Silvia Zarco recoge toda una serie de tragedias clásicas para hablar de violencia contra las mujeres

Si hace unos pocos años Silvia Zarco nos entregaba su particular visión Las suplicantes, de manera similar, con rasgos morales de la contemporaneidad, ofrece esta Ifigenia, que es más un recorrido sobre diferentes feminicidios dentro del ciclo de la Orestiada (esta temporada hemos podido verla adaptada), que una obra original centrada en exclusiva en este personaje. Pues este es algo secundario y anecdótico en la tradición. Nada que ver con aquel éxito de Iphigenia en Vallecas. Muy diverso es el enfoque que se pretende dotar esta versión, pues la dramaturga establece unas posturas maniqueas sobre el trato terrible que se les da a una serie de jóvenes mujeres. Postura a la que estamos acostumbrados. Ocurrió igualmente con aquellas Troyanas, dirigidas por Ángeles González-Sinde (mejores que las de Conejero), que remitían a las tragedias de Séneca y Eurípides, respectivamente. Sigue leyendo
Cada vez es más propio de nuestro tiempo venderles a los espectadores de teatro (y de cine, y de televisión y de lo que convenga política y publicitariamente) que en nuestra querida Grecia antigua ya se estilaba el feminismo o que sus valores democráticos, mutatis mutandis, son como los nuestros, o que, incluso, podríamos hablar de derechos humanos ya desde aquellas. Poco parece importar cómo se mezclan épocas (las de aquellas me refiero), religiones, filosofías, guerras y economías. Por eso es muy necesario simplificar los posibles contextos históricos (aunque estén vertebrados por el mito y la leyenda), para que el motivo más injusto nos lleve a la clara resolución de que la historia guarda ejemplos manifiestos de lo que ahora es una evidencia.