posible naturalidad, pues se ve algo constreñido en un papel que no sabemos cómo tomarlo. Sigue leyendo

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Las hermanas Rivas

Triángulo sexual con boxeador incluido en la obra de Adriana Roffi y Mariano Rochman, en el Lara

Las-Hermanas-Rivas.Foto_.5Las hermanas Rivas son como un todo, la unidad con dos caras y un mismo cuerpo que se apoya internamente en un balance muy bien engrasado. Dolores lleva la voz cantante, su estilo macarra y barriobajero lidera el hogar directivamente; frente a ella, Angustias, una muchacha de extrema timidez que ejecuta con prontitud las órdenes de su hermana. Sus vidas cambian cuando aparece El Potro Estrella, un boxeador local con mucho futuro y que se ha enrollado con Dolores. Una vez se planta en el piso de las hermanas y se pone a entrenar en el centro del salón, sus acérrimas costumbres se quiebran hasta que de improviso se organiza un racional e imposible triángulo sexual. Lo que han escrito Adriana Roffi y Mariano Rochman, tomando prestada la idea de un cuento de Borges, posee mimbres de telenovela (ellas mismas son muy aficionadas a una) y de esperpento almodovariano. El problema inconvenientemente resuelto en la obra es el proceso de transformación que emerge en Angustias (quizás se debería haber mantenido en el plano de la estricta timidez y jugar sus armas amatorias desde ahí). Resulta demasiado abrupto, igual que la reacción de la hermana cuando plantea de improviso que las dos pueden repartirse al púgil. Este ritmo sorpresivo de novela televisiva que se introduce a mitad de la obra y, fundamentalmente, hacia el final, lanza la función hacia un limbo estilístico, entre la farsa, la tragedia y la comedieta. En definitiva, demasiadas elipsis forzadas que necesitarían desaparecer para que la función se acomodara al ritmo impuesto en el inicio. Sigue leyendo

Como si pasara un tren

El Teatro Español acoge una entrañable historia acerca de la sobreprotección materna

Como si pasara un trenA veces las historias tremendamente sencillas y escritas con suma coherencia y sin chirridos ni devaneos, pasan desapercibidas o no se valoran en su justa medida. Así ocurre con el texto de Lorena Romanín que ha dirigido Adriana Roffi. Es, en realidad, el relato de dos madres sobreprotectoras, dos hermanas, con un hijo cada una y con un marido que, en el caso de la tía, claramente ha abandonado el hogar en vista de que el muchacho va a traer grandes complicaciones y, en el caso de la madre de Vale, la sobrina, no tenemos noticia de su existencia. Sigue leyendo