Tantos esclavos, tantos enemigos

La Trilogía negra se cierra en la Sala Cuarta Pared con su tercera entrega para sumergirse en un thriller que denuncia las artimañas del poder

Tantos esclavos, tantos enemigos - Foto de Pablo RamiroEn las últimas décadas se ha puesto de moda en el cine un tipo de thriller absolutamente espídico que juega con el espectador a través de equívocos y de detalles sorpresivos que suele comandar alguno de los personajes-narrador. Juegos de máscaras, asesinatos, imposturas diversas y todo ellos a una velocidad imposible de seguir. El último caso de este género tan tiktoker sería Bullet Train, que no es más que infundir adrenalina a un modo de contar que básicamente aúna a Tarantino con Guy Ritchie. La cuestión está, sobre todo, en el narrador, que nos dirige y nos engaña, y aprovecha para describir con mucha ironía las situaciones que se van dando y, además, nos pone en antecedentes de lo que ha ocurrido en otros instantes del pasado. Es decir, es novelizar el teatro o el cine para poder contar mucho más de lo que en escena, representado, sería aceptable. Y esto es lo que ocurre con Tantos esclavos, tantos enemigos, que se pretende contar mucho y representar demasiado, y el ritmo logrado no es tan elevado como sería necesario. Creo que las ideas, las circunstancias curiosas y la concreción de algunas escenas (unas pocas) nos da a entender que el montaje tiene buenos fundamentos; pero que su plasmación se les ha ido bastante de las manos. Ciento treinta minutos por esos vericuetos casi imposibles de seguir es un exceso que requiere de más tino. Sigue leyendo

La noche del Sr. Smith

Un drama sobre la inmortalidad y la memoria representada a través de una fábula futurista

Ante todo, es innegable que la Compañía del Sr. Smith posee un estilo que es reconocible, como pudimos observar con su anterior trabajo La piel del lagarto, y que se caracteriza por una inclinación a lo fabulístico, al desarrollo imaginario de otros mundos posibles, cierto infantilismo que termina por ser naíf y un humor juguetón sobre la crítica de nuestras costumbres. La noche del Sr. Smith nos sumerge en la mente quebrada de un enfermo de Alzheimer que, desde el hospital, lucha contra la tergiversación de sus recuerdos. Esa paradoja por la cual estos pacientes «se convierten» en niños, ancianos que regresan a la infancia, a sus primeras experiencias —seguramente reconfiguradas por nuestro engañoso cerebro— encaja perfectamente con el tono un tanto sensible y aniñado con el que procede el resto del elenco. Sigue leyendo

La piel del lagarto

El hogar de unos reptiles refleja los ritmos inconsecuentes de nuestra vida moderna

La piel del lagartoPara esta fábula a la que asistimos, contamos con una familia de lagartos y una libélula que pasaba por allí. Si nos acogemos a las metáforas que se ponen en juego, debemos aceptar que, al igual que nosotros, se comportan más por imitación, pero que esa piel tan impermeable les evita cambiar con facilidad; parece que tienen que esperar a que mude por sí sola y aprovechar el momento, si uno es lo suficientemente avispado, para transformarse. Lo que la Compañía del Sr. Smith nos cuenta es la historia de un lagarto adulto que, de forma parecida a lo que ocurría en aquella película que protagonizaba José Coronado, La vida de nadie, se dedica a pasar el rato en un descampado, por vergüenza a reconocer que se ha quedado sin trabajo; lo interpreta Javier Laorden con un buen despliegue de actitudes y entrega física. Su mujer, la lagarta, es algo casquivana y no tiene pudor en buscarse afanosamente un amante el día de su cumpleaños; Isabel Alguacil ofrece un perspicaz encanto a la par que ambiguo. Luego tenemos a los adolescentes, el muchacho lagarto, Alejandro Pastor, se empeña con un ímpetu in crescendo, como si estuviera movido por la impotencia y sus ansias por alcanzar otro estatus. Finalmente, Alba Loureiro se lleva el personaje más redondo y complejo, con el cambio en sí mismo como revulsivo: diferentes nombres, diferentes personalidades, diferentes apariencias hasta que se encuentre a sí misma. Una youtuber dispuesta a ofertarse en cuerpo y alma a cualquier visitante. Mutatis mutandis, lo que viene a ser una familia estándar de nuestra contemporaneidad urbanita. Después, Salvador Bosch, Sr. Smith, la libélula, es quien mejor ofrece una ruptura por un lado, temporal y metafóricamente agónica, puesto que solo vive un día; y, por otra parte, moral, pues debe convencerles de que no se la coman. Todo ello envuelto con alegría y cierto estoicismo. Sigue leyendo